En aquella ocasión, Monseñor Gerardo Flores, Obispo de la Verapaz, dijo en su homilía: «Estupor, tristeza, ira, sentimientos de pena, de angustia, de desilusión, de frustración, de temor, han brotado en el corazón de todos nosotros, durante estos tres días en los que hemos tenido aquí en vela perpetua el cadáver destrozado de Monseñor Juan Gerardi. ¿Quién pudo permanecer indiferente? ¿Quién se quedó sin sentir alguna de estas emociones en su corazón?»
Y el destrozo que del cuerpo márti...
En aquella ocasión, Monseñor Gerardo Flores, Obispo de la Verapaz, dijo en su homilía: «Estupor, tristeza, ira, sentimientos de pena, de angustia, de desilusión, de frustración, de temor, han brotado en el corazón de todos nosotros, durante estos tres días en los que hemos tenido aquí en vela perpetua el cadáver destrozado de Monseñor Juan Gerardi. ¿Quién pudo permanecer indiferente? ¿Quién se quedó sin sentir alguna de estas emociones en su corazón?»
Y el destrozo que del cuerpo mártir destacó el obispo Flores estaba destinado a repetirse. No obstante la autopsia presentó evidencias concluyentes, una segunda fue realizada en septiembre de ese mismo año. El objetivo: demostrar que el cadáver tenía mordeduras de perro. Esa necropsia dejó más dudas que certeza. Al respecto, el periódico digital nación.com de Costa Rica destacó: «Sin embargo, el proceso generó polémica debido a que los técnicos estadounidenses y guatemaltecos rechazan la existencia de mordeduras de perro, mientras que el español José Reverte asegura que sí hay prueba de ellas».
Pero, ¿quién era José Reverte y Coma?
En mi opinión: Un oscuro personaje que pretendía demostrar que Monseñor Juan Gerardi había muerto a causa de mordeduras de perro y no por golpes en la cabeza. Se trataba de un antropólogo forense español, de currículum inflado y cuestionado por su actuar poco ético. Algunos años atrás, lo habían expulsado de una exhumación promovida por Naciones Unidas en El Mozote, El Salvador, por dificultar las averiguaciones con interpretaciones risibles.
En realidad, el obispo Gerardi murió a consecuencia de traumas múltiples, particularmente en la cabeza, tal como se demostró en la primera necropsia realizada por el Dr. Mario Guerra, uno de los mejores forenses de América Latina. Estuvo en la misma el Dr. Mario Roberto Iraheta, de quien sus títulos dicen todo: Médico y Cirujano, Patólogo y Especialista en Patología Forense. El doctor Iraheta también es Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales y tiene una Maestría en Docencia de la Educación Superior.
Si sumamos los méritos académicos y expertise de los forenses guatemaltecos, superaban y superan en mucho a Reverte y Coma quien, en un necrófilo intento, quiso robarse el pulgar izquierdo de Monseñor Gerardi para exhibirlo en un tétrico museo de Madrid. Aunque, a mi juicio, también tenía otra intención: Borrar la evidencia que significaba la fractura expuesta de dicho pulgar, a todas luces, una lesión de defensa. ¡Vaya lúgubre manera de profanar un cuerpo! No logró su cometido gracias al oportuno aviso de los peritos guatemaltecos.
La primera exhumación del prelado fue el 17 de septiembre de 1998 y el día 19, la fuente anteriormente citada anunció: «Ayer el cuerpo de Gerardi fue trasladado de la morgue del Organismo Judicial, ubicada en el cementerio general, hacia una funeraria privada donde será nuevamente preparado y embalsamado antes de ser sepultado por segunda vez en la criptas de la Catedral Metropolitana, informaron fuentes forenses».
Fue entonces el segundo entierro.
Y el 26 de abril del presente año, sus restos fueron sepultados —por tercera vez— en la Capilla San Sebastián, en el ala derecha del ingreso a la Catedral Metropolitana. Dos días antes habían sido desenterrados y expuestos para su velación. La razón que dieron las autoridades eclesiásticas es referente al espacio reducido de las criptas donde se hallaba sepultado y el gran número de feligreses que lo visita.
Esperemos que esta ocasión sea la última. Libre ya de sus asesinos, de sus detractores y de sombríos personajes como José Reverte y Coma para que su cuerpo y su honorabilidad no sigan siendo destrozados.
Quien luchó por la reconciliación no mentirosa, la auténtica concordia y la verdad, merece descansar en paz.
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