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Nicaragua: MINSA calla sobre el mal de Chagas

De hecho, el Mal de Chagas es endémico de estas zonas, extendiéndose por todas las regiones montañosas de Centroamérica. También es un mal latinoamericano: se calcula que diez millones de personas en todo el continente lo podrían padecer.
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Nicaragua: MINSA calla sobre el mal de Chagas

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Enfermedad puede ser mortal y miles de habitantes de las zonas montañosas están amenazados.

Rosaura López amamantaba a su hija de dos meses en una salita del pequeñísimo puesto de salud de la localidad de Cuje, comunidad montañosa localizada a dos horas a pie del municipio de Totogalpa, en Madriz. Mientras la niña adormecía chupando el pezón de su madre, Rosaura contaba la desgracia que la atormenta por estos días: fue diagnosticada con el Mal de Chagas, una enfermedad causada por una bacteria que infesta la sangre y, de no tratarse a tiempo, puede causar deficiencias cardíacas y hasta la muerte. “No sé si mi niña tiene la enfermedad”, dijo Rosaura mientras acariciaba la cabeza del bebé. “No sé si mis otros hijos están enfermos”, agregó la mujer.

Al mediodía de un viernes de finales de junio el puesto de salud era una colmena que bullía con el ruido de campesinos que llegaban de las más remotas comunidades a pasar consulta con la única médico del puesto, una menuda joven que hace sus prácticas médicas en esta perdida localidad montañosa, de poco más de 1,400 habitantes. Rosaura también llegó a pasar consulta a este puesto, el chequeo periódico a su hija. De hecho, fue debido al embarazo que supo que porta la enfermedad de Chagas. “No me daba cuenta que tenía esa enfermedad hasta ahora que me dijeron que salió positivo el examen”, dijo.

En las remotas regiones montañosas del país hay un pequeño animal que es una verdadera amenaza para sus habitantes. Se trata de un insecto popularmente conocido como chinche, que se esconde en las grietas de las casas de adobe, debajo de los colchones, en los techos de tablas o entre los animales domésticos y de corral, para picar por las noches a los humanos. El chinche, bautizado por los científicos como Triatoma Dimidiata, pica en zonas expuestas de la piel, como la cara, chupa la sangre y defeca cerca de la picadura, expulsando el parásito conocido como Trypanosoma Cruzi. Este parásito penetra en el organismo cuando la persona picada se frota instintivamente y empuja las heces hacia la picadura, los ojos, la boca o alguna herida. El parásito contamina la sangre y se aloja en sus células preferidas, las del corazón, causando deficiencias cardíacas. El 30% de las personas infestadas con este parásito mueren por infarto u otros problemas del corazón.

“Mi casa no sirve, había antes bastante chinche y yo no me daba cuenta si estaba con esa enfermedad. La casa no ha sido fumigada. No llegan brigadistas. Hasta ahora que me di cuenta que tengo chagas”, dijo Rosaura.

Un mal endémico

Las comunidades del norte del  país son el lugar perfecto para el desarrollo de los chinches: clima seco, mucha pobreza, deficiencia sanitaria y poblaciones acostumbradas a aguantarse el dolor, ya sea porque hasta hace poco no había centros de salud cerca o por la falta de medicinas o por la costumbre, sobre todo de los hombres, de no asistir a las consultas. De hecho, el Mal de Chagas es endémico de estas zonas, extendiéndose por todas las regiones montañosas de Centroamérica. También es un mal latinoamericano: se calcula que diez millones de personas en todo el  continente lo podrían padecer. Pero el Istmo se lleva las palmas en el nivel de prevalencia, aseguran los expertos.

La pequeña localidad de Cuje forma parte de Totogalpa, un municipio que cuenta con un índice de incidencia del 5% de la enfermedad, alta para los estándares de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se ha impuesto la meta de reducir para 2015 en menos de un uno por ciento la incidencia del mal en la región. Las campañas regionales contra el mal incluyen un día nacional de la lucha contra la enfermedad, que en Nicaragua se celebra este 9 de julio.

