Esos 8 minutos y 36 segundos de animación podrían resumir todas las teorías de la conspiración y la política exterior de varias potencias al ritmo de un metal que recuerda con propiedad los primeros discos de esta gran banda.
Al empezar estas líneas estoy enfrentado a una publicación en el New York Times que da cuenta de un informe de inteligencia que describe que, durante semanas, las autoridades locales de Wuhan les escondieron a sus superiores en Pekín la gravedad del brote del coronavirus.
La razón: miedo a represalias, como las que llevaron a las destituciones exprés de los responsables de la provincia de Hubei. El reporte que cita el NY Times habría circulado ya en junio de este año con secciones clasificadas —aquellas con porciones de texto tachadas para impedir que se vuelvan de conocimiento público— y de libre acceso.
Este reporte corrige y amplía la primera evaluación realizada por Homeland Security, que centralizaba en Pekín, en las autoridades del Partido Comunista, la responsabilidad de haber escondido la gravedad de la situación durante varias semanas para enfatizar el rol de las autoridades locales de Wuhan, que resultaron clave en la diseminación del virus y que, con otras responsabilidades de por medio, nos pusieron en la pandemia.
La estrategia de campaña de la administración Trump ha buscado desesperadamente trasladar el foco de su deficiente manejo de la pandemia a cualquier otro lugar, y de preferencia a China, país con el cual identifica su particular némesis.
[frasepzp1]
Así, las teorías de la conspiración más exquisitas encontraron cabida en las afirmaciones del presidente Trump (no apoyadas en informe alguno) de que el virus salió de un laboratorio, y no del mercado de Wuhan, y de la supuesta complicidad de la OMS con China para esconder información, todo lo cual lo habría llevado a retirar el financiamiento a dicha organización.
El reportaje del NY Times no exime de responsabilidades a Pekín, pero matiza un par de cosas importantes: si Pekín estaba a ciegas porque las autoridades de Wuhan ocultaron la gravedad de la situación, existiría alguna base para continuar de buena fe las negociaciones en materia de libre comercio, salvar el acuerdo suscrito a inicios de este año entre Estados Unidos y China y tratar de darle cierta normalidad a la relación diplomática entre las dos potencias.
Sin embargo, el presidente Trump canceló ayer la ronda de conversaciones con China, previstas para el próximo martes, con estas palabras: «Con lo que les hicieron a este país y al mundo, no quiero hablar con China en este momento». De esta manera, Trump insiste en la estrategia con la cual busca salvar su posición en las elecciones, de la cual también es un componente la posibilidad de anunciar una vacuna: la cura como un bálsamo para la reelección.
Las encuestas electorales de Estados Unidos deben invitar a la cautela. Favorecían a Hillary Clinton hace unos años. Queda algún camino por recorrer, y la voluntad de los electores, como lo sabemos bien en Latinoamérica, es maleable. Asimismo, la particular estructura de los colegios electorales es bastante compleja. Sin embargo, tengo menos cautela con el particular autoritarismo y la opacidad de un país con un modelo de partido único, con una flota realizando actividades predatorias fuera de las Galápagos y con una diplomacia que se ha traducido en préstamos y en explotación minera en América Latina. Los juegos políticos que resultan de la pandemia son una expresión más de cómo el poder cubrirá al poder sin importar las consecuencias.
Más de este autor