Más allá del hecho, de las burlas y los chistes muy particulares en algunos sectores de nuestra sociedad, hubo también vociferaciones, groserías e insultos dignos de ser analizados por un psicólogo forense. Creo que hasta se incurrió en algunos actos delictivos.
En algunos comentarios vertidos en las redes sociales se hacía una relación inversamente proporcional entre la belleza femenina y la inteligencia, en una clara postura de misoginia irracional e inexplicable. Insensata en cuanto la agresividad hacia la mujer. Inexplicable porque muchas de las glosas estaban escritas con tremendas faltas de ortografía. ¿Entonces?
Y lo inaceptable, no obstante la persona afectada se dirigió a la población a través de la televisión pidiendo más humanidad para con ella, tal pareciera que la solicitud solo generó más mordacidad, y otra ola de memes volvió a repuntar.
El problema debe verse como tal, como un problema psicosocial, porque la misoginia se trata de aborrecimiento, obcecaciones o rechazo desmedido hacia las mujeres. Y casi siempre la causa está en la infancia de la persona que así actúa. Subyace un trauma o un tipo de formación recibida en el que la mujer es denigrada como si fuera un ser inferior al hombre.
Aunque se diga que esa manera de argumentar no tiene malas intenciones, en el caso que atañe a este artículo suficientes advertencias hubo. Muchas personas salieron al paso de la ola de escarnios, infamaciones y abusivos memes, pero nada se logró. Incluso hubo insultos para quienes pidieron moderación.
Muchas de las agresiones vertidas bien pueden calificarse como violencia de género en cuanto una versión de violencia psicológica. Cierto, la joven que cometió el error lo hizo públicamente y en un programa televisivo. Por ello, sujeta estaba a la crítica. Mas una cosa es la condición de verter opiniones respecto a una situación dada y otra ejercer violencia verbal o escrita.
Vale la pena acotar entonces en relación a cuán enferma está nuestra sociedad. Los remedos de crítica provinieron de diversos estratos sociales. Y también vale recordar que una condición psicológica de esa naturaleza requiere de ayuda profesional para quien la presenta. Una de las vías es el psicoanálisis. No está demás advertir que quienes infaman de semejante forma muy fácilmente pueden intentar una agresión física.
Y para el coleto de quienes así actuaron, si dicha persona lo quisiera, bien podría acudir a los tribunales del Estado. No cometió un crimen como para ser zaherida como se hizo.
Entre las condiciones del ser humano —para ser catalogado como tal— está la capacidad de sentir afecto, de ser comprensivo y de tener mucha solidaridad para con sus congéneres. Y la compasión, frente a una desdicha del prójimo, es casi indispensable.
La crítica no es mala. Es importante a manera de juicio, incluso para ayudar a las personas que la necesiten. Empero, se precisa de mucha madurez y responsabilidad para ejercitarla. Y debe ser muy reflexiva. En el caso de la jovencita que cometió el dislate aritmético, no hubo reflexión ni discernimiento en muchas de las dichas críticas que se le hicieron. No pasaron de ser vociferaciones dignas de personas irracionales.
La beata Teresa de Calcuta, cuya fecha de canonización es el 4 de septiembre del presente año, decía con frecuencia: «Ser un poco mejor y aprender algo nuevo son dos cosas que se deben intentar a diario». Y para quienes profesamos el cristianismo, hemos de recordar que el humanismo cristiano pregona que «… se es tanto más humano en cuanto se es más cristiano, y se es tanto más cristiano en cuanto se es más humano».
Muchas de las agresiones que leí en las redes provenían de cristianos confesos.
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