El Mal de Chagas, sin embargo, sigue siendo desconocido para la mayoría. Los habitantes de las regiones montañosas del país, como Rosaura, se enteran de su existencia sólo cuando les dicen que están infestados con la bacteria. En el pequeño puesto de salud de Cuje, la doctora Sandra Hernández explicó que la mayoría de los diagnósticos se hacen a mujeres embarazadas, dado que se les practican los exámenes de chagas durante el proceso prenatal.

“La población que viene a consulta principalmente son mujeres. Los hombres generalmente no vienen a consulta, ya sea porque están en la montaña o porque están sembrando”, dijo Hernández, una joven chaparrita, vivaracha, de piel morena y de rostro redondo, infantil.

En Cuje se detectaron hasta mayo ocho casos de chagas, más de los encontrados en todo 2011, dijo Hernández. La prevalencia en las comunidades que forman Totogalpa es preocupante, aseguraron brigadistas de salud que recorren estos poblados intentado cambiar la costumbre de sus pobladores. Aseguraron que hasta la fecha se han reportado 84 “pacientes positivos”, pero que esa cantidad puede aumentar fácilmente, por la presencia del chinche en la región.

Sin medicinas

Rosaura teme que su esposo e hijos también se enfermen, porque en su casa ha encontrado al insecto. “No sé si los brigadistas se darán cuenta, pero no han llegado a mi casa. Ni cuando estaba embarazada llegaban. Y mi casa está mala, no es repellada. Cuando supo de mi enfermedad mi esposo dijo que era mejor, porque así vienen a fumigar mi casa y se termina esa plaga”, dijo la mujer.

Rosaura, además, aseguró que hasta ahora no le han dado medicamentos. “Me dijeron que me tenían que dar medicinas, pero no sé si será aquí o en Totogalpa”, dijo.

La doctora Hernández corroboró la falta de medicamentos en Cuje. “Hubo un tiempo en el que sí se les entregó el medicamento a los pacientes, cuando estuvo Médicos sin Frontera trabajando en la comunidad, pero la medicina se entregó a pacientes menores de 15 años”, dijo. Sobre la falta de fumigación en casas como la de Rosaura, explicó: “Lo que establece la norma es que las campañas de rociado (fumigación) se hacen dos veces al año, en dependencia de la infestación de la comunidad, que tiene que ver con cuántas casas están afectadas por el chinche. Ellos sienten largo las campañas de rociado, porque pasan seis meses entregando chinches y no ven que les rocíen sus casas, pero tiene que ver con lo que establece la norma”.

En busca de un antídoto

El Mal de Chagas fue descubierto hace ya más de un siglo, en 1909, por el médico e infectólogo brasileño Carlos Ribeiro Chagas, que investigaba enfermedades parasitarias en las regiones rurales del gran estado brasileño de Minas Gerais. Las investigaciones de Chagas fueron cruciales más tarde para los científicos que se han interesado por esta enfermedad, aunque cabe decir que el Mal de Chagas no encabeza la lista de enfermedades que despierten gran interés, principalmente dentro de los sistemas de salud pública.

El doctor Jorge Huete ha dedicado veinte años de su vida científica a investigar una posible cura ante este mal. En Managua, Huete es el director del Laboratorio de Biología Molecular de la UCA y presidente de la Academia Nacional de Ciencia. En colaboración con centros de investigación de Estados Unidos, Europa y América Latina, este científico está empeñado en  hallar un antídoto para la enfermedad de Chagas. De hecho, uno de sus discípulos está actualmente en Suecia, investigando una de las cepas de la enfermedad para poder desarrollar una medicina, ya que el Mal de Chagas no tiene cura.

