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Mitos y verdades de un agosto violento en la Antigua

P. recuerda que encontró una escena dantesca en el hospital, “con todos los demás heridos y accidentados de las afueras de Antigua, y del resto del departamento”.
El estado de alarma llevó a una reunión de emergencia el 25 de agosto, entre autoridades locales, y generó acusaciones mutuas entre la policía, municipalidad, autoridades de turismo, y representantes del comercio local.
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Mitos y verdades de un agosto violento en la Antigua

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La noticia de que ocho personas fueron apuñaladas en una sola noche, en el casco de Antigua, recorrió el ciberespacio a la velocidad de la luz, en el portal de periodismo ciudadano iReport de CNN. Los hechos ocurrieron entre el 18 y 19 de agosto pasado. Dos días después, la noticia había saltado a Facebook. La alarma era natural. Este número de heridos por arma blanca duplica y hasta triplica el promedio mensual que reportan la policía, los bomberos, y el Hospital Nacional Hermano Pedro solo en Antigua. Ningún periódico ni cadena de radio cubrió la noticia, pero dos embajadas hicieron recomendaciones drásticas a los extranjeros que visitan Antigua.

Los registros oficiales de la Policía Nacional Civil (PNC) sólo consignan cinco ataques con arma blanca entre la noche del 18 de agosto y la madrugada del 19, en Antigua Guatemala. Los hechos detonaron el titular “Baño de sangre en Antigua”, que encabezaba una nota en portal de periodismo ciudadano iReport de CNN, así como una severa advertencia de la Embajada de Estados Unidos a ciudadanos estadounidenses que visitan o viven en Antigua, para que no fueran víctimas de ataques como los registrados en agosto pasado.

Casi un mes después, autoridades policiacas de Antigua, bomberos y los dueños de los comercios cercanos a donde ocurrieron los ataques tienen escasa información. Según la nota de iReport, hubo ocho víctimas, y según una de las víctimas, fueron doce. Los datos son elusivos aunque algunos de los heridos permanecen en Antigua y tienen relatos concretos que contar.

Uno de ellos es P., una estadounidense veinteañera quien solicitó mantener su identidad en reserva.

“El 18 de agosto me encontré con una amiga en el bar El Muro [3ª calle oriente, cerca de la 2ª avenida norte]; como a la media noche llamamos un taxi”, recuerda P. “Pero el taxi nunca llegó y decidimos caminar”. Se dirigían al negocio de un amigo a solo tres cuadras de distancia. “Habíamos caminado casi una cuadra cuando un picop oscuro, con camper, pasó volando a la par nuestra, y de repente se detuvo”, agrega. “Dos tipos saltaron hacia fuera, y supe de inmediato que venían por nosotras”.

P. fue asaltada en julio y su sentido de corazonada todavía estaba fresco. En esa ocasión, forcejeó con el asaltante que intentaba arrebatarle su bolsa (donde llevaba su computadora), hasta que el sujeto la golpeó en la cabeza y se alejó corriendo con el botín. “Ahora, de una vez me quité la bolsa, se la lancé al tipo, y me di la vuelta para correr, cuando sentí la cortada del cuchillo en mi pierna”, recuerda.

La amiga de P. no tuvo mejor suerte. “Ella les decía: ‘¡No tengo nada! ¡No tengo nada!’, pero el otro hombre la hirió dos veces en el brazo”, relata P. “Los tipos parecía que estaban en onda, drogados”.

Los agresores volvieron al picop y huyeron. P. estaba confundida y desorientada. No encontraba la dirección a donde originalmente quería ir. Su pierna sangraba bastante. “Llevaba puesta una falda larga, que estaba empapada; la arrastraba en el suelo mientras trataba de caminar, cuando se detuvo un taxi y nos llevó cerca del parque”. Al lugar llegaron los Bomberos Municipales.

