El Banco Mundial y la IFC realizan un estudio llamado Mujer, Empresa y Derecho, en el cual se analizan las barreras legales que tienen las mujeres para participar en el ámbito de los negocios.
Este estudio compara la legislación de más de cien países en el mundo y establece las prohibiciones que tienen las mujeres en el ámbito laboral y en cuanto a su propiedad (si es que tienen derecho a ella) y también estudia las políticas públicas de estos países que tienden a aumentar o disminuir la equidad de género.
En general, el estudio muestra avances sustanciales en todo el mundo, especialmente respecto a la capacidad que tienen las mujeres de disponer de su propiedad. Sin embargo, todavía existen países en los que el esposo puede legalmente oponerse a que su esposa acepte un trabajo. Hay legislaciones que prohíben a las mujeres trabajar en construcción o cosas tan sencillas como emitir una licencia de conducir.
En cuanto a las políticas públicas dirigidas a disminuir la brecha entre hombres y mujeres en los negocios, las más importantes son las que se relacionan con los períodos pre y post parto. En Guatemala, el Código de Trabajo establece que las madres trabajadoras tienen derecho de gozar de la totalidad de su salario durante 30 días que precedan al parto y los 54 posteriores. En contraste, los padres trabajadores tienen dos días de licencia.
La lógica del periodo pre y post parto es que la mujer pueda establecer una conexión con su hijo. Este tiempo le permite compartir con su bebé y, por lo mismo es protegido por el Estado. Sin embargo, según este estudio la relación entre el tiempo que tienen las madres versus el que tienen los padres afecta de forma sustancial las oportunidades que tienen las mujeres en el campo laboral.
En nuestro caso, la relación es de 84 días versus 2, hay una brecha grandísima. Esta brecha nos explica una lógica bastante perversa. Primero, parte de que el hombre no necesita compartir con su bebé y establecer los vínculos que la mujer sí tiene derecho. O quizás, considera que es más importante que el hijo lo tenga con la madre y no con el padre. De esta manera, el Estado regula cuestiones que bien podrían regularse de forma privada en la familia.
Para corregir esta situación podríamos otorgarles a los padres el derecho, o podríamos permitir que cada familia establezca cómo quiere repartir este tiempo. Claro, muchos dirán que en Guatemala lo más probable es que la repartición sea la misma, esto debido a que la sociedad es de por sí patriarcal y machista.
Pero darle a la mujer la posibilidad legal de negociar con su esposo la posibilidad de compartir este espacio debería ser válida. Yo estoy segura que muchos padres gozarían de compartir con sus hijos ese tiempo. Considero que una reforma de este tipo no sólo le permitiría a las mujeres ser más competitivas en el campo laboral, sino fomentaría una paternidad más compartida, roles más consensuados y menos impuestos.
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