En el centro histórico se puede disfrutar de unas cuantas cuadras de peatonaje y de cierto sentimiento de ciudad con vida. En los camellones de algunas avenidas se miran precarias vías de paso para bicis y a algunos valientes que se animan a atravesarse las calles para llegar a esas islas. Hasta equipos para hacer ejercicio han instalado en esquinas de intersecciones, a las que se les ha dado el nombre de parques porque las palabras son baratas y el ridículo va pasando.
Ahora tenemos la Feria de Jocotenango, con parqueos en los alrededores (porque usan toda la Simeón Cañas). Si usted fue a la feria cuando era niño, como yo, y no ha vuelto porque fue cuando era niño, le recomiendo que vaya. Es un espacio agradable, con comida que no busca uno en muchas otras ocasiones y juegos en donde los niños pueden ganarse premios y ser felices. Pero no deja de ser una burbuja.
Si para llegar a estos lugares usted tuvo que pasar más de una hora en el tráfico, atravesarse avenidas concurridas, esperar que hubiera horarios, eso es evidencia de que espacios así no son más que maquillaje sobre una herida que necesita cirugía plástica. Nuestra comunidad citadina es todo, menos común. Vivimos en vehículos (miren las familias enteras en motos: papá, mamá, dos hijos y un bebé) más que en nuestras casas, sea como sea que nos transportemos. No hay tal cosa como un mandado rápido. Un percance menor en cualquier punto de la ciudad ocasiona congestionamientos impresionantes. El problema es que nos hemos acostumbrado como ranas a las que les suben la temperatura del agua poco a poco hasta que las cocinan. Claro que nos quejamos (no mucho, eso sí), y a uno le dicen que solo lo malo mira y que no da ninguna solución.
Pero ni usted ni yo somos alcaldes de la ciudad ni concejales ni urbanistas. Nosotros simplemente votamos por los supuestos expertos que deben encargarse de eso y pagamos lo que nos corresponde. Es parte de por qué delegarle al Gobierno ciertas atribuciones. Si me toca a mí solucionar el problema del tráfico, ¿para qué tener municipalidad? Es cierto que en una sociedad todos tenemos una parte que cumplir, pero no me digan que ver esa moto llena de gente no es la mejor señal de un sistema de transporte público colapsado. Para preferir poner en riesgo la vida de mi familia que subirme a un bus se necesita que el servicio sea pésimo y peor.
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Nos va a tocar fiscalizar más de cerca las soluciones que nos ofrezcan para ya no seguir deteriorando aún más nuestra ciudad. No solo estar contentos con que pongan flores en los arriates. Se necesita de mucho más que solo lo cosmético y comienza con no conformarnos, pero es una cuestión tan vital como volver a tomar los espacios públicos.
¿Por qué es agradable ir al Cerrito del Carmen a ver una exposición, pero solo cuando uno ya está allí? Porque se siente un espacio seguro, porque hay personas con las mismas intenciones que uno (o sea, divertirse) y porque se puede estar al aire libre sin temor a ser asaltado. Hasta que uno sale a las inmediaciones y le tiene miedo a cualquier persona que se para en una esquina. Porque no está uno acostumbrado a estar por allí.
¿Por qué da miedo caminar por la zona 10? Porque es un espacio que no está tomado por personas que utilicen la calle para caminar, y eso lo hace mucho más peligroso.
No se puede pretender que el problema de nuestra ciudad no incluye un tráfico del infierno y una falta de servicios básicos, que esta no carece de banquetas decentes (vayan ustedes a la misma avenida de las Américas y miren cómo están las banquetas, no el arriate de en medio) ni ofrece poca o nula forma de trasladarse a personas con capacidades especiales. Díganme que una persona no vidente puede pasar por una banqueta cualquiera de nuestra ciudad sin temor a tropezarse con cualquier alcantarilla, grada, poste, agujero y demás. Lo acabo de ver.
Me gustaría pensar que esta nueva-ish administración sí tiene el mejor interés de la ciudad entera en mente, y no solo la próxima reelección. Y que se van a ir ampliando las burbujas en dónde estar hasta abarcar la mayor parte de lo que habitamos.
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