Cuando se lee la historia, o incluso las versiones novelizadas o cinematográficas de la mafia, destaca que los mafiosos solían ser conscientes del carácter ilegal de sus actividades y no lo negaban. ¡Hasta códigos morales y de lealtad adoptaban! En las versiones novelizadas, uno hasta simpatiza con la franqueza descarnada de los capos mafiosos, ya que tenían la hidalguía de no darse baños de pureza que ofendieran la inteligencia de sus adversarios: tenían claro que eran criminales y que ese era su negocio.
En contraste, nos dejan estupefactos la mezquindad y el descaro del intercambio de señalamientos entre autoridades y organizaciones sindicales del sector salud. Por un lado, el ministro de Salud Pública y Asistencia Social llevándoselas de angelito de primera comunión al señalar a los trabajadores y al personal de hospitales y de centros de salud por el denominado robo hormiga. Las autoridades han estado muy cerca del colmo de decir que los problemas de desabastecimiento, falta de cobertura y calidad en la provisión de servicios públicos de salud es culpa, toda, de este robo hormiga.
Por otro lado, las organizaciones sindicales han respondido señalando que el verdadero problema está en el robo elefante. Se refieren a las enormes malversaciones y a los mecanismos efectivísimos de una corrupción agresiva de alto nivel en la adquisición estatal de medicamentos, así como al tráfico de influencias para la asignación de plazas y a otras anomalías, como los verdaderos causantes del desabastecimiento y de la mala calidad de los servicios.
Ambos sectores pretenden investirse de solvencia moral para señalar al otro. Pero, contrario a la generosidad y al código de lealtad y moralidad con que suele retratarse a los capos mafiosos, las autoridades y los sindicalistas del sector salud no tienen la decencia mínima de reconocer que todos los señalamientos que se lanzan los unos a los otros tienen una cuota de veracidad. Contrarios a la simpatía que algunos mafiosos generan en los lectores de novelas por su franqueza cruda, los baños de pureza que se dan todos los actores del sector salud insultan la inteligencia de la ciudadanía.
Insultan la actitud, el discurso y la postura del ministro de Salud al hacerse de la vista gorda e ignorar la corrupción histórica entre autoridades y proveedores de medicamentos y productos farmacéuticos (financistas de campañas electorales, bien conocidos), el nepotismo, el escándalo de la diputada oficialista Emilene Mazariegos (señalada de negociar plazas en el hospital de Huehuetenango), la deuda flotante ilegal y una larga lista de anomalías y hechos delictivos. Tanto como insulta la actitud de los sindicalistas al defender oficiosamente a los trabajadores sin antes esclarecer si están involucrados en el robo de insumos hospitalarios, o bien al exigir la reinstalación de personal que ha sido sorprendido cometiendo estos hurtos o en otras anomalías.
La solución al lío bien podría empezar siguiendo aquella sabia enseñanza bíblica de: «¿Por qué ves la paja en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga en el tuyo?» (Lucas 6:41). Es un hecho que ocurren tanto el robo hormiga como el robo elefante. Y con ello, en vez de tener un pleito entre los ladrones de uno y otro lado del mismo sector, deberíamos empezar a perseguir a ambos, todo conforme a la ley.
Aló, Contraloría General de Cuentas y Ministerio Público. ¿Acaso no les compete?
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