La explicación se acompañaba con algo más de diez segundos de los primeros acordes de bandas sonoras muy conocidas y premiadas con más de un Óscar, incluyendo los temas de La guerra de las galaxias, El padrino, La pantera rosa y Lo que el viento se llevó. El locutor no disfrazó la emoción en su voz al recordar a Clark Gable diciéndole a Vivien Leigh aquello de: «Frankly, my dear, I don't give a damn».
Sin embargo, si de elegir bandas sonoras se trata, en mi propia selección no faltaría la de una película de culto que no recibió ningún Óscar, pero sí una merecida calificación «R», y que personalmente me evoca la figura de un joven y delgado Ewan McGregor que en 1996 corre por las calles de Edimburgo, perseguido por la Policía, mientras la voz en off recita unos versos de John Hodge:
Choose life.
Choose a job.
Choose a career.
Choose a family.
Choose a fucking big television.
Choose washing machines, cars, compact disc players and electrical tin openers...
La música incidental la pone un hombre entrado en años y descamisado que interpreta una canción que compuso veinte años antes y le da nombre a su segundo álbum. Sí. Trainspotting. Iggy Pop. Lust for Life. Y también David Bowie.
Existía una mutua admiración entre David Bowie e Iggy Pop que se tradujo en una importante colaboración. Bowie produjo los dos primeros discos de Iggy: The Idiot y Lust for Life. En una entrevista reciente en el New York Times, Iggy Pop describió cómo, en el apartamento de Bowie en Berlín, el riff inicial de Lust for Life se inspiró en la señal de telégrafo del canal de las fuerzas armadas antes de la transmisión de Starsky y Hutch, que era algo así como un beep beep beep beep. Bowie compuso en un ukelele los acordes iniciales y, al dárselos a a Iggy Pop, le dijo: «Call it Lust for Life».
Veinte años después, la canción tuvo un segundo aire gracias a Trainspotting. A la película, basada en la novela de Irvine Welsh, nada podía venirle mejor que esa canción que repetía hasta el frenesí aquello de algo llamado amor que era como hipnotizar pollos.
Hey, man. Where’d you get that lotion?
I've been hurting since I bought the gimmick
about something called love.
Yeah, something called love.
Well, that's like hypnotizing chickens…
Recuerdo del lejano 2003. Una copia pirata de Trainspotting —con su respectiva factura gracias a las políticas de formalización del Servicio de Rentas Internas ecuatoriano— venía en mi equipaje desde Quito hasta la casa que compartíamos con varios ilustres apátridas, en esa borrosa frontera de las zonas 1 y 2, entre el parque Morazán y el Tribunal Supremo Electoral. El salón era grande, pero la TV no. Sin embargo, una pequeña multitud se juntó esa tarde para ver la película. Una pequeña multitud que se quedó en silencio durante un rato largo, mientras la escena final de Trainspotting usaba como música incidental Born Slippy, de Underworld. Ewan McGregor camina sobre un puente y la voz en off dice:
The truth is that I’m a bad person. But that's gonna change—I’m going to change. This is the last of that sort of thing. Now I'm cleaning up and I’m moving on, going straight and choosing life. I’m looking forward to it already. I'm gonna be just like you...
Definitivamente, esta es mi elección para una banda sonora.
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