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Orteguismo: la mutación del FSLN

“El pacto entre el grupo de Daniel Ortega y el de Arnoldo Alemán -Alemán comprando paz social y el FSLN recuperando espacios institucionales- tuvo con el tiempo consecuencias muy negativas”, se explica en Envío.
“El resultado electoral de 1990 fue inesperado: desalojó al FSLN del poder. Ello produjo en el FSLN una fuerte sacudida cuya primera e inmediata consecuencia fue el desconcierto. Así comenzó un proceso de discusiones internas que, en un inicio, tomó connotaciones violentas y personales”, asegura el autor.
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Orteguismo: la mutación del FSLN

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Frente al Estadio Nacional de Managua, en el mismo pedestal donde hasta 1979 se levantaba la estatua de Anastasio Somoza García montado a caballo, fue erigido en noviembre de 2008 un monumento de Sandino montado en una mula. Habían pasado 30 años de la revolución que terminó con la dinastía, y el lugar que era símbolo de una historia que no debía repetirse se convertía nuevamente en escenario del cambio político en Nicaragua.

Por Carlos Salinas Maldonado (Confidencial)

Frente al Estadio Nacional de Managua, en el mismo pedestal donde hasta 1979 se levantaba la estatua de Anastasio Somoza García montado a caballo, fue erigido en noviembre de 2008 un monumento de Sandino montado en una mula. Habían pasado 30 años de la revolución que terminó con la dinastía, y el lugar que era símbolo de una historia que no debía repetirse se convertía nuevamente en escenario del cambio político en Nicaragua.

“El 27 de mayo de 1954 se inauguró la estatua y el que estaba en la estatua era el tirano, y el que inauguró la obra fue el tirano. El tirano ni siquiera esperó su muerte, erigió un monumento a la ignominia, a la vergüenza, porque no era más que la expresión de la ocupación yanqui en nuestro pueblo”, dijo el presidente Daniel Ortega tras develar el monumento a Sandino.

El presidente criticaba así el culto a la personalidad del padre de la dinastía, pero a unos metros de la nueva estatua se mostraban fotografías en las que Ortega aparecía como el gran héroe de la revolución, a la par de rótulos gigantescos en los que el mandatario se muestra como el único líder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Es, para disidentes del Frente, el secuestro del legado de Sandino y los ideales revolucionarios que permitieron la formación del FSLN en 1961, y que lo llevaron a conquistar el poder 18 años después.

¿Cómo fue que Daniel Ortega se convirtió en líder único de una organización política que contó con cabezas destacadas de la lucha guerrillera? Para la diputada Mónica Baltodano, ex comandante revolucionaria, el liderazgo de Ortega quedó marcado por la hegemonía que él y su hermano, Humberto, tenían desde 1979, como miembros de la tendencia tercerista del FSLN.

“La tendencia tercerista fue hegemónica en la lucha contra la dictadura. Es esa hegemonía la que hace que en la Junta de Gobierno quede la representación de dos terceristas: Sergio Ramírez y Daniel Ortega. El papel de Daniel estuvo determinado por la correlación que mantenía junto a (su hermano) Humberto en la jefatura del Ejército: jugaban un rol muy importante en el balance de las tomas de decisiones en el seno de la Dirección Nacional”, explica Baltodano.

Las elecciones del 84

En 1984 el FSLN sufre su primera mutación. El FSLN estaba encabezado por una Dirección Nacional conformada por nueve comandantes, incluido Ortega, quien además era el coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional que gobernó el país hasta las elecciones de aquel año. La diputada Baltodano asegura que a partir de entonces se comienza a fortalecer la figura de Daniel Ortega, ya que la dirección del FSLN toma la decisión de que éste pase a ser el candidato sandinista a la Presidencia. “Ya ahí se dio un viraje: se pasó de una figura colectiva que era la Junta de Gobierno, a una figura unipersonal”, dice Baltodano.

Pero no todos veían entonces a Ortega como líder único, según la ex comandante. Para las elecciones de 1990, que el FSLN perdió frente a la Unión Nacional Opositora, miembros de la Dirección Nacional como Bayardo Arce y Tomás Borge no estaban de acuerdo con que Ortega continuara como candidato del FSLN. “Fue un debate muy duro… una discusión en la que por primera vez había sectores que cuestionaban que fuese Daniel el candidato”, recuerda Baltodano. “Había una percepción de que se debía empezar a cambiar, dar oportunidad a otras figuras. Tomás aspiraba a ser el candidato porque tenía un respaldo popular muy grande en ese entonces. Bayardo tuvo la idea de que era conveniente un cambio de figura, no centrar todo en la misma figura”, agrega.

