Probablemente hoy ya tendremos resultados del derecho ciudadano que muchos guatemaltecos han querido ejercer, obligados a hacerlo por el menos peor o por aquel que para ellos puede evitar que el Estado de Guatemala se vaya al abismo que genera la corrupción, pero también como un acto de confianza luego de las masivas manifestaciones en contra de la corrupción que han sido convocadas en los últimos meses y en las que seguramente también usted y yo hemos participado.
Sin embargo, la corrupción no se combate con corrupción. El actual gobierno no es muy distinto de la mayoría de candidatos y partidos políticos —si se les puede llamar así— por los que votamos ayer. No podemos salir a manifestar contra los políticos actuales y pretender que los que vienen harán las cosas diferentes cuando han demostrado que la corrupción es la forma de hacer política y que muchos de ellos se han beneficiado directamente de ella. De ir a las urnas y de quienes decidieron votar tendremos un panorama más o menos receptivo para continuar la lucha contra la corrupción, pero la diferencia no será tan importante. En otras palabras, las elecciones no cambiarán la situación de país. De los candidatos actuales, ninguno con posibilidades reales de ganar ha propuesto las transformaciones profundas que este país requiere para vivir en dignidad y en paz. Paquetecuetes con las elecciones.
Es necesario mentalizarse (sobre todo los que hemos salido a la plaza y nos sentimos comprometidos con la construcción de un futuro radicalmente diferente) en que el trabajo político y organizativo es de largo aliento. No podemos ser tan ingenuos y pensar que, con un nuevo presidente que asumirá en enero, con un binomio presidencial que llegará por cuatro meses, la Guatemala de cientos de años, gobernada por unos cuantos, estará mejor. Si Guatemala mejora, como lo hemos visto en estos días, depende también de usted y de mí, de los que estuvimos en los parques departamentales, en las carreteras, caminando desde las universidades, convocando desde la mesa del almuerzo, haciendo sonar la bocina del carro. De nosotros depende, pero no depende en este momento de nuestro voto, sino más bien de encontrar nuestro lugar en las organizaciones sociales, comunitarias, parroquiales, barriales, estudiantiles, y de articularnos. Tome fuerzas, que yo no veo un plazo más corto que cuatro años.
Como esta realidad me ha hecho soñar que muchas cosas son posibles, sueño con que en las próximas elecciones pueda decir por quién votar y defender un planteamiento político y un proyecto de país. Sueño con que discutamos sobre cómo mantener viva la formación política. Me imagino una academia comprometida con brindar ideas que forjen realidades más humanas. Sueño con campañas más políticas y menos publicitarias. Sueño con hombres y mujeres que se han ganado ser la voz de quienes representan por comprometer su tiempo a construir comunidad política, consenso, discusión, propuesta. Permítanme extenderles la invitación a que trabajemos por eso.
Seguramente ya estaremos alistándonos para pensar qué debemos hacer en una segunda vuelta, por quién votar, a quién entregarle el poco de esperanza que nos resta.
Más de este autor