Principalmente, he mencionado lo importante que es para el desarrollo de Guatemala que los jóvenes se involucren y se conviertan en ciudadanos responsables. En los últimos tres años todos hemos sido testigos de un resurgimiento de la participación ciudadana en nuestro país y en especial la participación de los jóvenes.
Se puede decir que hoy existen más organizaciones de jóvenes que en años anteriores. He tenido la oportunidad de trabajar con diversos grupos juveniles de la ciudad y de los departamentos y he logrado notar la construcción de una nueva cultura política. Sin embargo, soy de la opinión que los jóvenes debemos dar el paso de ser miembros de la sociedad civil a ser administradores públicos. Por lo tanto, es necesario que nos libremos de todos nuestros miedos y que nos integremos a las estructuras de los partidos políticos.
Soy consiente de que hay muchos jóvenes que quieren participar dentro de los partidos políticos, pero al intentarlo se les ha dificultado. Históricamente, las instituciones partidarias en nuestro país han sido caracterizadas por ser excluyentes de las minorías sociales, ya sean las mujeres, los indígenas o los jóvenes. No es ninguna novedad que nuestros partidos políticos son instituciones patriarcales y verticales en donde el modus operandi es dominado por el clientelismo y el nepotismo. La crítica siempre ha sido que los jóvenes son utilizados por los partidos solamente para llenar labores proselitistas. Sin embargo, ahora somos utilizados para silenciar las protestas de exclusión, satisfacer una moda y darle la “transparencia” a las instancias partidarias. Si como jóvenes nos sentamos a ponderar estas intenciones perversas nuestra actual utilización es más peligrosa que la previa.
Los dueños de los partidos políticos se han dado cuenta que en el actual contexto social los jóvenes somos una herramienta muy útil para alcanzar el poder y subsanar muchas deficiencias. Siendo el 70% de la población total y el 44% del padrón electoral es obvio que nuestro poder es real. Sin embargo, nos hemos dejado convertir en una tendencia más en esta contienda electoral. Si bien muchos dirían que en la actual campaña electoral existe una apertura importante de los partidos políticos hacia la participación de los jóvenes, yo diría que es una apertura superficial. Es cierto que actualmente algunos jóvenes han logrado trascender de entregar volantes a ocupar algún listado electoral. Sin embargo, el problema ahora no solo es cómo llegan a ocupar estos espacios, sino quiénes los ocupan. Como jóvenes no debemos de darles el visto bueno a los candidatos sin antes realmente observarlos, ya que solo por ser jóvenes no significa que sean inmunes a las perversiones de nuestro ambiente político.
Hoy nos encontramos con jóvenes que encabezan listados para diputaciones importantes. Como con todo político, debemos analizar cómo llegaron a esos puestos y si son las personas más idóneas. Es importante que conozcamos sus propuestas, su formación académica, trayectoria profesional y fibra moral. Si los jóvenes realmente queremos una nueva élite política debemos exigir los mejor de nosotros y tenemos que romper con el estatus de los partidos. Concuerdo que es positivo que existan jóvenes interesados en participar en la administración publica del país, sin embargo, no debemos ignorar las claras señales de banderas rojas.
Por ejemplo, no me parece correcto que un joven encabece el Listado Nacional solo porque su papá sea el secretario general del partido o que una joven sea candidata a diputada porque su consuegro es el dueño del partido. Hasta en los pocos partidos sanos nos encontramos con jóvenes que les han comprado su puesto para poder figurar en sus círculos sociales. Nunca tendremos buenos líderes si los seleccionamos solo por su edad y no por su capacidad. Entiendo la necesidad de que haya nuevas caras en el Congreso, pero también entiendo que los cargos públicos deben ser llenados por aquellas personas preparadas y dispuestas a realizar un buen trabajo. Actualmente, existen partidos que no exigen ningún pago pero su método de selección y depuración es nulo, ya que vemos jóvenes que no se han graduado del colegio, mucho menos de la universidad y ni se diga alguna experiencia tangible en el ámbito político.
Basta ya de tapizar con vallas y pancartas Oakland, Vista Hermosas y la zona 14, salgan de su zona de confort y también acudan a los barrios más pobres y peligrosos, ya que es aquí en donde se encuentran la mayor cantidad de jóvenes. Exijamos ver lo que existe detrás de la imagen fotoshopeada, como ciudadana me gustaría conocer las propuestas, agendas y programas de estos jóvenes. Si seguimos mirando hacia el otro lado solo vamos a alimentar el ciclo vicioso de la política. Al mantener el status quo actual nunca existirá el cambio generacional que tanto necesita nuestro país, el relevo de liderazgos será estático y persistirán las mismas mañas. Los invito a que juntos nos comprometamos a conocer de fondo a todos estos candidatos y hagamos una elección consciente e informada ya que sí hay jóvenes que se merecen nuestro voto.
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