Pero la que más me preocupó por reveladora fue cuando dijo: «Nuestra Constitución protege la vida, la persona y la familia. Mientras yo tenga fuerzas para defender mi patria, mi fe y mi familia, lo haré. Lo juro». Dos oraciones que revelan tanto sus intenciones y sus prioridades como el talante del líder que tenemos.
El artículo 1 de la Constitución declara que «el Estado de Guatemala se organiza para proteger a la persona y a la familia [y que] su fin supremo es la realización del bien común». Mientras tanto, el artículo 2 establece que «es deber del Estado garantizarles a los habitantes de la república la vida, la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona». El presidente Morales, en una suerte de chambonada, hace un remedo de los dos artículos de la carta magna y reduce el mandato constitucional a la defensa de la vida, de la persona y de la familia, de tal modo que se abstiene de mencionar «la libertad, la justicia, la seguridad, la paz y el desarrollo integral de la persona», que posiblemente no son de su agrado.
Por otro lado, cuesta creer que su ingenuo desliz hacia la defensa de la vida no es más que un guiño a los grupos provida, a los ciudadanos conservadores y a grupos religiosos con la intención de obtener su simpatía. Su preferencia por la vida no parece reflejarse en su mandato, durante el cual 41 niñas de un hogar seguro murieron calcinadas, o cuando en su discurso no hace una mínima alusión a los cientos de personas que quedaron sepultadas en la erupción del volcán de Fuego. Tampoco menciona a los niños migrantes que recientemente murieron en la frontera con Estados Unidos.
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Aunque esta falta de coherencia es indignante, la segunda parte de su declaración es más preocupante por las implicaciones que tiene. ¿Qué clase de gobernante, mandatario de una nación, presidente constitucional, puede decir frente al Congreso de la República que jura defender su patria, su fe y su familia? Y los padres de la patria presentes (cómplices suyos) le aplauden como focas.
A pesar de que la defensa de su familia ha quedado más que en evidencia, suena horrible que lo diga pública e impúdicamente frente a toda la nación. Por otro lado, su juramento de defender su fe entra en clara contradicción con la Constitución (la misma que una vez más se pasa por el arco del triunfo), que garantiza el ejercicio de todas las religiones. Finalmente, con estos antecedentes, es fácil concluir que, cuando jura por la defensa de su patria, se refiere a los suyos, a la mancuerna que le habla al oído para que expulse a la Cicig, la que lo anima a decir estas sandeces: la misma mafia que, cuando lo vea ir a la cárcel, le volteará la cara y si te vi no me acuerdo.
El absurdo juramento del presidente Morales a su patria, a su fe y a su familia es evidencia de su miopía y de su falta de estatura como estadista, pero además será su condena. Cuando asumió la presidencia, juró defender la Constitución y sus leyes. Hoy nos queda más que claro que su único objetivo es defenderse a sí mismo. Ya no le importa mantener las apariencias y fingir que es el mandatario.
Este viernes, cuando se inicie la carrera electoral, Morales comenzará oficialmente su caída libre del pedestal donde está ahora. Esos a los que llamó patria lo traicionarán y dejarán solo cuando tenga que enfrentar la justicia. Ojalá su fe y su familia no lo abandonen en estas horas oscuras que le esperan.
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