Desde La Guía de Perplejos de Maimónides (S.XII), pasando por la Enciclopedia de Voltaire (S.XVII) y muchos más, hasta otros menos pretensiosos aunque con gran impacto entre el público: Og Mandino y sus “17 reglas del Éxito”, la floreciente colección de guías para Dummies o las “48 Leyes del Poder” de Green, entre otros. Todos ellos tienen en común la intención de brindar conocimientos –algunos muy básicos– sobre distintas cuestiones o bien, proveer una serie de estratagemas para triunfar en determinada tarea.
Colosal reto enfrentan sus autores al tener que comprimir en simples breviarios todo su saber y experiencia aconsejando: “haga esto, haga aquello”. Uno podría inferir que no hacerlo conduciría al fracaso, de ahí que escribir manuales con el propósito de decir lo que “No hay que hacer” sea considerado innecesario.
Sin embargo, resulta útil y revelador señalar las prácticas que de forma deliberada, torpe o negligente permiten anticipar el fracaso de una faena. En esta ocasión me refiero a los partidos políticos, esas instituciones que a pesar de ser abordadas vastamente por la teoría política, hallan en la práctica, las claves de su autodestrucción. Once son las claves que, pienso, conducen a la destrucción de un partido.
- Haga “como si” creyera en la democracia, la regla de mayoría, el bien común y los principios morales de su sociedad; pero no se deje llevar por esas hipótesis.
- Rodéese de gente fiel e incondicional, pero no se comporte como ellos.
- Organice a su gente de tal modo, que nadie confíe en nadie, excepto en usted; luego articule los órganos de partido sobre el principio de, “nadie es indispensable”.
- Organice todo tipo de actividades de modo que parezca que su partido es democrático y obtenga los resultados que la ley le obliga, pero no deje que esos resultados lo alejen de sus intereses personales.
- Nunca ceda al consenso, eso solo le llevará a perder su poder.
- Convenza a los suyos de que su persona es la respuesta a todos los problemas del país, si eso no resulta, apunte al egoísmo de todos, y si eso no resulta, ofrezca el oro y el moro.
- Haga como si respetara a la ciudadanía, pero no olvide que esa masa de gente solo sirve para ganar la presidencia, el resto es control de daños.
- Recuerde que la gente lo que quiere es un salvador, no un estadista; en consecuencia, dígales lo que quieren oír, pero no se aferre a lo dicho.
- Acepte dinero de cualquiera, en efectivo es mejor. No se preocupe por cómo lo pagará, ya encontrará la forma una vez llegue al poder.
- Una vez lo alcance, ponga el partido a hibernar, actívelo dos años después y vuelva a hacer lo mismo.
- En cuanto al sistema de partidos y la democracia, no se preocupe, ese problema es de alguien más.
Mientras solo se haga “como si”, la política no será verdaderamente pública y entonces el sistema de partidos seguirá siendo percibido como el reino de la mentira y las apariencias, como un espacio vacío de ciudadanos o bien, un lugar de donde alguna vez fueron expulsados.
* Filósofo, migrante y analista simbólico. Hijo de padres obreros, ¡pero con buen gusto! Hijo también del Estado de Bienestar, QDP. Se dedica al análisis social desde varios enfoques: político, social y simbólico.
Le interesan los procesos de construcción de los imaginarios sociales y sus dinámicas de cambio-estabilidad, los procesos de diálogo entre ciudadanos, como una alternativa creíble de cambio y como método para la construcción de ciudadanía-nación.
Le gustan los trabajos que implican retos profesionales, relacionales e intelectuales. Prefiere la montaña, el libro de papel, el café molido, el tabaco de pipa y las conversaciones cara a cara.
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