El mercadeo político es, entre otras cosas, un proceso de comunicación que tiene como objetivo vender a un candidato y comprarlo con el voto. Recuerdo interesantes discusiones con uno de los primeros profesionales en Guatemala, en las que discutíamos si era ético solo preocuparse por ganar y no por lo que el candidato realmente proponía. Él siempre me respondía que la decisión ética se hacía en el momento de aceptar trabajar con un candidato o con otro, no en la estrategia de mercadeo.
Sin embargo, como proceso de comunicación, los diferentes lenguajes tienen un propósito (recordemos la importancia de vestir de blanco o de no usar corbata cuando se habla en realidades rurales, la sonrisa gastada o la mirada perdida de pseudosoñador revolucionario). Pero entre todos los lenguajes, creo que el que más sufre sigue siendo la palabra. La palabra es lo que nos permite conocer qué se piensa, quién se es. La palabra tiene un sentido y un valor.
En las campañas políticas tiene un objetivo muy diferente: convencer para ganar, aun si es a costa de mentiras. Ya podemos ver en la actualidad un pequeño sorbo de lo que nos vamos a tener que tragar a la fuerza en los próximos meses: un candidato que recuerda en una canción su infortunado anuncio de televisión en el que se bañaba a guacalazo (se postula como “el candidato del guacalazo”), otro que nos asegura que solo el “pueblo salva al pueblo” cuando muchas actitudes en el Congreso han sido tan opresoras del pueblo al que dice representar, una mujer que pretende ganar por “ser bondad” y por expresar que “Dios lo que quiere es que seamos felices”, otra que dice aceptar porque “un país se lo pidió” y un tipo que me trata de convencerme de que vote por él si me considero “patriota”. En buen chapín: pajas.
Yo no quiero un alcalde de guacal, ni un tipo que construya centros comerciales porque tiene la errada idea de las necesidades del pueblo, ni una mujer con bondad y un esposo como el que tiene, ni una mujer que tiene delirios de grandeza y menos un militar retirado que piense todavía en un patriotismo de mano dura. Las palabras y sus promesas (aún de no hacer promesas) son tan falsas, tan vacías, carentes de todo sentido político honesto. Si estas son sus estrategias de mercadeo político que les harán ganar y convencer a un electorado, no me imagino cuál será la calidad de su quehacer como funcionarios públicos.
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