El comentario venía de un joven empresario a quien le tengo mucha estima. Este tipo de comentarios parece irrelevante pero en el fondo es más que un comentario, una confesión. Es cierto, los empresarios guatemaltecos hacen política desde el sur, desde las Cámaras, en sus Juntas Directivas, desde fundaciones. Aunque muchos consideran a CACIF como el actor político más fuerte en el Congreso y, constantemente, se le acu...
El comentario venía de un joven empresario a quien le tengo mucha estima. Este tipo de comentarios parece irrelevante pero en el fondo es más que un comentario, una confesión. Es cierto, los empresarios guatemaltecos hacen política desde el sur, desde las Cámaras, en sus Juntas Directivas, desde fundaciones. Aunque muchos consideran a CACIF como el actor político más fuerte en el Congreso y, constantemente, se le acusa de influir de forma directa en todas las instituciones públicas, la mayoría de personas que conforman la iniciativa privada no se siente parte de la construcción de políticas públicas.
Establecer que sí existe una cuota de poder, que está siendo mermada por otros poderes como el narcotráfico y la corrupción, pero que con esta cuota no se está influyendo es una especie de confesión de parte de la élite guatemalteca. Un mea culpa que quizás empiece a sonar más en estos días en Guatemala y que considero es un avance.
Aceptar que muy poco se ha hecho en materia de Estado de Derecho y participación ciudadana es empezar a reconocerse como una élite poco responsable y con visión de corto plazo. El resultado de pensar así es que nos atrapamos en un caos social. Las instituciones se debilitan, el derecho y la justicia son inexistentes y entonces la situación se vuelve insostenible. A eso, sumémosle que así como nuestra ciudad pareciera tener una frontera norte/sur, nosotros los guatemaltecos pareciéramos establecernos fronteras y chocarnos constantemente con nuestras diferencias y no con las similitudes.
Los empresarios guatemaltecos invierten en el país, asumen el riesgo de invertir su capital en un también llamado Estado fallido y eso es sumamente valioso. Pero es necesario repensar cuál ha sido y será su papel en el sector público y qué responsabilidad del caos social existente quieren asumir.
Se dice que los países son reflejo de la visión de sus élites. Es ahora cuando la élite guatemalteca tiene que revisar qué tipo de empresarios está formando. Se espera de ellos personas que fomenten la inversión productiva, generen empleos y oportunidades que desincentiven la emigración, fortalezcan las instituciones y reactiven la economía del país. La responsabilidad es altísima. Pero también creo que a la élite se le puede exigir una participación política más activa, no desde el sur sino en el norte, para que de esa forma empecemos a deshacer barreras para que todos como guatemaltecos estemos en el mismo barco.
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