Mi propósito al escribir esta serie de columnas es exponer esta problemática y al mismo tiempo atraer atención al tema. Es mi impresión que los medios no han cubierto esta temática lo suficiente y que varios de nosotros somos ignorantes no solo a la problemática, sino que a su magnitud. Por esto surge mi intención de escribir ambos blogsypoder personalizar el tema en vez de politizarlo y perder su esencia humana. Obviando el camino de las críticas hacia las instituciones públicas, funcionarios o programas del gobierno, me parece más proactivo conocer el problema y el trabajo que realizan varios guatemaltecos para combatirlo. Por este motivo les comparto los esfuerzos que realiza la organización Share contra la inseguridad alimentaria. Decidí incluir a dicha organización porque su visión para resolver este problema es integral, ya que en vez de fomentar programas asistencialistas de corto plazo le apuestan a la prevención y a la capacitación de los afectados.
Como les mencioné en la primera parte de estas dos columnas, tuve oportunidad de entrevistar y conocer el trabajo y mecanismos que utiliza la organización Share. Antes de entrar en detalles sobre los programas y las soluciones, los expertos se aseguraron de que yo pudiera identificar sus dos enfoques de intervención: la desnutrición aguda y la desnutrición crónica. Me educaron sobre las condiciones que diferencian estos dos tipos de desnutrición y, por consiguiente, los diferentes métodos que deben ser implementados.
La desnutrición aguda se mide a través de la relación que existe entre la talla y el peso de la persona. Por lo mismo, una persona que sufre de desnutrición aguda presenta “un déficit severo de energías, de proteínas y micronutrientes”, lo cual genera un bajo peso en relación a su estatura. Mientras que la desnutrición crónica se mide en relación a la estatura de la persona con su edad. Este tipo de desnutrición predomina en los niños menores de dos años, y causa un grave retraso en su desarrollo físico y mental.
Según el entrevistado, ese tipo de desnutrición es consecuencia de “prácticas inadecuada de alimentación y cuidado infantil”. Por ejemplo, muchas madres ya sufren de desnutrición durante el embarazo. Por lo tanto, no le puede proveer lactancia al niño. En otros casos, gracias a la poca educación e información que las madres tienen a su disponibilidad, optan por sustituir la leche materna por alimentos con bajos nutrientes, como el café y las aguas gaseosas.
Ya diferenciados estos tipos de desnutrición pude conocer qué mecanismos pueden ser utilizados para combatirlos. Share identifica dos importantes pasos a seguir. El primero es identificar y priorizar las área más vulnerables y el segundo, diseñar las soluciones con las comunidades afectadas dándoles así longevidad y sostenibilidad a las soluciones. Siguiendo esta línea de trabajo, dicha organización con el apoyo de Usaid han impulsado el Programa de Seguridad Alimentaria Mejorada (SAM) en los 10 municipios más vulnerables de Chimaltenango y Huehuetenango. El programa tiene como prioridad crear cambios en el comportamiento de las víctimas para mejorar las prácticas de alimentación a través de educación y superación.
El programa SAM impulsa medidas y soluciones en cinco área de intervención: nutrición y salud familiar, producción de alimentos, desarrollo micro empresarial, bancos comunales y mejoramiento de la infraestructura básica comunitaria. Dentro de cada área de intervención existen deferentes métodos para fomentar la prevención de la desnutrición. Sin embargo, la línea que las aglutina es el enfoque prioritario que se le da a la educación para poder lograr la superación. A pesar de que en algunos casos el asistencialismo es necesario, si este no se acompaña con medidas de mediano y largo plazos el ciclo de la inseguridad alimentaria se vuelve activar.
Como testimonio al éxito del programa, les puede compartir el caso de Estela, quien vive en Todos Santos Cuchumatán, Huehuetenango. Estela contaba con cuatro gallinas como fuente de alimento. Sin embargo, estas no le aseguraban comida diaria para su familia. Al escuchar del programa SAM, decidió inscribirse y recibió seis gallinas adicionales. A diferencia de otros programas, también recibió la capacitación y guía de un promotor Share. Este promotor la capacitó en el cuidado y la producción de los alimentos.
Estela cuenta ahora con una minigranja, que no solo alimenta a toda su familia, sino que también le ha creado una fuente económica. Estela es una de las 159 mil personas que participan en este programa y que han logrado resolver su situación.
Creo que el éxito que ha tenido el programa se debe al trabajo en conjunto que realiza con las víctimas y como a través de la educación les da las herramientas necesarias para romper el ciclo. El cambio de vida que experimentan los participantes hace que el trabajo de esta organización sea invaluable.
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