P. y su amiga subieron a la ambulancia, sólo para encontrar a otro herido que era transportado al hospital. Según P., era Jake Blanco, de Canadá, quien fue atacado cerca de la 6ª avenida sur y 4ª calle oriente, cuando salió de un bar para fumar. Él era una de las diez víctimas esa noche que P. conoció, o de las que escuchó, algunas de las cuales no aparecieron en los reportes policiacos, de los bomberos o el hospital.

El iReport de CNN, publicado el 21 de agosto por Luke McGuirre, describía a ocho víctimas (seis estadounidenses, un australiano y un guatemalteco). Sin embargo, los Bomberos Municipales sólo atendieron cuatro emergencias durante la noche, entre el 18 y 19 de agosto. Entre las 00:42 a.m. y la 1:30 a.m., recogieron a P., su amiga, y a un hombre no identificado en sus treintas (con cortadas en la cabeza, muñeca, pecho y estómago, y quien podría ser Jake Blanco), y los llevaron al hospital nacional.

Después, a las 6:02 a.m. recogieron a una mujer con una herida grave en la oreja izquierda. Vestía corte y güipil y no llevaba identificación. Fue hallada sobre la 6ª calle poniente, cerca de la 7ª avenida sur. Esta información está consignada en informes escritos, en la estación de Bomberos Municipales de Antigua, y fueron mostrados por el bombero José Juan García. Los Bomberos Voluntarios no cubrieron emergencias esa noche en Antigua, según su portavoz Hugo Galindo.

Mientras tanto, la PNC tenía un registro de cinco personas atacadas con arma blanca (cuchillo, navaja) en Antigua. Desde la capital, el portavoz policial, Donald González, dijo el 21 de agosto que las personas denunciaron haber sido atacadas por hombres que viajaban en un picop café y una moto (la misma información que aparecía en el iReport de CNN). La policía además registraba un caso más que los Bomberos Municipales: el guatemalteco Francisco Monroy, quien sufrió heridas menores con arma blanca y fue hallado sobre la Alameda Santa Lucía (a unas cuadras del mercado) cerca de la 1:30 a.m., de acuerdo con el Oficial Primero Erick Tórtola, subjefe de la Comisaría de la PNC de Sacatepéquez.

Juntos, la policía y los Bomberos Municipales registraron sólo cinco víctimas (incluyendo tres extranjeros). La directora del Hospital Nacional Hermano Pedro, Dra. Miriam López, divulgó registros hospitalarios que muestran que, en las primeras horas del viernes 19 de agosto, también tres extranjeros pero sólo un guatemalteco heridos con arma blanca (en Antigua) fueron admitidos en el hospital. Pero los registros solo muestran a P. (y no a su amiga), a Blanco, y a un extranjero de 55 años (cuya nacionalidad no se estableció), y a Monroy. P. insiste en que el número de heridos fue mayor.

“Conocí a una pareja de Nueva Zelanda en el hospital”, asegura P. “Me dijeron que los habían asaltado sujetos que viajaban en una moto amarilla, cerca de La Merced [6ª avenida norte y 1ª calle oriente], alrededor de las 8:30 p.m.; se llevaron su dinero, tarjetas de crédito, a ella no le hicieron nada pero al hombre le cortaron la cara”. P. hace un ademán para mostrar que la cortada empezaba en la ceja derecha y se extendía al lado izquierdo de la quijada. No está claro si este hombre es el extranjero que aparece en el reporte hospitalario. P. también supo de otros dos hombres atacados, que fueron por sus propios medios a un hospital privado; de un turista francés, y una pareja agredida cerca de la 2ª avenida norte (también a la media noche, a pocos metros de donde la atacaron a ella).

“A la chica le cortaron la mano y se robaron su pasaporte”, añade casi segura de que después los atacantes fueron por ella y su amiga.

P. recuerda que encontró una escena dantesca en el hospital, “con todos los demás heridos y accidentados de las afueras de Antigua, y del resto del departamento [Sacatepéquez]”. Dice que la ayuda tardó en llegar, aun en la sección de Emergencia. Era jueves por la noche, pero el personal parecía desbordado, lo cual podría explicar por qué los registros hospitalarios no muestran a todos los heridos. Puede que algunos nunca fueran al hospital o, al no ser atendidos pronto, optaron por ir a una clínica privada. Otros, que sí estaban ahí, de acuerdo con el testimonio de P., no aparecen en los registros.

