El debate se desató por una columna que escribí hace dos semanas en este medio. El tema era nuevamente la libertad de expresión y el desventurado artículo que Seidner publicó en elPeriódico recientemente. A continuación se reproduce un extracto de lo allí dicho.
Guille: “…Aunque me desagrade totalmente las ideas presentadas en este artículo, tiene todo el derecho de expresarlas. Contribuye con la pluralidad de expresión de ideas que forman la sociedad Guatemalteca…”.
Felipe: “Es un debate mucho más profundo. El asunto es que elPeriódico ha hecho manifiesta una lucha contra la violencia. En el caso del femicidio, la cosa es terrible en este país. Eso no es nada nuevo. Entonces, no creo que baste con informar que eso sucede, sino también el medio puede hacer un acuerdo con los columnistas para evitar la reproducción y legitimación de ese drama. Si uno de los columnistas cree que es más importante defender su derecho a expresar su misoginia, puede irse a otro sitio. Simple (el ideal sería que ningún medio serio lo publicara, pero en fin). Veámoslo con algo similar (no es lo mismo, pero el problema es muy parecido). Imaginemos que un periodista averigua el nombre de los testigos clave para meter a la cárcel a un capo de los Zetas y lo publica. ¿Qué pasa? La vida de los testigos quedará en riesgo por la práctica del periodista. Lo más seguro es que los testigos sean asesinados. Un medio responsable preferirá no publicar los nombres para proteger la vida de esas personas. Es decir, la responsabilidad del medio debería guiar los criterios de publicación. Si algo pone en riesgo la vida de otras personas, no hay debate posible, ya que (a mi criterio) la vida (humana, en este caso) debería ser el referente de cualquier práctica social mínimamente ética. Como digo, es lo mismo en el caso de la apología de la violencia contra las mujeres (que no es lo mismo que la apología del delito). Si se publican estas cosas, de forma irresponsable, lo que se hace es poner, indirectamente, en riesgo la vida de más mujeres. Si eso es así, tampoco hay debate”.
Miguelito: “…hay tres imperativos que son los que guían el trabajo del medio: el imperativo ideológico, el imperativo económico y el imperativo profesional. Podemos decir que son las tres razones vitales que llevan a alguien a abrir un medio, y a quienes están dentro de éste, a trabajar en él y a mantenerlo funcionando. En el caso de elPeriódico, el modelo se complejiza mucho más porque la necesidad de supervivencia del medio estimula maridajes a cual más insólitos, entre un imperativo ideológico liberal y elementos de tendencias políticas e ideológicas que no tienen tan claras sus orientaciones, pero que tienen plata y poder dentro del statu quo. El modelo liberal impulsa la democracia, cuestiona a poderes fácticos, privilegios, postula un estado de derecho y un modelo económico que oscila entre el libre mercado y la economía social de mercado. Pero el grupo que tiene poder y plata matiza estos ideales e, incluso, los revierte y los pervierte. Desde este nivel de abstracción, estas contradicciones entre la necesidad de supervivencia y el imperativo ideológico afectan también el imperativo profesional. Es notoria la existencia de áreas en donde la influencia de la plata y del apego al statu quo desfigura y hace naufragar el imperativo profesional. La sección editorial es una de las áreas, en mi criterio, en donde se nota más este problema. ElPeriódico es un caso interesante de estudio para analizar las implicaciones de esta dinámica entre los tres imperativos”.
