La declaración que explica las razones del porqué salir y caminar de nuevo, es clara. Yo la comparto, en Guatemala no se reconoce la dignidad humana de miles de personas que son la base económica de este país, y que con la histórica estrategia racista de un Estado, se han visto desde el tiempo de Pedro de Alvarado, sufriendo la opresión de supuestos e impuestos modelos de desarrollo que sólo rinden cuentas positivas a la oligarquía de este país, y hoy, al capital trasnacional que han encontrado en esta clase económica nacional, el perfecto aliado y compinche.
La apuesta es por “institucionalizar la práctica de la Vida Digna”, y aunque no parezca para muchos, es dotar a este Estado de una esencia diferente, la defensa de la vida y de cada una de sus dimensiones, de sus elementos, de sus manifestaciones. Nunca, desde la voz de los Pueblos Indígenas, se habla solamente de la persona humana sin reconocer su relación intrínseca como íntima con la tierra y el territorio. La constante ofensiva contra con los Pueblos Indígenas –legalizada y muchas veces legitimada, una y otra vez, desde una ideología conservadora y fascista que se ha interiorizado por discursos de superioridad racial y rencores sin sentido–, ha echado mano de la institucionalidad pública durante el devenir de nuestra historia. Es una ofensiva contra el ser humano y su lugar de vida, rompiendo relaciones, cosmovisiones, tejidos sociales, realidades.
Las luchas de los Pueblos, y esta vez no sólo mayas, viene de San Mateo Ixtatán, de San Rafael Las Flores en Jalapa, de San Juan Sacatepéquez, de La Puya, viene de muchos otros lugares donde la confusión no es parte de las discusiones diarias. Si alguien tiene claridad, por experiencia de vida, son los Pueblos en resistencia, que conocen la única respuesta de la clase política mayoritaria que sólo se diferencia en matices, pero de ninguna manera con la voluntad de transformar lo que el Estado es hoy. Siempre es la misma, “háganse a un lado, vengo a hacer negocio, y soy el Estado”.
Esta lucha no es carente de propuesta, la resistencia nos propone a todos, demandan comenzar a construir un Estado plurinacional; es decir un Estado de todos, con real igualdad de condiciones políticas, económicas y sociales, culturales. Éste no es un Estado indígena, es un Estado que reconoce lo que esta “organización-política-con-funciones-de-Estado” (criolla y también ladina), no busca hacer porque no es rentable.
¿Miedo a pensar en otros tipos de organizaciones y relaciones políticas en Guatemala? ¿A pensar que no es posible? Más bien, miedo a seguir en lo mismo. Como politóloga sé que es posible pensar en sistemas y regímenes políticos diversos, diferentes al Estado que somos hoy, lo dice la ciencia y lo dice la historia. ¿Qué no lo puedo hacer porque no soy de un Pueblo Maya, o que es traicionar a los míos? ¿Qué me siento excluida de una propuesta como ésta? Me siento excluida del que se dice Estado guatemalteco hoy. Mi identidad cultural tiene un límite cuando ésta cierra filas neciamente para ser opresores, para ser racistas, para negarse a ver en el otro mi propia dignidad y reconocernos en ese punto vital de encuentro. O cuando se tilda de “bloqueo” y “bochinche”, un paro que no sólo está construyendo teoría y filosofía política de la mano de la práctica y la resistencia, sino que también nos brinda a todos un camino para pensar cómo podemos cambiar.
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