“Hasta ahora no hay fármacos que logren resolver el problema. Solamente hay dos fármacos, que tienen cierto grado de efectividad, sobre todo en niños y al principio, sobre todo en la primera fase del mal. Pero la gente descubre que hay una enfermedad cuando ya no hay prácticamente mucho que hacer. Lo que se hace son curas paliativas”, explicó Huete, un hombre de mediana estatura, moreno, de pelo murruco, que se pasea por su laboratorio con orgullo de nuevo papá.

Los fármacos a los que hace referencia Huete son el benznidazol y el nifurtimox, ambos distribuidos por la Organización Mundial de la Salud para el tratamiento de enfermedades parasitarias. Son medicamentos que no se producen en  grandes cantidades, reduciéndose su fabricación a algunas empresas farmacéuticas. Estos medicamentos no se venden libremente y son los ministerios de Salud de los países afectados por el Mal de Chagas los encargados de distribuirlos a las poblaciones que padecen la enfermedad.

Producir estos medicamentos es caro, aseguró Huete, “y, por otro lado, tampoco resuelven el problema. En algunos pacientes es demasiado tóxico, de tal manera que no lo toleran. Entonces el caso es bastante grave y cuando la gente tiene Mal de Chagas, prácticamente no hay mucho que hacer”.

Barreras oficiales

El doctor Huete explicó que entre las barreras que han obstaculizado su trabajo de investigación está la falta de colaboración del Minsa, que no brinda información confiable sobre la situación del Chagas en Nicaragua. De hecho, ha sido el trabajo tozudo de Huete lo que ha permitido saber más o menos el grado de incidencia de la enfermedad en el país: el doctor aseguró a Confidencial que podría haber entre 70 mil y 120 mil nicaragüenses afectados, en un país con un número de infección de tres mil personas al año.

“Hay que reconocer que incluso a nivel médico hay mucho desconocimiento. El problema de Chagas para Nicaragua ha sido muy subvalorado y no se ha logrado destacar su magnitud. En mi opinión es un problema serio que, sin embargo, se podría contrarrestar muy fácilmente, con el control de vectores y la atención a los pacientes”, dijo Huete.

“A estas alturas Nicaragua debería tener información en general disponible en todos los sitios web del Estado o de las universidades. Pero la información es muy escueta o hay una discontinuidad. Cuando hablamos de problemas de salud pública, de lo que se trata es de tener estadísticas constantes y que estén disponibles a toda la población, a todos los investigadores. Los que hacemos investigación nos encontramos con esta dificultad de que en general no podemos contar con los datos públicos, que deberían estar disponibles”, agregó el doctor.

La falta de información también afecta a la cooperación internacional. JICA, el órgano de ayuda al desarrollo del Japón, está entre las organizaciones internacionales que más dinero han invertido en la erradicación de la enfermedad en Centroamérica. El programa de JICA cubre 38 municipios en cinco departamentos del norte del país, durante cinco años, y culminará en el 2014. Los técnicos del JICA, sin embargo, se han topado con lo que aparentemente es un desorden oficial.

Naoka Miyanohara es una mujer bajita y menuda, muy delgada. Trabaja como voluntaria JICA en Nueva Segovia, intentando modernizar la base de información del sistema de salud de la región en relación a Chagas y capacitando a los funcionarios del Ministerio. Explicó a Confidencial los obstáculos que se ha encontrado: “Aquí en Nueva Segovia hay mucha presencia de chinche y bastantes pacientes, pero la realidad es que no se están atendiendo bien porque hay médicos que no saben nada de Chagas y hay problemas de flujo de información desde el Minsa Central al SILAIS y de éste al municipio. Hay pacientes que no saben el resultado de los exámenes, aunque le salió positivo. No están muy activos en divulgar sobre Chagas a la población”.

Confidencial solicitó información al Ministerio de Salud sobre la epidemia  del Mal de Chagas en norte del país. No recibimos ninguna respuesta, pero en la sede de la institución, en Managua, una secretaria dijo que entregaría la solicitud a las autoridades correspondientes.

 

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