Ha trascendido en los medios de comunicación que el próximo martes 20 comenzará una gira para cumplir una agenda que incluye su participación en el 71er. período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Otras actividades tiene programadas, tales como una reunión con directivos de la Organización Internacional del Trabajo y alguna con dirigentes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Muy bien. Mas ojo: en ninguna es indispensable su participación. Ni para las organizaciones mencionadas ni para nuestro país. Incluso, sería beneficioso que a tales juntas asistiera alguien más versado en los temas que se van a tratar.
Sin embargo, donde sí se lo necesita es aquí, al frente de su gobierno. Y como primera medida por tomar debería considerar el cambio de sus asesores, ya que pareciera que los dichos consejeros más quisieran empujarlo a un precipicio que fungir como personas que emiten opinión al estilo amicus curiae a fin de colaborar con él en la toma de decisiones.
En siete meses sumará el cuarto viaje fuera del país y una caterva de escándalos que van desde espionaje en la SAAS hasta la batahola a la que lo metieron su hermano y uno de sus hijos. Y creo que ni uno solo de sus dichosos asesores le ha dicho que se está desgastando no solo su figura, sino también la imagen de la Presidencia de la República, ostente el cargo quien lo ostente. Baste ver la cantidad de chistes y memes que circulan en las redes sociales para notar que —cierto o no—, a ojos de la población, la indignidad ha hecho presa de la silla presidencial.
La responsabilidad es de todos los guatemaltecos. Sabe Dios en qué momento nos metimos en esa incapacidad para discernir en cuanto a elegir a los mejores gobernantes y en la cobardía en cuanto a asumir nuestras responsabilidades ciudadanas. Bien explicó Platón al respecto: «El precio de desentenderse de la política es ser gobernado por los peores hombres».
Ello tiene su precio. Así como el presidente sufre —que no enfrenta— la peor crisis de su gobierno, nosotros, el pueblo, sufrimos la peor crisis hospitalaria que hayamos vivido en décadas. Y, por favor, no se despotrique contra la señora ministra de Salud, que mucho está haciendo ya con ordenar la casa. No se pueden resolver en un santiamén años de latrocinio ejecutado por ladrones vulgares y cleptómanos de cuello blanco.
Como si lo anterior fuera poco, el presidente ha perdido otra dimensión: la de esa Guatemala profunda, como la llamó Otto Pérez Molina (para valerse de ella e intentar permanecer en la guayaba). Al momento, los alcaldes de San Marcos están exigiendo el nombramiento de un gobernador departamental. ¡Habrase visto! No poder nombrar en un plazo prudencial a un funcionario de vital importancia para ejecutar el presupuesto del Consejo Departamental de Desarrollo. De nuevo me pregunto dónde están los asesores.
Ante tales entretejidos, mal síntoma es que salga corriendo. Es la repetición de las entradas y las salidas de los anteriores presidentes. Me refiero a los peores. O las inauguraciones hasta de chorritos de agua potable en la época de Ramiro de León Carpio. Guatemala necesita en estos momentos la figura de un mandatario que con mano firme conduzca el Gobierno como debe ser, y no la del figurín en la novela El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias: «¡Figurín, figurero, quién te figuró, que te fizo figura de figurón!».
De otros personajes como el Pelele y el Mosco estamos hartos.
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