Procesos judiciales del año en curso, han puesto en evidencia estructuras y modos de operar del Ejército de Guatemala en décadas anteriores, a veces con el apoyo o al menos el visto bueno de la élite económica de este país. Ha robustecido el odio y las ideologías radicales que en su momento motivaron el sufrimiento, dolor, tortura, desaparición, masacres y todo tipo de muertes violentas de miles de guatemaltecos y guatemaltecas, creando así un presente heredero directo de una cultura de viole...
Procesos judiciales del año en curso, han puesto en evidencia estructuras y modos de operar del Ejército de Guatemala en décadas anteriores, a veces con el apoyo o al menos el visto bueno de la élite económica de este país. Ha robustecido el odio y las ideologías radicales que en su momento motivaron el sufrimiento, dolor, tortura, desaparición, masacres y todo tipo de muertes violentas de miles de guatemaltecos y guatemaltecas, creando así un presente heredero directo de una cultura de violencia y de una historia de sangre. Vuelvo a decirlo, alto y fuerte: me declaro contra cualquier tipo de terrorismo que se atreva a reproducir lógicas de miedo y terror. En Guatemala existen formas actuales de terrorismo que se han ido acomodando a las nuevas condiciones políticas y sociales, y por eso me manifiesto también en contra de ellas:
- Contra el terrorismo del Estado y de la élite económica: que anteponiendo intereses de clase y poder, siguen manteniendo una política abusadora, indiferente del primer derecho constitucional de cualquier guatemalteco, el derecho a la vida digna. Me opongo al Estado que sigue hoy por hoy, al servicio de unos, un Estado configurado para mantener la situación de pobreza y de exclusión. No reconozco en las instituciones empresariales la voluntad real de querer mejorar las condiciones de empleo y salario; al contrario, se mantiene la lógica de la ganancia a cualquier precio. También contra los gobiernos guatemaltecos, que bajo postulados populistas, le han sacado raja –con la militarización de los espacios públicos, los estados de sitio y otras artimañas solapadas− a estar en puestos públicos, aumentando las ansias de ser más ricos en un país de muy pobres.
- Contra el terrorismo de transnacionales y megaproyectos: que desde el sicariato empresarial han obviado desde hace mucho, comunidades enteras, que han callado voces colectivas, y han llegado al extremo de ver en los niños los enemigos del negocio. Transnacionales y megaproyectos que han instalado represas de miedo, que han traído de vuelta a los presos políticos, que siembran políticas de “seguridad” bajo el mismo postulado tan prostituido del desarrollo.
- Contra el terrorismo de opinión y mediático: que ha sido una estrategia por la lucha de comprender la historia de la guerra desde la estigmatización de principios políticos diferentes (hasta asociarlos con el puro diablo), a comparar erróneamente estrategias de Estado y de organizaciones insurgentes, a justificar muertes por muertes, a resucitar prejuicios políticos que fueron la base de argumentación para lógicas de seguridad nacional, escondiendo la lógica económica de la guerra. Rechazo las estrategias comunicacionales que buscan formar una opinión pública que reconozca forzadamente en algunos columnistas, defensores de Derechos Humanos (a la memoria y derecho a la justicia, por ejemplo), o en funcionarios y organizaciones sociales al nuevo enemigo público. Me resisto a que la historia que leí y estudié sobre las décadas de 1970 y 1980, de esas listas con nombres como amenaza real de muerte, sea de nuevo la historia de mi generación.
Terrorismo en Guatemala: nunca más. Nada más de acuerdo, que no se quiera manosear la historia, y menos que bajo la utilización de hechos históricos que hicieron sufrir a familias guatemaltecas, como lo sucedido el 5 de septiembre de 1980 en Ciudad Guatemala, se quiera así justificar y aprovechar para argumentar muchas otras acciones que sucedieron desde el Estado y el gobierno militar de la época. Tampoco puede ser posible entender un pasado sin relación con otros momentos, y por eso, aunque soy de una generación “privilegiada” que no vivió en esos años, me es difícil no ver muchas causas de lo que vivo hoy en un pasado tan oscuro.
Si de terrorismo queremos hablar, no dejemos tampoco de ver el presente, y de leer críticamente el pasado.
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