Felipe: “Estoy de acuerdo, Miguelito. Sin embargo, creo que el problema no es exclusivo de elPeriódico. Lo que tenemos en frente (y que está muy marcado en casos como el guatemalteco o el gringo) son empresas. Estoy específicamente hablando de los medios masivos. Posiblemente elPeriódico no ha sido fagocitado aún por una corporación transnacional (¿o sí?). Pero (…) el imperativo de la supervivencia hace que los imperativos ideológico y profesional sean subordinados debido a esos maridajes que, a mi parecer, traen abajo mucho del trabajo que institucionalmente se ha logrado. Creo que casos como los de Seinder, Minondo, S. Gereda, García, et al., nos hacen pensar que el modelo suena fantástico en la teoría, pero en la práctica es increíblemente deficiente. Precisamente porque sin capital es imposible el trabajo periodístico. De una u otra forma, lo que se crea es un campo de visión en el que se hegemoniza la perspectiva de los cónyuges indeseados. Eso no es el problema en sí, ya que sería perfectamente pensable un medio reaccionario, sexista, racista y neoliberal. La cosa es quién lo tomaría realmente en serio en un mundo en el que la información fuera verdaderamente plural y múltiple. El problema es que otros posibles enfoques periodísticos desaparecen, se relegan, quedan en la obscuridad. No existe correlación de fuerzas en la producción periodística que le permita al público sacar conclusiones teniendo multiplicidad de inputs comunicativos. Siempre me he preguntado cómo se podría lograr una democratización de la comunicación masiva. Eso implicaría que la libertad de expresión no estuviera subordinada a los imperativos económicos, sino que los espacios de circulación comunicativa fueran “verdaderamente” libres, es decir, no subordinados al capital. Pero en fin, eso es puro Fantasy Land. Lo que nos queda, por el momento, es librar esas luchas en un ambiente completamente hostil. Si ese es el ambiente que tenemos, hay que pensar estratégicamente, delineando tácticas precisas que tengan efectos de poder claros. Como lo es, por ejemplo, esta lucha contra la apología de la violencia femicida.
Mafalda: “Estoy de acuerdo con vos, en que implicaría que la libertad de expresión no estuviera subordinada a los imperativos económicos, que es una dimensión del problema. Suponiendo que ese dilema quede resuelto y que no hay presión por el lado económico, queda el otro, que implicaría que otros derechos no estuvieran subordinados indiscutiblemente a la libertad de expresión. Este era el argumento más común de quienes defendían a Seidner fuera de las reflexiones sobre economía política: decían que tiene derecho a la libertad de expresión y por ese solo hecho había qué publicarlo. Confunden libertad de pensamiento con libertad de expresión. Si seguimos la categoría del imperativo ideológico, de la que nos hablan (…), queda todavía un segundo dilema: la tarea de ponderar el compromiso del liberalismo con un derecho a la vida libre de violencia de una comunidad de mujeres (en un país especialmente violento y femicida) y el derecho a la libertad de expresión de un columnista. El ejercicio de ponderación le recordaría al medio su compromiso ideológico con el liberalismo, que desde luego es una apuesta de pensamiento que no admite la violencia misógina y valoraría el impacto que esto podría tener en la convivencia de una sociedad con un imaginario de por sí terriblemente deformado por tantos años de aceptación pasiva de la violencia de género. Por congruencia entonces, no publicaría dicha columna, sabiéndose formador de opinión en un contexto con una oferta informativa y de análisis bastante pobre y mediatizada. Una cosa es la libertad de expresión, cuya línea la marca el imperativo ideológico. Otra cosa es la libertad de pensamiento. Seidner puede pensar y escribir lo que quiera, otra cosa es, como vos decías, que el medio se lo publique. A lo mejor, como (se) dice (…), los lectores de elPeriódico no descuartizan ni matan a sus mujeres, pero yo no descartaría que las golpeen. Y Seidner no hablaba de descuartizar. Justificaba las golpizas por provocar a los hombres y recomendaba llenarse la boca de dulces para evitarlo”.
Manolito: “Ojo, Mafalda, estoy de acuerdo contigo en el fondo, pero no en una parte de tu argumento, que espero no haber malentendido: la idea latente de que los medios garantizan la libertad de expresión y que la libertad de expresión está directamente vinculada con la existencia de los medios y la oportunidad de publicar en ellos.
La libertad de expresión y la de pensamiento, tal y como las concibo, son derechos a los que cualquier persona puede acceder por sí misma, es decir, sin necesidad de ningún otro instrumento, exceptuando su voz, su capacidad de pintar un papel, o de emplear el lenguaje kinésico; o el cerebro, para el caso del pensamiento. Nadie necesita ningún periódico para ejercer la libertad de expresión, mucho menos la de pensamiento. Por lo tanto, si a alguien no se le da un espacio en un periódico, no se está conculcando su libertad de expresión”.
