Nuevas frustraciones para viejas esperas

Son las nueve de la noche y aún les quedan fuerzas incluso después de nueve días caminando. Aún después de todo un día yendo para todos lados en la ciudad. La oradora sigue hablando en ese idioma que desconozco.

Pienso en los lustradores que llegan al caer la tarde a la fuente ubicada casi al centro de esta misma Plaza, toman un vasito de duroport, lo llenan con agua verdosa de la fuente y se lavan las manos. O eso intentan, las restriegan contra el concreto y también hablan entre ellos en un idioma que desconozco. Y sonríen mucho. Sonrisas ingenuas que solo puede tener adolescentes casi niños. A veces me dan envidia, pero luego recuerdo que yo vengo acá por el mero placer de ver caer la tarde detrás de los edificios.

Por la plaza, banderas se agitan por inercia del viento. Mantas con viejas consignas. Viejas y gastadas consignas. 500 años deben serlo, piensan quienes aseguran que mejor deberían ponerse a trabajar en vez de venir a tapar el tráfico y dejar sus olores a su paso. Pero acá están, hablando en un idioma que desconozco y viendo rostros cansados contestarles aun con euforia.

Sube otro orador. Este habla en español. No tiene esas palabras rebuscadas y tampoco da un discurso con elaboradas teorías con los que algunos nos deslumbran y que algunos siempre andamos esperando. No, habla en palabras sencillas, habla de resistencia, habla de dignidad. Termina su participación con una frase que a muchos nos parece trillada y trasnochada: "El pueblo unido, jamás será vencido". La gente le contesta,  la chica frente a mí de apenas un metro y medio de altura está descalza. Tiene sus sandalias  a un ladito. También tiene los pies empolvados y sucios. Mueve los labios para repetir la frase sin emitir sonido alguno.

Viejas consignas, viejas demandas, viejos idiomas. Viejas esperas. Ojalá esta vez  nuevos caminos, nuevos rumbos. Pero el camino parece cuesta arriba y pareciéramos en la oscuridad. Así como el apagón de esa misma mañana. El caos sale a flote, me lo contaba en detalle el taxista que me llevaba a casa. Sin semáforos, la ciudad colapsa. Y eso es mucho más importante que una marcha campesina. De ahí el titular de un diario vespertino.  

Ese día y según cuentan los periodistas, en horas de la madrugada llegaron a unos acuerdos básicos que deben revisarse en esta semana. De los puntos acordados, mientras el Presidente andaba por Colombia y era entrevistado por cadenas internacionales de noticias respecto a su propuesta para despenalizar las drogas, el Congreso y el Ministerio de la Defensa, incumplieron dos.

Dan ganas de gritarles a viva voz, algunos lo hicieron. Yo me imagino a la chica descalza maldiciendo en silencio, solo moviendo los labios. Debe ser cansado. Nuevas frustraciones para viejas esperas.

Lo que más quisiera ahora es que Otto Pérez, además de escribir o firmar una columna sobre el fracaso de la guerra a las drogas y la despenalización, también escribiera algún texto sobre el fracaso de este sistema cuasifeudal que aún en estos tiempos, Guatemala mantiene vigente.