Después de recibir el alta, P. debió ir a una clínica privada para que le colocaran de nuevo los puntos, igual que Blanco lo hizo en Canadá, donde también está en rehabilitación porque los agresores le cortaron los tendones en el brazo.

Escasa información

La noticia de los ataques no llegó a la prensa local por falta de información. La doctora López admite que los reporteros de Antigua insistieron en que había varias víctimas extranjeras hospitalizadas. Ella había insistido en que solo había una. Pero el 8 de septiembre divulgó registros hospitalarios que mostraban a los tres extranjeros tratados por heridas de arma blanca el 19 de agosto.

Las PNC y los bomberos aseguran que este tipo de ataques son “muy inusuales” para Antigua. Renato Melgar, de los Bomberos Voluntarios, dice que en promedio cubren un caso de heridas de arma blanca quincenal en Antigua. “La mayoría ocurre en las aldeas alrededor de Antigua, o en otros municipios en Sacatepéquez”, afirma Melgar, quien tiene 10 años de trabajar en la estación de Antigua. El Oficial Tórtola, asignado a Antigua en febrero pasado, coincide con Melgar, y agrega que “los únicos heridos por arma blanca denunciados a la PNC entre enero y el 6 de septiembre, este año, son los cinco casos del 18 y 19 de agosto”.

La doctora López revela que, en promedio, el hospital recibe un herido por arma blanca en Antigua por semana, o menos—aunque tiene el registro de un caso del 28 de agosto y otro del 5 de septiembre. Estos números contrastan con todos los casos que recibieron de todo Sacatepéquez entre enero y agosto: 63 heridos por arma blanca, y 45, por arma de fuego (hombres y mujeres). De estos casos, el 76 por ciento ocurrió entre lunes y viernes.

Alarma sin contexto

Pese a que las cifras muestran que los ataques con arma blanca son poco frecuentes, el artículo en iReport de CNN (una página de periodismo ciudadano cuyo contenido no es verificado por profesionales de CNN) generó una percepción contraria. Además, detonó medidas drásticas entre algunos extranjeros que viven en la ciudad, especialmente los de mayor edad.

Una semana después de los hechos, D., una maestra estadounidense en sus cincuentas, se refería a “lo que está pasando en Antigua”, aludiendo a una violencia permanente. D. había leído un email que envió la Embajada de EEUU a sus ciudadanos, advirtiéndoles sobre los asaltos en los últimos meses, y los ataques con arma blanca del 18 y 19 de agosto. Una misión europea recomendó a sus funcionarios que, si visitaban Antigua, no salieran después de las cinco de la tarde, ni tomaran tuc-tucs.

El estado de alarma llevó a una reunión de emergencia el 25 de agosto, entre autoridades locales, y generó acusaciones mutuas entre la policía, municipalidad, autoridades de turismo y representantes del comercio local. Durante la reunión, surgió una lista de medidas de seguridad pendientes de materializar, y se renovó la intención de poner algunas en práctica, como una mayor presencia policial en las calles. Todo esto ocurrió aunque ninguno de los participantes en la reunión tenía información concreta acerca de los ataques de agosto, más allá de la nota del iReport de CNN y el email de la Embajada de EEUU. Sin embargo, la perspectiva de perder el reducido número de turistas que todavía visitan Antigua bastó para alarmar a muchos.

