Muchas empresas aprovechan la ocasión para hacer publicidad e incrementar sus ventas en esos días, ofreciendo servicios y productos para las “consumidoras” o bien, para quienes quieran “homenajearlas en su día” (“Aproveche para sorprender a esa mujer tan especial en su día y envíele un arreglo de flores”). Esta fecha ya está marcada en sus calendarios como parte de su estrategia de márquetin.
En los centros comerciales, en los restaurantes, en las calles, en los pasillos y en las aulas de clase, no faltará quién esté regalando rosas y algún chocolate a las mujeres que pasan por ahí. No faltarán ofertas para comprar perfumes y chocolates, gastar en spas o restaurantes. No faltará a quién se le ocurra hacer actividades dirigidas a las mujeres como shows de moda o de Tupperware. Tampoco faltarán quiénes repitan a lo largo del día la trillada frase “feliz día de la mujer” a manera de felicitación –sin ninguna reflexión de trasfondo.
Bajo estas circunstancias, las mujeres somos reducidas a consumidoras o bien, a objetos de contemplación por el hombre, quien como príncipe azul debe hacer gala de su caballerosidad y admirar la belleza, la dulzura, la delicadeza y la sumisión de su dama. El sentido de muchas de estas actividades refuerza justamente los roles que el sistema patriarcal impone en la sociedad –tanto para hombres como mujeres–; esos estereotipos y prejuicios que muchas mujeres han luchado para erradicar.
Este 8 de marzo no podemos dejar que se banalice y se reduzca este importante día a una ocasión comercial más ni a felicitaciones sólo por el hecho de ser mujeres (de ahí las preguntas necias como ¿y por qué no nos celebran un día del hombre y nos felicitan por ser hombres?). No, no es eso lo que se busca, así como tampoco exaltar las características atribuidas comúnmente a las mujeres.
La idea de este día internacional nace del impacto que generó una ola de eventos liderados por mujeres que se organizaron para luchar por sus derechos laborales, civiles, políticos y de educación a inicios del siglo XX.
Su origen pues, tiene un trasfondo político que busca hacernos reflexionar a todos y todas sobre cuáles son las condiciones de las mujeres en nuestro país. Esto nos debe llevar a cuestionar las estructuras desiguales e injustas para ellas; a exigirle al Estado y a la sociedad en general, ponerse al día con las deudas que tienen con ellas; así como a apoyar las demandas y las luchas de las mujeres por un lugar más justo, solidario, con una visión de desarrollo pertinente, donde se viva dignamente, con igualdad de derechos y oportunidades.
Éste es un día que nos llama a muchas a salir a las calles y encontrarnos en nuestras diferentes luchas; para honrar a las mujeres que han luchado –incluso dando su vida– para mejorar la situación no sólo de otras mujeres sino también hombres, a través de una visión del mundo distinta a la hegemónica. Es un día para conmemorar los logros de mujeres que han marcado la historia a todo nivel (mundial, nacional, comunitario, personal), aquellas que sin ser íconos reconocidos, nos inspiran a luchar día a día por la equidad y a no conformarnos con seguir el guión de lo que se espera de nosotras ni con el lugar que se nos tiene asignado.
Por eso, este 8 de marzo yo no quiero que nadie me regale rosas ni que me hagan descuentos ni que me feliciten con un “feliz día de la mujer”. Quisiera ver compañeros que se atrevan a cuestionar los privilegios que tienen por ser hombres –así como las mismas cadenas que les aprisionan–; ver compañeros que no se sientan amenazados frente a mujeres que ya no se quedan sentadas y calladas; ver compañeros solidarios en la búsqueda de un lugar más justo y con equidad, donde las diferencias biológicas entre hombres y mujeres no impliquen desventajas sociales, económicas ni políticas.
En fin, para este 8 de marzo, quisiera menos rosas y más reflexión, menos chocolates y más cuestionamientos, menos palabras y más solidaridad y apoyo a las luchas de las mujeres.
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