Mantener la estabilidad macroeconómica y sostener modestas tasas de crecimiento económico han sido las coordenadas de las administraciones de derecha y centro-derecha desde el Consenso de Washington, pero las políticas neoliberales distaron de ofrecer al país una “democratización de la economía” como equivocadamente quisieran hacer creer algunos analistas. Así lo prueban algunas comparaciones con otros países, estudios sobre desarrollo humano u otros que prevén que, a pesar de la disminución de la pobreza en América Latina, se necesitarán dos generaciones antes de que el ciudadano promedio alcance el mismo nivel o calidad de vida que los países ricos gozaban en 2000.
Al igual, una vez derrotado el comunismo, la única vía capitalista tampoco ha podido ofrecer en países con mayor tradición democrática como Estados Unidos, ejemplos de equidad y una mejor distribución de la riqueza. La crisis financiera del 2007-08 apenas fue la punta del iceberg de cómo el capitalismo salvaje, la mercantilización de la política y la falta de regulaciones en los sectores de la banca y las finanzas, puso a todo el sistema en juego, revelándose con mayor claridad las inequidades sociales y la ineficacia de medidas económicas de austeridad para atacarlas.
Ante los derroteros de la globalización y el modelo único, al igual que en otras latitudes, las izquierdas chapinas están tratando de re-encontrar identidad y propósito en la lucha por refundar la política y aspectos cruciales del Estado guatemalteco, a vísperas del próximo evento electoral. Obviamente esto no es nuevo pues existe una tradición de izquierdas en el país –desde la revolucionaria hasta la democrática- que han tratado de reconstituirse desde la firma de los Acuerdos de Paz, aunque todavía con escaso vuelo e incidencia en la política electoral.
En otro de sus análisis torales, Edelberto Torres-Rivas repasa el qué hacer de las derechas, las que vuelve a presentar como un desincentivo tanto para el cambio social y el tránsito hacia la modernidad. Apuesta el sociólogo a que, dado su fracaso, hay espacios que pelear y que una nueva izquierda podría lograrlo frente a las oportunidades perdidas. ¿Cuál es la ruta para fuerzas progresistas modernas y pro-democráticas? Los retos son inmensos (siendo uno de ellos vencer el carácter clientelar del sistema político), pero a manera de ensayo, planteo:
1. La democratización interna y profesionalización de lo político. Aprender las lecciones del pasado y no replicar los elementos personalistas que han sido la piedra en el zapato de todas las corrientes, incluyendo a las izquierdas. Es imperativo formar cuadros que no giren alrededor de una sola persona, líderes representativos de la sociedad guatemalteca con base en proyectos específicos y objetivos claros, que sean operadores políticos con poder de persuasión, preparados para argumentar, debatir, negociar y ganar ante el adversario.
2. Recuperar la organización social. Esta no pasa por las redes sociales o algunos medios alternativos, sino es un trabajo de hormiga y de largo aliento, conectando el campo con la ciudad. Como vimos en la “primavera árabe” y en el movimiento “Ocupa” de Wall Street, Facebook y Twitter son instrumentos auxiliares, pero no es en la esfera virtual donde se construye el músculo ciudadano ni el aprendizaje de lo político.
3. La plataforma programática de la gente. Quienes han convocado a algunas iniciativas centran el trabajo en reformas de fondo ya sea del sistema constitucional, electoral, o de recuperación de los bienes y servicios públicos. Es una suerte de agenda “desde abajo” como apunta el analista Julio Donis, pero que necesita mayor articulación para incidir.
4. Inclusión. Deben reflejar a la población en términos de género, etnias y localidades. Distintas voces deben ser representadas equitativamente en términos de poder, para romper con los patrones tradicionales.
Falta entonces ver si éstos y otros esfuerzos ciudadanos desplazarán al proyecto dominante para que en la próxima década, en una democracia plural, pase a ser otro más.
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