El síndrome del quemado (burnout), fatiga por compasión o síndrome de estrés laboral asistencial, como primeramente se le conoció, es una condición en la cual los trabajadores que atienden problemas sociales, de salud o de seguridad «tienden a acumular estrés como consecuencia de una interacción que en ocasiones se torna problemática y frustrante» [1].
Entre otros efectos, se pueden encontrar síntomas de cansancio emocional, despersonalización y falta de realización individual en quienes atienden las situaciones enumeradas anteriormente. Dentro de los factores que inciden en la aparición de este problema se encuentran los propios de las personas, de la situación y de las circunstancias vitales del profesional. Sin embargo, la literatura especializada plantea que son las condiciones del nivel organizacional las más importantes para desencadenar el desgaste emocional (antes, incluso, que las condiciones personales).
Entre las condiciones del contexto organizacional que pueden ser desgastantes se encuentran los recursos insuficientes o inadecuados a las necesidades de los usuarios, un entorno de trabajo poco confortable o peligroso, presiones de tiempo, burocracia excesiva, falta de participación en la toma de decisiones que afectan el propio trabajo, escasa autonomía profesional, sobrecarga de trabajo, comunicación escasa o deficiente, falta de retroalimentación, insuficiente supervisión de calidad, clima organizacional de desánimo y baja motivación, relaciones insatisfactorias con los compañeros, cambios frecuentes en el equipo de trabajo, salario insuficiente y pocas oportunidades de desarrollo personal y profesional [2].
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Como se puede apreciar en las quejas y en las condiciones en las que el personal sanitario enfrenta la crisis de covid-19, se reconocen varias de estas situaciones, como la precaria situación previa del sistema de salud, el material insuficiente, la falta de pagos, el bajo salario, la sobrecarga de trabajo, los turnos largos, el peligro al que se exponen, la muerte de los pacientes, etc. A esto se suman la negación de estas condiciones por parte del gobierno de Giammattei y las reacciones de algunos vecinos de rechazo al personal sanitario por miedo al contagio.
Es cierto que los mismos médicos, practicantes, enfermeras y personal sanitario han dado muestras de su vocación y de su valor al enfrentar la crisis, que han puesto en juego sus recursos personales y que muchas personas también reconocen su trabajo, pero, más allá de estos factores positivos, se debe actuar para mejorar las condiciones en las que realizan su importante papel. De no ser así, el personal de primera línea para enfrentar la crisis provocada por el covid-19 sufrirá (si no está sufriendo ya) un desgaste significativo.
El Gobierno y el Ministerio de Salud deben cuidar a sus trabajadores porque son su recurso más valioso. Y este reconocimiento debe ir más allá de discursos u oraciones presidenciales y pasar a mejorar las condiciones concretas de trabajo y a fortalecer los equipos sanitarios.
Frente a la emergencia, y en espera de que se mejoren las condiciones del personal sanitario, se debe señalar que hay instituciones que brindan apoyo en salud mental en estas condiciones, como la Liga Guatemalteca de Higiene Mental, el Colegio de Psicólogos de Guatemala y el Departamento de Práctica de la Escuela de Ciencias Psicológicas, así como profesionales de la salud mental, que pueden ser un recurso que el personal sanitario podría solicitar si lo considerase necesario.
[1] Uriarte, Carla, y Parada, Enrique (2009). «Trabajar en profesiones de emergencia: afrontar el estrés por incidente crítico y prevenir el desgaste psíquico y el desgaste por empatía». Psicología y emergencia. Habilidades psicológicas en las profesiones de socorro y emergencia (Parada, Enrique, coordinador). Bilbao: Editorial Descleé de Brouwer. Pág. 585.
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