Es indignante que, mientras los niños reciben clases a la intemperie, usted, don Jimmy, se harte de lujos y ostentaciones inmerecidas que obtiene con el dinero público y el esfuerzo de cada ciudadano que cumple con sus responsabilidades tributarias.
Es indignante que, mientras usted se refugia cobardemente bajo el manto de la inmunidad, la gente siga muriendo en las calles por la violencia, los niños sigan muriendo en el interior por la desnutrición y los lagos, ríos y bosques sigan muriendo por la contaminación y destrucción irresponsable de ecosistemas y por la impunidad que se mantiene hacia ciertas personas que históricamente capturan y secuestran el Estado. El futuro de las próximas generaciones de guatemaltecos y guatemaltecas sigue opacándose por su patética gestión.
La burla que usted acostumbraba hacer para ganarse la vida antes de ser presidente se ha convertido en la norma de su administración. Inaugurar el remozamiento de una pista aérea de un aeropuerto que da más pena que orgullo o pequeños tramos carreteros de una red vial colapsada en el mismo país donde los niños y las niñas siguen muriendo de hambre son una burla a la ciudadanía que alguna vez salió a protestar a la plaza con la esperanza de construir un mejor futuro para sus hijos y los hijos de sus hijos.
Pero usted se ha convertido en un fantoche, en un simple títere del cual la ciudadanía con un poco de dignidad se siente avergonzada al verlo como presidente de la nación. Su hermano y su hijo acusados de actos reñidos con la ley evidencian que hubo algo malo en la concepción de la ética en el seno de su propia familia.
¿De qué sirvió una recaudación fiscal exitosa (99 %) en un país donde quienes manejan el dinero público creen tener la autoridad para despilfarrarlo en lujos y gustos personales? ¿Cree usted que la ciudadanía es estúpida, tonta, o se va a dejar? No, ya no. Ya demostró la ciudadanía que unida puede ejercer poder y que el catalizador de ese movimiento es la indignación y su gasolina el coraje y la frustración de saberse engañada de nuevo.
«Ni corrupto ni ladrón» dijo ser usted. Pero, al haber recibido dinero ilegal cuando fue secretario de su partido, se convirtió en corrupto, y el despilfarro en lujos innecesarios del dinero de nuestros impuestos destinado a darles cobijo a niños con frío, comida a niños con hambre y oportunidades a niñas sin educación lo convirtió en un vulgar ladrón.
Los banquetes de derroche son un insulto a la nación. Cada bocado pagado por nuestros impuestos que usted se metió a la boca fue a costa de quitarle el alimento a un niño. Empáchese entonces de injusticia hasta que vomite remordimiento.
Ninguna marca de anteojos de sol es suficientemente ostentosa para esconder la cobardía de un ladrón de cuello blanco que roba el futuro de quienes cada día se esfuerzan por vivir mejor. Ningún apellido de diseñador europeo puede cubrir el cinismo y la picardía, ni hay loción o perfume que diluya el hedor que emana de una persona corrupta. Puede tapar su mirada, por opaca, con lentes oscuros de marca, pero no podrá jamás esconder su conciencia de las miradas que en la calle lo rechazan. No hay aparato de sonido tan caro para silenciar la voz de su conciencia, que cada día le reclamará en lo más silencioso de la noche por las niñas muertas, por los estómagos vacíos, por la esperanza traicionada y por lo que pudo ser, pero que usted en su festín de iluso asesinó.
¿Cómo hemos podido aguantar dos años con un fantoche en el poder bailando la comparsa del derroche, la impunidad y la corrupción? En buena parte, porque tanto sus lacayos y sirvientes como esos que manejan los hilos que mueven su sonrisa burlona son quienes se benefician de la institucionalidad, del Estado de derecho y de la democracia que han secuestrado a su favor.
Todo el esfuerzo de construir un país seguro, digno y desarrollado se va por el excusado de la corrupción y de la podredumbre moral de un personaje que, a pesar de haber podido pasar a la historia como quien cambió el rumbo del país, malgastó lo que le cuesta a cada guatemalteco y a cada guatemalteca producir y pagar al Estado con la fe de que ello se transforme en el ansiado desarrollo.
No se vale que, mientras Guatemala sigue compitiendo con Haití en ostentar los peores índices de desarrollo en la región, usted y su camarilla sigan entregando el país a ese exclusivo club de poder al cual le rinde pleitesía.
No se vale, Jimmy, que usted siga burlándose de la ciudadanía. No se vale que tanta ignominia y tanta podredumbre estén representadas en quien debería ostentar el puesto más digno de la nación. No se esconda como cobarde. Salga a la calle, coma en el mercado, camine con la gente, vaya a la plaza y vea esas caras de hartazgo e indignación de una ciudadanía que aprendió a no dejar que se sigan paseando en el futuro de la nación.
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