Los Unos y los Otros

Su mirada parecía querer penetrar la corteza terrestre y dirigirse a las entrañas mismas de la Tierra, quizá buscando ahí respuestas a interrogantes jamás antes planteadas.

El Ser, vacilante y taciturno, parecía no querer llegar a ningún lado, pero tampoco aparentaba querer detenerse. Parecía, más bien, querer encontrar el balance perfecto entre quietud y movimiento, el momento aporético entre devenir y porvenir, el justo equilibrio entre lo calculable y lo inconmensurable.

El Ser, alejado de todo lo que está cerca, parecía no percatarse de las miradas que, detrás de puertas y ventanas, seguían su irresoluta trayectoria; menos aún, de que su presencia acercaba todo lo que hubo de estar lejos.

Que venía del otro lado del mundo. Que traía la llama eterna. Que era el esperado. Que había que seguirlo. Pensaban los Unos. Que venía del otro lado del mundo. Que venía a quitarnos lo poco que tenemos. Que traía la maldición atávica. Que había que ignorarlo. Decían los Otros. Mientras el Ser estoicamente, como ausente, caminaba sin querer detenerse, sin querer llegar a ningún lado.

Después de lo que para los Unos fue mucho más que el tiempo y para los Otros apenas un suspiro, el Ser desapareció en el horizonte llevándose con él todo lo que estaba cerca y dejando todo lo que estaba lejos, quizá sin sospechar las consecuencias ontológicas de su ahora cercana lejanía: esas miradas vigilantes detrás de puertas y ventanas se tornaron en seres resolutos y avezados.

A esparcirse por el mundo. A compartir la llama eterna. A pregonar la buena nueva. Decidieron los Unos. A fortificar los límites. A resguardarlo todo bajo tierra. A borrar su recuerdo de los muros y minutas. Decidieron los Otros.

Con el correr de las lunas, los hijos de los Unos se tornaron en seres vacilantes y taciturnos, cuyas apariciones en Otros, lejos de todo lo que está cerca llevaron a los hijos de los Otros a convertirse, ahora ellos, en resolutos y avezados Unos, en resolutos y avezados Otros que con el correr de las lunas… hasta que uno y otro desaparecieron como ideas, como conceptos, como referentes y los que habían sido Unos y los que habían sido Otros comprendieron que había llegado el momento de sentarse a observar y a pensar y a sentir nuevamente… aunque no supieran cómo hacerlo.