Del primer caso ya argüí en mi columna Colegios Profesionales deben pronunciarse publicado en este medio el 17 de octubre del 2011, por lo tanto, más discusión al respecto sería redundar pero, a tenor del fallo, no puedo menos que felicitar a la Honorable Corte y dar parabienes no solamente a las mujeres sino a todo el pueblo de Guatemala. Del segundo trato ahora no tanto en materia legal sino en cuanto sus prolegómenos y oscuros entornos.
El dos de diciembre de 2010, la Municipalidad de Guatemala se apropió mediante invasión súbita e ilegal de un terreno de la Universidad ubicado en el área que se conoce como Parqueo 5. La felonía se realizó con todos los agravantes que el Código Penal pueda tipificar: Desde abuso de autoridad hasta nocturnidad y, como aderezo, el simultáneo soliviantamiento de ánimos provocado a pobladores aledaños, Vg. Concepción Las Lomas.
La Universidad se acogió a la majestad de la ley y ese fiarse tuvo sus réditos: Los Magistrados de la Corte de Constitucionalidad y de la Sala Tercera de la Corte de Apelaciones del Ramo Civil y Mercantil, constituido en Tribunal de Amparo, resolvieron a su favor.
Más allá de lo legal, es pertinente analizar los preámbulos y contextos que antecedieron y rodean hasta la fecha tan deleznable hecho, porque resquebrajan lo justo y lo moral.
Hay indicios de que a los vecinos de Concepción Las Lomas se les hizo creer previamente que tenían derecho a usufructuar ese terreno para fines recreativos. También, en otras zonas de la capital —de acuerdo al comunicado del Consejo Directivo de la Universidad publicado el día 24 de los corrientes—, se sembró incertidumbre y, para colocar la bandera en Flandes, hasta al mismísimo cuerpo diplomático acreditado en el país se trató de confundir en orden a los sucesos de la invasión, no obstante la inobjetable resolución final que reivindicó los derechos de la Alma Máter.
Tales preparativos y entretejidos no pasan de ser hechos vulgares que solamente pueden originarse en personas resentidas y patanas que en la sociedad guatemalteca se dan tufos de liderazgo, pundonor y bonhomía pero que en la realidad tienen un corazón cicatero y mentiroso. Para muestra un botón, junto con la invasión hubo una saturación de ataques contra la Universidad, los jesuitas y la Iglesia católica en algunas redes sociales que llegaron hasta la infamia. Los autores, que tan rápido los colocaban como los quitaban (cobardes al fin), no podían contra-argumentar las respuestas que se les daba con la ley en la mano. Y esos entornos no fueron producto de la casualidad o del querer comentar acerca de los sucesos, como frecuentemente se hace en las redes sociales cuando hay una noticia estrepitosa. No, ¡qué va! Eran acciones ejecutadas por aquel tipo de personas que viven ansiando ser canchitos (o, ¿chanchitos?) y que sueñan cada día con una sonrisa o una palmadita de sus jefones (o, ¿jetones?) porque no quieren verse tal cual son frente al espejo: guatemaltecos de clase media que en vez de vivir rastreramente debieran intentar llevar una vida digna.
De esos, los eternos sobalevas, hubo uno que escribió: “Es decir que los jesuitas encontraron un terreno mal parado y se lo agarraron…”. Pero, cuando una ciudadana le planteó los delitos en que estaba incurriendo de inmediato retiró su comentario. Dicho sea, esta ciudadana no tenía relación alguna con la Universidad ni con los jesuitas.
Podría pensarse que acometer estos infelices hechos es situarse al mismo nivel de quienes los provocaron, y acepto la posibilidad. La razón de hacerlo es porque no podemos permitir que se siga trasquilando la conciencia de nuestro pueblo. Tratar de manipular a vecinos, cuerpo diplomático y usuarios de redes sociales va más allá de un berrinche, se trata de la perfidia pura.
Junto con el reconocimiento a la Sala Tercera de la Corte de Apelaciones del Ramo Civil y Mercantil y a la Corte de Constitucionalidad, debemos celebrar (e imitar) la serenidad con que actuó la Universidad Rafael Landívar. Y junto al ¡NO HA LUGAR!, hemos de recordar al escritor J.E. Duarte, quien en 1941 manifestó: “En barba de necio se aprende a rapar”.
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