El temor de los comerciantes que dependen del turismo, es real. También es alimentado por los reportes de asaltos en los cuales las víctimas no resultan heridas, y por la violencia en otras partes del país. Algunos hoteles de Antigua recibieron cancelaciones de grupos grandes después que corrió la noticia sobre la masacre de 27 campesinos el 14 de mayo en Petén. El Oficial Tórtola asegura que la PNC recibe denuncias de “casos de robo [a casas] o de personas a quienes les robaron sus cosas en la camioneta, de carteristas”. En el iReport de CNN, McGuirre denunció que sus motocicletas fueron robadas frente a su casa (un complejo con garita), y que en otro caso, un conocido fue golpeado y asaltado por un taxista. Por aparte, Melgar afirma que el robo de vehículos también es frecuente.

¿Hay sospechosos?

Entre enero y agosto, 13 personas fueron capturadas en grupos de dos o tres en Antigua, por asaltar peatones. En el mismo lapso, en el resto de Sacatepéquez, la cifra de detenidos se eleva a 35. “La mayoría de las personas detenidas en Antigua amenazaron a sus víctimas, pero no llevaban armas, excepto—a veces—por una pistola de plástico, y no tenían antecedentes policíacos, excepto por intento de robo”, explica el Oficial Tórtola.

En las aldeas que rodean Antigua, y en otros municipios de Sacatepéquez, los asaltantes llevan pistolas o cuchillos, y suelen tener antecedentes por posesión ilegal de arma de fuego, posesión de droga para el consumo, y robo agravado, de acuerdo con la PNC. “En Antigua, registramos entre dos y cuatro asaltos al mes, mientras que hay entre seis y siete en el resto de Sacatepéquez”, afirma Tórtola. No obstante, no todos los casos son reportados a la policía.

Melgar, quien también trabaja como reportero para una radio en Antigua, ha observado que los detenidos por asalto en esta ciudad suelen ser de Chimaltenango, la capital y Escuintla. Mientras tanto, la PNC no ha identificado a ningún pandillero entre los detenidos. Los denunciantes de casos de extorsión a comercios antigüeños relacionan estos casos con las pandillas, generalmente porque en la capital la extorsión a negocios sí muestra este vínculo.

Lapsus inexplicable

La PNC todavía sabe poco—casi nada—acerca de los delincuentes que perpetraron los asaltos del 18 y 19 de agosto. P. sólo recuerda que eran bajos y morenos. Tampoco existe una explicación acerca de por qué el “Plan Cuadrante” no previno algunos de los ataques. Este plan involucra a dos policías asignados 24 horas (en turnos de ocho horas) para patrullar a pie o en vehículo cada cuadrante (un sector cuadrado de dos cuadras cada lado).

P. dice que el ataque a ella y su amiga fue rápido. Tórtola anticipa que “el asalto pudo ocurrir cuando la policía estaba a dos cuadras de distancia, en el punto más lejano del cuadrante”. Pero, de ser así, esta posibilidad también habría que aplicarla a los otros 12 asaltos, o al menos a los 5 oficialmente registrados.

El Oficial Tórtola se queja de que sólo la policía no puede proveer seguridad. “Nos ayudaría tener cámaras de seguridad y un centro de control conjunto con la policía de tránsito, municipal y de turismo”, dice. “Hay lugares más pequeños que Antigua, como Pachalum, Quiché, donde el alcalde instaló cámaras, o Mixco [un municipio mucho más grande, y cercano a la capital], donde la municipalidad trabaja en conjunto con la policía”.

En Antigua, la falta de cámaras es atribuida a la falta de dinero de la comuna, o de los dueños de comercios—algunos de los cuales tienen ingresos reducidos. Además, la colaboración entre la PNC y la municipalidad todavía está bajo gestión, aunque ya muestra algunos síntomas de avance. “En septiembre empezamos un programa de patrullaje combinado entre la PNC, Policía Municipal y el Ejército”, anuncia Tórtola, asegurando que es una medida adoptada a raíz de los ataques de agosto. La vigilancia, sin embargo, se concentra en algunas cuadras mientras que otras están desiertas. El 5 y el 13 de septiembre, por ejemplo, a las diez de la noche, no se observa ni un policía entre la entrada de Antigua y La Merced, pero el 5 solo en la esquina de la 3ª calle y Alameda Santa Lucía había cuatro agentes de la PNC, dos de la Municipalidad y un soldado; luego, el 13, había un picop con cuatro agentes y dos soldados cerca de la 2ª calle oriente y la 6ª avenida.