Guille: “No por quitarle la columna a Seidner se va a acabar con el machismo y la cultura de violencia contra las mujeres que hay en Guate. Lo que a mí me disgusta, más que las burradas de Seidner, es proponer una solución basada en una... postura ingenua. Censurar a alguien por lo que dice y la violencia contra las mujeres son posturas que resultan del mismo pensamiento. No se mientan a ustedes mismos. ¿No les gusta lo que dice Seidner? Las ideas se combaten con ideas”.
Felipe: “Lo que sí creo (Mafalda) es que tu argumento da un paso más adelante, ya que esa discusión pasa al plano jurídico. En países misóginos y racistas como Guatemala, la ponderación debe ser leída desde el principio básico de la Constitución que establece la protección de la vida de sus ciudadanos. De esa cuenta, el derecho a la vida de las poblaciones en riesgo debe ser prioridad sobre el resto de derechos. Lo mismo sucede con temas como el de la propiedad privada. De hecho, el derecho a la vida está subordinado al derecho a la propiedad, cuando la relación debería ser completamente inversa. El estribillo del estado fallido o la ausencia del Estado de derecho me parece sumamente tendencioso, ya que nuevamente de hecho y no necesariamente de derecho, se ponderan unas cosas sobre las otras. El Estado en Guatemala existe vigorosamente, el genocidio es el mejor ejemplo de ello. El liberalismo, como práctica histórica-social y no necesariamente como un marco de referentes teóricos, debe pasar por una aguda crítica. Y en esa cuenta es que me parece que los límites del liberalismo se encuentran precisamente en este tipo de debates en donde la vida y la muerte quedan expuestos a flor de piel”.
Mafalda: “La relación de comparación que hago entre libertad de pensamiento y de expresión no es una relación “en abstracto”. La relación que hago se remite al caso concreto de un medio de comunicación, que —si bien entendí de su debate anterior— tiene un compromiso con el liberalismo como horizonte epistemológico. Siguiendo ese hilo, el medio de comunicación no puede censurar la libertad de pensamiento, pero se puede reservar el criterio de publicar o no, cuando considere que hay otro valor liberal que debe priorizarse por correr el riesgo de ser más vulnerado en una situación determinada, lo cual implica una censura —sí o sí— a la libertad de expresión. Desde luego que la libertad de expresión está más allá —¡afortunadamente!— de los criterios editoriales de los medios y cada quien es libre de buscarse sus canales, apelando, desde a espacios como éste, por ejemplo, hasta a una simple y poderosa pancarta. Lo que pasa es que no estamos hablando en abstracto de una colisión de derechos. Más allá de mi posición personal, lo que veo claro es que este es un caso concreto de una columna en un medio de comunicación con una apuesta ideológica dada, en donde la posibilidad de ponderar aplica a partir de ese horizonte. Es el mismo papel que tendría la constitución en un Estado Democrático de Derecho, según las teorías de la argumentación y la ponderación judicial, cabal. En eso me baso para decir que es simplista la premisa del “todo vale” en la libertad de expresión para este caso. Para afirmar eso, tendríamos que hablar de un medio de comunicación que declara ese relativismo como su bandera epistemológica, y ahí entonces, el debate cambia por completo de puntos de partida. Pero según entendí, no se trata de este caso”.
Epílogo
El Guille quiso participar eventualmente. Como todos los nenes consentidos, hacía berrinche, se enojaba solito y metía ruido innecesario esputando insultos y pataleando. Con lo expuesto queda claro su punto: prefiero evitar los insultos y los argumentos falaces, ya que desvían la atención del centro de la discusión. Lo que me preocupa es que, si la virulencia es la primera línea de defensa de la postura que apuesta por el “todo vale y qué me importa lo que le pase a los otros”, encontramos un profundo problema deliberativo. Al final, el debate racional se topará únicamente con gestos infantiles y poco reflexivos. Por el momento, la alternativa puede ser que la sociedad y los medios “menores” puedan asumir seriamente la interpelación y el cuestionamiento de las prácticas que reflejan algunos de los privilegiados que publican en medios masivos.
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