Las primeras son generadas con propósitos muy definidos y detrás de ellas hay personas signadas por heridas emocionales cuyas cicatrices han determinado su comportamiento de vida. Me refiero a quienes erigen falsedades. Sus argumentos ad hominem no pasan de ser un intento de desacreditar al otro, y esos conatos se caen solos.
Las segundas tienen propósitos perversos. Llaman al engaño, llaman al error y con ello provocan la muerte. Tal es el caso de ciertas fake news que relacionaron las vacunas con el autismo y otras noxas y causaron que mucha gente dejara de vacunar a sus hijos. Una de las consecuencias fue un repunte de casos de sarampión.
Dicha condición destapó las alertas epidemiológicas a tal grado que la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS) «advirtió que, ante los brotes de sarampión en curso en las Américas, los países deben redoblar esfuerzos por vacunar a sus poblaciones, fortalecer la vigilancia para detectar posibles pacientes y poner en marcha medidas para responder rápidamente ante cualquier caso sospechoso». Esta exhortación se hizo hace poco más de un año.
El perjuicio provocado es inconmensurable. Baste con saber que, según la misma fuente, la región había sido declarada «libre de rubéola y del síndrome de rubéola congénita en 2015 y del sarampión en 2016 por un comité internacional de expertos. La eliminación de estas tres enfermedades fue el punto culminante de un esfuerzo de 22 años que incluyó la vacunación masiva contra el sarampión, la parotiditis y la rubéola en todo el continente. Sin embargo, como el virus del sarampión es sumamente contagioso y sigue en circulación en el resto del mundo, al igual que el de la rubéola, la región está en riesgo de que ocurran brotes de estas enfermedades».
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¿Qué mueve a estas personas (las generadoras de ese tipo de fake news) a provocar tanto daño? Quizá una de varias respuestas se halle en el capítulo I del libro La danza de los íntimos deseos. Siendo persona en plenitud. En la página 19, su autor habla acerca de las personas que han sido golpeadas y que actúan por el peso de su herida: «Lo vulnerado brota más claramente cuando hay excesivo cansancio o presiones externas, pero también las sensaciones negativas surgen por sí mismas, como si tuvieran vida propia. La experiencia es, en ese momento, como si lo negativo te habitara, te dominara» [1].
Porque tirar por la borda 22 años de esfuerzos en cuanto a vacunaciones masivas contra el sarampión, la parotiditis y la rubeola no es un poroto. Y encima de ello, como consecuencia, la cauda de muertes provocadas.
Estimado lector, actualmente se trabaja en una legislación internacional para detener estos atropellos de lesa humanidad. En tanto ese momento llega, yo le hago a usted una propuesta. Si acaso conoce o llega a conocer a uno de esos generadores de noticias falsas que pueden provocar la muerte, compártale que su situación (la de generador de bulos) puede tener salida. Cuéntele que todo ser humano tiene tres atributos básicos: «El ser capaz de ser íntegro —integridad—, ser capaz de ser bueno —la bondad— y ser capaz de ser honesto —la honestidad profunda—, [y que] estos atributos nos identifican con todas las personas de la Tierra y son plataforma básica de convivencia» [2].
Podría ser que, sabiéndose capaces de ser humanos, busquen ayuda y eviten hundirse más en el sumidero infinito del mal.
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[1] Cabarrús, R. (2006). La danza de los íntimos deseos. Siendo persona en plenitud. Bilbao: Desclée de Brouwer.
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