Y es entonces, aprovechando esa diferencia de concepto y de concepciones, cuando quienes no quieren que se reforme nada aprovechan para dar paja y dejar los esfuerzos de la gente plagados de buenas intenciones pero inexistentes resultados. Y qué mejor para eso que instalar mesas o formar comités.
Si de hacer una reforma del Estado se trata, acá debemos ir pensando en una ley marco que fije el alcance, los tiempos y los procedimientos para abordar la reforma desde lo técnico, lo jurídic...
Y es entonces, aprovechando esa diferencia de concepto y de concepciones, cuando quienes no quieren que se reforme nada aprovechan para dar paja y dejar los esfuerzos de la gente plagados de buenas intenciones pero inexistentes resultados. Y qué mejor para eso que instalar mesas o formar comités.
Si de hacer una reforma del Estado se trata, acá debemos ir pensando en una ley marco que fije el alcance, los tiempos y los procedimientos para abordar la reforma desde lo técnico, lo jurídico y lo político. No puede esperarse que algo serio salga de esto si mantenemos esa inveterada costumbre de formar mesas multitudinarias a sabiendas de que lo que se vende como una legítima consulta a la sociedad y a los involucrados en realidad pretende acrecentar el disenso o evidenciar propuestas poco sustentadas que deslegitimen el paquete.
En otros países se ha trabajado de esta manera. Acá no hemos considerado que una tarea tan seria como la que se plantea requiere de un método igual de serio y que este debe ser empoderado y revestido con majestad de ley. Si algo se ha avanzado en términos de administración financiera del Estado, es menester concluir esta área y empezar con una reforma que permita ejecutar las políticas públicas que duermen bien diseñadas en texto, pero carecen de acción.
Se deben abordar los temas de cambios y adecuaciones a leyes e instituciones, darles a estas un enfoque de sistemas que permita obtener el fin del bien común con el mejor aprovechamiento de los recursos públicos e intentar olvidar la concepción de Estado patrimonial.
Ahora bien, en este momento podemos ver el horizonte y preguntarnos: ¿quién podrá diseñar y liderar este proceso? Y recordemos que este parte de lo político a lo jurídico, a lo técnico. ¿Dónde están y estarán esos ciudadanos que asuman la responsabilidad de ejecutar las acciones necesarias para reconstruir este Estado? No es que abunden.
Son grandes los retos de una reforma. También son grandes los riesgos. Hay que recordar la ya otras veces citada frase de Mafalda: «No es cuestión de romper estructuras, sino de saber qué hacer con los pedazos».
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