Desconfianza del turista

Cámaras de seguridad, y presencia policial aparte, la limitación para la cual la PNC todavía no tiene un plan de contingencia es la renuencia de las víctimas a denunciar delitos rápida y directamente. La madrugada del 19 de agosto, un agente sí tomó el nombre de P. y su amiga, pero ella admite que relató los hechos a la Policía de Turismo, que después trasladó la información a la PNC. P. reconoce que no tenía confianza de hablar con la PNC. “No estoy segura sobre cuáles son mis derechos como una ciudadana estadounidense en Guatemala”, dice.

El Oficial Tórtola quisiera que más extranjeros confiaran en la policía. “La policía ya no es como antes; ahora somos diferentes”, asegura, tal vez aludiendo a los denunciados casos de abuso policial y corrupción, que son un hecho pero no involucran a todos los policías. “Yo hasta le he dado jalón a algunos turistas”, dice el oficial, aparentemente sorprendido porque los extranjeros tuvieron la confianza de viajar en un vehículo policial. Pero la confianza no siempre surge cuando se trata de reportar un hecho violento. “A veces recibimos la información dos o tres horas tarde, de una tercera persona, cuando ya no se puede hacer nada”, se queja.

De esa cuenta, información incompleta ha llevado a la policía a elaborar teorías desconectadas de los hechos. Entre el 18 y 19 de agosto, los Bomberos Municipales consignaron que las cuatro personas que atendieron mostraban síntomas de haber ingerido alcohol. De acuerdo con el portavoz González, “el grupo aparentaba haber estado involucrado en una riña”. No obstante, ninguno, salvo por P. y su amiga, se conocían antes de esa noche; además, los bomberos los recogieron en diferentes direcciones de Antigua, y el consumo de alcohol no tuvo relación con el móvil de los ataques. Pero en algunos casos, hizo a las víctimas más vulnerables.

“Si han estado tomando, y es tarde en la noche, entonces se convierten en un blanco”, dice Tórtola. “Si tuviéramos cámaras en lugares claves, podríamos monitorear la mayor parte de la ciudad y actuar más rápido cuando vemos vehículos o situaciones sospechosas”. Cuando se le pregunta si la policía hubiera detenido un picop desplazándose a alta velocidad, a media noche (como el que vio P.), Tórtola responde que “sí” sin vacilar.

El oficial habla como el jefe interino de la Comisaría de Sacatepéquez porque el jefe anterior —Manuel Salguero— fue enviado a un curso y su retorno a Antigua no está garantizado. Tórtola asegura que Salguero no fue removido del cargo a raíz de los ataques de agosto, y reitera que los hechos del mes pasado fueron más una excepción a la regla.

Algunos extranjeros han decidido evitar Antigua, otros decidieron quedarse, como P., aún después de haber sido asaltada dos veces y apuñalada una vez. “Aprendí bastante de mi experiencia, pero ahora me pregunto qué pasará la próxima vez [si me asaltan]”, dice mientras repasa sus dedos sobre una pequeña hinchazón en su frente, una cicatriz que le quedó de la primera vez que la asaltaron. Ahora también le cuesta apoyar la pierna, por la herida del último asalto.

“Todo esto me ha hecho pensar en mejores formas para protegerme”, afirma reflexiva. “Siento que si me voy, los criminales ganan. No quiero morirme aquí, pero tampoco me quiero ir. Me gusta estar aquí; vine a Guatemala para tener un poco más de perspectiva de mi vida en Estados Unidos, pero ahora me encuentro con esto”. P. todavía está asimilando el ataque y las secuelas.

Antigua, sus residentes y autoridades están tratando de hacer lo mismo.

Nota: Un fragmento de esta nota aparece en la revista La Cuadra, que se publica en Antigua Guatemala.

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