Sin embargo, Tomás Borge discrepa de esa versión y en una entrevista brindada a Esta Semana, dice que no recuerda haberse opuesto a la candidatura de Ortega y que nunca aspiró a la nominación presidencial.

En cualquier caso, Ortega se mantuvo como candidato con el respaldo de Sergio Ramírez, Jaime Wheelock, Humberto Ortega, entre otros dirigentes. Las elecciones de ese año le dieron la victoria a la UNO, con el 54.7% de los votos, mientras que el FSLN logró el 40.7%. La derrota inesperada sacudió el liderazgo del partido y lo hundió en una crisis que determinaría su futuro, como afirma el politólogo catalán Salvador Martí i Puig en la obra “Nicaragua y el FSLN”.

Pugnas tras la derrota de 1990

“El resultado electoral de 1990 fue inesperado: desalojó al FSLN del poder. Ello produjo en el FSLN una fuerte sacudida cuya primera e inmediata consecuencia fue el desconcierto. Así comenzó un proceso de discusiones internas que, en un inicio, tomó connotaciones violentas y personales”, asegura el autor.

Martí i Puig afirma que a partir de entonces el FSLN tuvo que replantearse tres grandes cuestiones: su organización, el discurso partidario y una nueva estrategia como partido de oposición. Para atajar las pugnas internas y el desmembramiento del FSLN, que llegó a contar con 50 mil militantes, sus dirigentes convocaron a un gran Congreso Nacional que redefiniría la estructura interna y los estatutos del Frente. Los resultados de ese congreso, sin embargo, marcaron la fragmentación del FSLN, que quedó dividido en dos facciones.

“Las discrepancias internas se agudizaron después de la celebración del Congreso hasta el punto que el FSLN se vio forzado a realizar otro de carácter extraordinario con el objetivo de zanjar las graves disputas que dividían a sus miembros y sus dirigentes, quienes se posicionaron en dos facciones: la ‘renovadora’ y la ‘principista’. La primera estaba representada por miembros del FSLN que ocupaban cargos institucionales (sobre todo en la Asamblea Nacional) y que apoyaban una estrategia de diálogo con las demás fuerzas políticas. La segunda, cuyos miembros eran las bases sindicales y el aparato del partido, se inclinaba hacia un tipo de oposición abiertamente beligerante con las nuevas autoridades”, explica Martí i Puig.

Las dos facciones mantuvieron un enfrentamiento abierto hasta 1994, cuando se celebró un Congreso Nacional del que resultó electo secretario general Daniel Ortega, derrotando al comandante Hery Ruiz, propuesto por la corriente que más tarde formaría el Movimiento Renovador Sandinista (MRS).

Una “oferta” a Mariano Fiallos

“Después de 1994, a pesar de que Daniel tuvo un periodo complicado porque tuvo un infarto silente y estuvo retirado de la dirección (del FSLN) casi diez meses, hubo un debate en la Dirección Nacional en la que llegamos al consenso de que Daniel no debería ser el candidato a la Presidencia, y escogimos de candidato a Mariano Fiallos”, explica la diputada Mónica Baltodano.

Ortega aceptó la decisión, pero según Baltodano “maniobró” contra la candidatura de Fiallos. “Empezó una lucha interna contra quienes habíamos estado más beligerantes con el cambio de candidato. Él (Ortega) empezó a trabajar con una lógica de caudillismo, es decir, a fortalecer su mando dentro de las estructuras del FSLN. Él empieza a hacer el análisis de la cultura política del caudillo, por primera vez se da cuenta de la importancia del control del aparato”, explica Baltodano.

La candidatura de Fiallos no prosperó, según Baltodano, por cuestiones económicas. La diputada asegura que Ortega aceptó que Fiallos fuera el candidato del FSLN, pero que buscara cómo financiar su candidatura, que debería conseguir cuatro millones de dólares por su cuenta y convencer a otras fuerzas. “Al final Mariano declinó y eso favoreció el propósito de Ortega de postularse como candidato a las elecciones de 1996”, dice Baltodano.

La nueva Dirección Nacional de un FSLN ya fraccionado no tuvo otra salida que respaldar nuevamente a Daniel Ortega como candidato de un partido ahora debilitado. El ocho de enero de 1995 el ex vicepresidente Sergio Ramírez había renunciado al FSLN y con él salió un importante número de miembros del partido, que pasaron a formar el MRS. Ramírez compitió como candidato presidencial en las elecciones de 1996, en las que su movimiento obtuvo un penoso resultado.

