Henchidos los corazones de patrio ardimiento, las festividades de independencia vinieron a ser un bálsamo para recuperarse y asentar los efectos de las jornadas de protesta, de las votaciones y de todas las manifestaciones públicas que concepto integral en sí mismas aún no tienen. Se movió a los funcionarios del Ejecutivo en medio de acusaciones de corrupción, pero los cambios que se necesitan para sacar adelante a Guatemala y a los guatemaltecos aún están pendientes.
No cabe duda de que la corrupción debe ser erradicada, pero esta no puede ser la única bandera ni el único motivo de la ciudadanía al momento de elegir, postularse para ser elegido, realizar auditoría social del desempeño de sus autoridades y monitorear la ejecución de las políticas públicas por parte de las instituciones gubernamentales. ¿Qué hay de causas estructurales como la pobreza y el subdesarrollo? ¿Quién hace notar que las condiciones de vida de la mayoría de la población no han mejorado en el último cuarto de siglo? Esta caída en barrena del modelo económico y social debe mostrarse como la causa de la crisis política, que en realidad debe ser el detonante de cambios sociales que a manera de reflujo modifiquen ese mismo modelo.
Debe ser modificado un ordenamiento jurídico que representa la voluntad de perpetuar el modelo fracasado. Y para eso es necesario que exista un Organismo Legislativo con dinámicas absolutamente distintas a las que conocemos hasta ahora. Y eso no se ve por ninguna parte. El rediseño de un Estado funcional requiere instituciones renovadas y propositivas, además de una ciudadanía comprometida con un proceso de reforma en su sentido más amplio, participando con juicio, sentido y organización.
Para conseguir lo anterior tenemos un obstáculo primario. Ahora mismo carecemos de liderazgos serios y comprometidos con la nación. No tenemos ni los partidos ni las personas que lideren los procesos. Hay que construirlos en el primer caso y visibilizarlos en el segundo. Ahora mismo no podemos decir que estamos en un callejón sin salida. Más bien estamos en un embudo y de bajada, lo cual obliga a que prioricemos lo que se debe hacer. En primer lugar, hay que estar muy claros sobre los dos partidos y candidatos que en la segunda vuelta compiten por la presidencia. Tienen que demostrarnos que son capaces de administrar el día a día de la administración pública, que se convierte en la supervivencia del Estado, mientras al mismo tiempo se generan las condiciones para hacer las reformas de este que le permitan a la sociedad salir al frente.
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