Como es de conocimiento general, tanto el Gobernador Greg Abbott de Tejas, como el Gobernador Ron DeSantis de Florida, han politizado el drama de estos inmigrantes para beneficiarse en las elecciones de medio término a realizarse en seis semanas. Ambos políticos estarán participando en la contienda para reelegirse como gobernadores de sus respectivos estados. Además, DeSantis se perfila como un seguro rival de Trump como candidato presidencial del Partido Republicano en 2024. El ejemplo de desplazamiento encubierto y malintencionado de su homólogo, le calza ahora como anillo al dedo.
A costa del erario público, pero beneficiando a empresas privadas, se han dado a la tarea de enviar en bus o en avión a individuos y familias en proceso de asilo desde Tejas hacia «ciudades santuario» del norte, como Nueva York y Chicago, o a «ciudades elitistas» como Washington D.C. (en el barrio de la vicepresidenta Harris) y Martha’s Vineyard en Massachussets, a modo de que estas localidades «liberales» sientan el peso de la inmigración. DeSantis ha aprovechado el ímpetu de su colega sureño para reclutar y engañar a decenas de migrantes desde Tejas, transportándoles en avionetas privadas y prometiéndoles resguardo y trabajo. Según testimonios de los mismos migrantes y otros observadores, éstos son abandonados a su suerte sin que las ciudades receptoras tengan suficiente tiempo para alistarse y recibir adecuadamente a quienes tienen pendiente un proceso de asilo en ciudades lejanas, donde tendrían que presentarse ante un juez de migración, mermando así sus oportunidades de obtener asilo.
Estas tácticas inhumanas e irresponsables responden a una estrategia mayor en el campo republicano a falta de ofertas y plataformas políticas que no sean las del mantenimiento del orden, prebendas a las corporaciones, políticas fiscales regresivas o desregulaciones a granel. La idea de transportar inmigrantes hacia estados liberales fue una de las propuestas a nivel federal del exconsejero político de Trump, Stephen Miller, quien se topó con consideraciones de tipo legal para llevarlas a término. A la vez, desde el mes de abril, cuando la administración Biden se preparaba para eliminar la provisión del Título 42 que automáticamente expulsa a inmigrantes sin papeles en virtud de salud pública debido a la pandemia, los republicanos empezaron a circular un memo con una hoja de ruta en la que intentan azuzar el tema migratorio denigrando a los inmigrantes, asociándolos como criminales, cuando hay sobrada evidencia de que este no es el caso.
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Según sondeos, la inmigración es un espejo de la polarización existente en este país, con los demócratas menos preocupados con el asunto en los últimos 20 años, mientras que los republicanos e independientes cada vez más ansiosos. Ahora bien, este tema no necesariamente aparece como una de las principales preocupaciones del electorado latino, pero no sorprendería que la estrategia republicana quisiera ponerlo al mismo nivel de sus inquietudes sobre la economía, la percepción de inseguridad pública y la inflación, incluso para distraer sobre otros asuntos como la restricción a derechos de salud reproductiva y el aborto, que ya han pasado a convertirse en temas de la agenda Latina.
Así las cosas, el tema toral en cada ciclo electoral, y que los republicanos exacerban recurrentemente, es el de los flujos migratorios que, en el fondo, ya no es un tema partidista, sino que un problema estructural que ninguno de los partidos se compromete seriamente a enfrentar y el cual siguen usando como su principal móvil para atraer votos. Ante la falta de consenso que pondere un sistema migratorio ordenado y uno que responda efectivamente a las presiones del mercado de trabajo que sostenga a la economía estadounidense, me temo que de momento primen más las acciones aislacionistas, nativistas y antidemocráticas que no ven al inmigrante como un ser humano con plenos derechos, sino como peones de sus intereses políticos.
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