“Con la ruptura de 1995 se inauguró una nueva etapa del FSLN, ya que éste fue creando un formato de partido político de corte ‘electoralista’ y con una organización fundamentalmente ‘personalista’ (…) El FSLN pasó a gravitar en torno al liderazgo de su secretario general, Daniel Ortega, reforzando la cultura política nicaragüense vinculada a la idea de ‘hombre fuerte’. Este modo personalista impuso también determinadas características a la organización del FSLN: desaparecerían los mecanismos existentes de control interno, y se concentraría progresivamente el poder en las manos de Daniel Ortega y su entorno”, explica Salvador Martí i Puig en su obra.

El pacto y regreso al poder

Ortega perdió las elecciones de 1996 frente al candidato del PLC, Arnoldo Alemán. La derrota, según un análisis publicado por la revista Envío, “enrareció el aire y llevó al FSLN a decidir una estrategia de sobrevivencia, que se materializaría en un acuerdo político que marcaría en los años siguientes una de las mutaciones más importantes en esta organización política”. Se trata del “pacto” amarrado en 1999 entre Alemán y Ortega, bajo las negociaciones del otrora mano derecha del caudillo sandinista y exalcalde de Managua, Diniosio Marenco, que permitió la repartición de poderes del Estado entre ambos políticos y una reforma electoral que redujo el porcentaje de votos para alcanzar la Presidencia de la República.

“El pacto entre el grupo de Daniel Ortega y el de Arnoldo Alemán -Alemán comprando paz social y el FSLN recuperando espacios institucionales- tuvo con el tiempo consecuencias muy negativas, tal vez no previstas para algunos de quienes lo negociaron. La repartición de cargos estatales entre los dos grupos ha ido demoliendo paso a paso a todas las instituciones del Estado, encorsetándolas en un bipartidismo asfixiante”, se explica en Envío.

En ese tiempo que surgen dos figuras claves para Ortega: el coronel en retiro Lenín Cerna, quien organiza las estructuras electorales del FSLN, y Rosario Murillo, quien brindó su apoyo a Ortega cuando en 1998 su hija Zoilamérica Narváez acusó públicamente a Ortega por violación. Ambas figuras serían importantes para la consolidación de Ortega como líder único del FSLN y para su regreso al poder en 2006.

Ahora Cerna ha sido desplazado como responsable de organización del FSLN, y Murillo mantiene un poder y una influencia que ninguno de aquellos nueve comandantes de la revolución que dominaron antaño el partido, imaginó jamás que ella podía llegar a ostentar. Es Murillo quien quita y pone ministros en la nueva Administración de Ortega, dirige las campañas electorales del FSLN y las estructuras de “base” del FSLN: los controvertidos Consejos del Poder Ciudadano (CPC) y diseña la propaganda oficial, incluida aquella que muestra a un Ortega omnipresente como líder indiscutible del partido y heredero del legado de Sandino.

De los Comité de Base a los CPC

Con el regreso al poder del FSLN tras la victoria electoral de 2006, la estructura del partido ha sido reorganizada bajo un mayor control de la primera dama Rosario Murillo. En diciembre de 2007, el control que ejerce Ortega en la Corte Suprema de Justicia permitió que los magistrados de tendencia sandinista Francisco Rosales, Rafael Solís, Yadira Centeno, Armengol Cuadra y Juana Méndez Pérez emitieran una sentencia que permitía a los CPC “participar directamente en la gestión estatal”.

Desde entonces, los Consejos del Poder Ciudadano, coordinados directamente por Murillo, tienen presencia en los barrios y municipios del país. Estos Consejos podrían ser el equivalente a los Comités de Base de los ochenta. Estos comités estaban formados por entre 5 y 20 miembros, cuyo trabajo era de “acción y movilización” política.

Son los CPC, conformados por cinco miembros del FSLN, los encargados de la propaganda oficial en los barrios, además de entregar la ayuda “social” del gobierno y “motivar” a los pobladores a votar por el Frente a través del control en la solicitud y entrega de cédulas.

A la par de los CPC funcionan los Consejos de Liderazgo Sandinista (CLS), conformados por cinco miembros, cuyo trabajo es más político. Estos consejos podrían ser el equivalente de los Comités de Dirección Zonal (CDZ) que funcionaban en la década del ochenta. Los CLS se reúnen los martes con el Secretario Político Distrital del FSLN, quien entrega las orientaciones políticas que a su vez recibe directamente de la Secretaria del FSLN.

*Esta nota fue publicada en www.Confidencial.com.ni y reproducida por Plaza Pública con su autorización.

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