Si de algo estoy segura es que no cualquier persona puede ser maestro con todo lo que encierra esa palabra. Hace falta tener un poco de ángel, de amigo, de mamá y papá. Por ello es necesario reconocer a todos aquellos que dedican su vida a la enseñanza no sólo para los 45 o 90 minutos del período de clase, sino para la vida. Aquellos que no reducen Estudios Sociales a volcanes ni Matemática al vacío de los números.
Lamentablemente la educación en Guatemala no se materializa en un derecho humano, sino más bien es un privilegio y –por qué no decirlo– también un negocio, como todo lo demás en este país (salud, seguridad, recreación, etc.). La educación sólo la tiene quien la puede pagar (sabiendo que el estar en un centro privado no es sinónimo de educación de calidad).
Está claro que algo no está bien con la forma como estamos llevando este país y sin embargo, la enseñanza sigue empeñada en producir individuos funcionales al sistema que se adapten a las circunstancias que exige el capitalismo voraz.
Hay quienes han venido con “novedosas ideas” como que la solución está en dar educación bilingüe –español e inglés– para que los jóvenes trabajen en call centers o las nuevas maquilas cool. Que si es mejor eso a nada, visto a corto plazo, tal vez. Pero a largo plazo es matar la esperanza, la inteligencia, la capacidad crítica y transformadora. Nos urge una educación que más que exigir respuestas nos anime a construir más y más preguntas que incomoden.
La enseñanza de hoy también es un reto, en un tiempo en el que la niñez y la juventud tienen tanta información disponible a un click. Aunque se facilita el saber muchas cosas, se complica la forma como se procesa todo eso. Con ello, es importante saber cómo no acabar con la capacidad productora, la curiosidad, la creatividad y la investigación. Digo, ¿quién nos enseña a pensar diferente?
Otra pregunta, ¿cuánto invierte el Estado en educación? Si revisamos los presupuestos anuales nos podemos dar una idea de lo poco que le importa a los gobernantes esto porque no se traduce en ingresos a sus bolsillos. En cambio, cuidar a las grandes empresas privadas es algo que sí les interesa. Por ejemplo, sólo el 23 de mayo, día del desalojo en La Puya, se gastaron Q200 mil sólo en transporte de las fuerzas de seguridad para proteger a la minera.* Porque en este país se invierte y se vela por la propiedad privada y no por la vida de la población ni el bien común.
El modelo de sociedad en el que estamos creciendo es excluyente, donde muy pocos ganan y el resto sobrevive. ¿Qué hacemos frente a esta realidad? ¿Qué hacemos frente a la indiferencia? Necesitamos niños y niñas que se conviertan en ciudadanos conscientes de la realidad guatemalteca y que actúen en consecuencia. ¿Cuántos estudiantes universitarios están conscientes que menos del 2% de la población tiene el privilegio de tener estudios universitarios? ¿Las universidades siguen produciendo personas para administrar la finca de los dueños? ¿Seguimos dejando a otros sin educación para que sean la mano de obra barata?
Saludo a todos esos maestros y maestras que buscan construir un mejor país en los pequeños detalles de cada día, a aquellos que animan a sus estudiantes a no creer que el éxito se alcanza siguiendo el manual de los hábitos de la gente altamente efectiva y en cambio está en ver el potencial que en comunidad se puede alcanzar y en luchar por el bien común. Saludo a aquellos maestros que transmiten la búsqueda por la trascendencia en este país sembrando la semilla de la indignación y la lucha por la justicia y la solidaridad.
*Q10 mil diarios en combustible. En total, Q835 mil se reportaron en el desalojo y operativos en La Puya.
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