Nos vamos con la finta

Ese tipo de acciones, ¿son producto de la ausencia de visión política o se hacen por complacencia barata? Está visto que esa institución no mueve un dedo sin pensar sus repercusiones políticas.

Salir públicamente diciendo que la denegatoria a la candidatura de Sandra Torres fue por unanimidad es una completa ficción. Evidentemente, hubo deliberaciones fuertes, cuyos contenidos seguramente no conocemos en profundidad; pero se dieron. La decisión fue dividida, pero era oportuno salir diciendo que se tomó por consenso como forma para llevar agua a su molino, lavarse la cara y querer asumir una actitud política “seria y comprometida con el estado de derecho”. Ahora, la CC está en la cúspide de la credibilidad y goza de apoyo. No es posible fortalecer institucionalidad sobre la base de decisiones que se acomodan a las circunstancias.

Algunos magistrados están pagando el peso de la novatez, otros aprovechan su experiencia y poder de convencimiento, pero lo cierto es que en la Corte ocurren dos dinámicas distintas, una compleja y llena de negociaciones, en su interior; y otra, una cara de eficiencia y apego a la legalidad, como rostro externo. Dos caras de una misma realidad: esa institución se desenvuelve entre lo precario y lo políticamente correcto. De ahí que formar parte de ese espacio es un objetivo político de primer orden.

Intentar dar cara vuelta a las instituciones del Estado para que cumplan con sus funciones, es un objetivo que está distante. Nos alejamos de esa meta cuando caemos en las trampas y resultamos comprando espejitos. No vamos a ningún lado como sociedad, cuando jugamos a los buenos y a los malos dependiendo de la ubicación de los astros, cuando nos rasgamos las vestiduras y asumimos el rol de jueces inquisitivos. En otros momentos, somos complacientes; aceptamos y avalamos errores que para otros resultarían imperdonables. Rechazamos la impunidad, pero la practicamos a diario en los espacios privados.