Un Organismo Legislativo verdaderamente comprometido con la transparencia permitiría saber qué es lo que están negociando en nuestro nombre. A las y los diputados les elegimos para que, en teoría y si las cosas funcionaran bien, nos representen precisamente en ese tipo de tareas, ¿no?
Pero bueno, eso en un mundo ideal en el que las cosas funcionan bien. El escándalo de las acusaciones que ahora pesan sobre el diputado Gudy Rivera, y la supuesta existencia de una grabación en la que abusa del poder conferido por el voto de la ciudadanía, nos da una cruda y decepcionante visión de lo que es convencimiento popular: que el Congreso no es más una cloaca pestilente en la que la mayoría de sus ocupantes son seres despreciables de escasa o nula calidad humana y moral.
Y bueno, basta ver la serie televisiva “House of Cards”, para constatar que la tragedia de nuestro Legislativo no es exclusiva de Guatemala, sino cánceres como la corrupción, el tráfico de influencias, el abuso del poder, etc., corroen incluso a los países más poderosos. Entonces, ¿decidimos desechar nuestro Legislativo y nos resignamos a la cloaca?
Creo que no. Primero porque la alternativa es la dictadura y el rompimiento del sistema de pesos y contrapesos que nos ofrece la democracia. Segundo, porque si bien son muchos los diputados basura, no son todos. Y tercero, porque pese a todo, el poder de los diputados no es infinito, sino al contrario, responde de manera muy sensible a la opinión pública, la presión mediática y el prestigio: estos son los factores que, de una u otra forma, determinan su reelección. Si tiramos por la borda al Congreso, terminamos desechando ese resquicio de democracia y ciudadanía que todavía nos queda.
Por ello, es imperativo levantar la voz, interesarse y exigir transparencia y apertura. Muy bien, si el Ejecutivo dice necesitar más deuda bonificada, por lo menos en esta ocasión hizo lo correcto al solicitar la autorización al Congreso, el cual puede decirle sí o no. El Congreso conoció la solicitud y la trasladó a la comisión de trabajo correspondiente, la de Finanzas Públicas y Moneda (por cierto, presidida por el propio Gudy Rivera), la cual ya dictaminó favorable y trasladó el asunto al Pleno del Congreso para ver si la totalidad de los diputados dispone aprobar o rechazar.
Sin embargo, en el Pleno no hay acuerdo para aprobarlos, todavía. Y bueno, como ocurre en cualquier parlamento en el mundo, el oficialismo puede negociar su aprobación. Pero hay negociaciones de negociaciones, legítimas o no, limpias o sucias, corruptas o probas, etc. ¿Cómo saber si lo que están negociando es legítimo, limpio, probo, pero sobre todo, acorde a los intereses de todas y todos los representados por las y los diputados que elegimos? La verdad, ese es muy nuestro problema.
El Ejecutivo dice necesitar ese endeudamiento público adicional. Según la Constitución, al Congreso le toca decidir si aprueba o no, en nuestra representación. A nosotros nos toca decidir si nos parece o no lo que se vaya a negociar entre oficialismo y oposición. Por ello, este momento, justamente ahora que lee estas líneas, es el momento crítico, en el que una comisión de trabajo dictaminó favorable y el Pleno está por decidir.
Si los diputados no saben nada de nosotros, entonces hasta natural puede resultar que terminen haciendo lo que se les venga en gana. Así, pues más vale que ahora, y no después, sepan de sus electores.
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