Un amigo ya fallecido me dijo: «Si eso ocurre, indudablemente seremos el país de Los tres chiflados». Yo no estuve de acuerdo porque sabía que el padre Chemita jamás habría podido llegar al episcopado y la candidatura del glamoroso personaje apuntaba a la primera magistratura, no a portar la vara edilicia, además, yo creía —y creo aún— que semejante comparación no era justa ni digna para Guatemala. De lo que sí estaba convencido es que Ríos Mont seguía obsesionado con ser el mandamás.
Siempre lo quiso y esa insana pretensión lo acompañará hasta la tumba. Traigo a colación el pensamiento de mi difunto amigo porque hoy, 2011, ciertos contextos sociopolíticos nos están llevando de lo imaginario a lo real en cuanto la manera de ser, pensar, sentir y querer de Larry, Moe y Curly que nos obligan a plantearnos la posibilidad de estar ante una dialéctica de Los tres chiflados. Abordaré la lógica de cada uno y las conductas que se les asemejan.
La lógica de Moe y el cometido de la justicia en el caso del Polochic.
Para cotejarlo con la actualidad, relataré un hecho tragicómico acaecido en 1981 durante el conflicto armado interno cuando, los miembros una facción de la guerrilla colocaron en el cuello de un hombre una bomba de tiempo y lo introdujeron a un restaurante localizado en la Calzada Roosevelt. La bomba estaba engarzada a un collarín del cual, por supuesto, no dejaron la llave. Fue un experto en explosivos del ejército el que primero desactivó la bomba y luego quitó el sobrecuello al pobre individuo quien, al sentirse fuera de peligro, entró en una crisis de pánico. Lo llevaron al Hospital Roosevelt, yo estaba de turno en la emergencia de cirugía.
No hubo mucho qué hacer. Se le dieron tranquilizantes y se le mandó a su casa. A la salida, lo capturó el policía encargado de vigilar la puerta de la emergencia y lo consignó por «portación de bomba de alto poder explosivo en lugar público». Sí, parece chiste pero fue verdad. El policía no sabía las condiciones en que dicha persona había llegado ni los antecedentes inmediatos. De oídas tomó la decisión. El pobre tipo tuvo que ir a dar un paseíto al juzgado de turno. Lo triste del caso es que el gendarme no nos hizo caso a los médicos quienes, infructuosamente, le explicamos la situación del para entonces, paciente del servicio de emergencia.
Este policía se asemejaba mucho con Moe, el malo de la serie. Moe aparecía como malo siendo en realidad bueno. Al policía yo lo conocía, no era un personaje nefasto como los que integraban los escuadrones de la muerte, lo único es que «tenía órdenes». Así, se montó en sus trece y punto. Hoy, vemos reproducida aquella escena cuando las autoridades responsables de enfrentar los problemas en el Polochíc lejos de solucionar los conflictos criminalizan a los campesinos y llegan a colmos como el hecho de que bajo el manto de los derechos humanos se esté creando un protocolo de desalojo que esperan esté terminado para el próximo mes de septiembre. Es decir, la respuesta a la conflictividad es el desalojo y quieren hacerlo humanamente.
Los compromisos de Estado en la materia, entre otros, el Convenio 169 de la OIT, les viene huango. Ese protocolo para desalojar humanamente a los campesinos es una tácita aceptación de que ha habido desalojos inhumanos. No se dan cuenta estas personas que a los campesinos les ha llovido sobre mojado. Después de haber sido expulsados violentamente y botados a la carretera, están a un tris de que se les capture por la supuesta comisión del delito de usurpación agravada. No es algo nuevo. Para quienes somos altaverapacenses de doscientos años (nuestras familias están en Verapaz desde el siglo XIX) sabemos que la figura del delito se ha utilizado por parte de muchos finqueros para no pagar el salario mínimo ni las prestaciones laborales a las que se han hecho merecedores sus empleados. Hay sus excepciones, sí, pero son los menos. Los campesinos son desalojados, agredidos física y verbalmente, y enviados al hospital por las lesiones ocasionadas y a su salida del nosocomio, los espera un policía para indicarles que están sujetos a un proceso penal. Este protocolo de desalojo supuestamente se está gestando bajo un enfoque de derechos humanos.
Percibo entonces que algunos Moe, o están enquistados o se están enquistando en las instituciones que tienen a su cargo semejante brasa. Intuyo que no son malos, al igual que el policía de la emergencia del hospital Roosevelt en 1981, parecen serlo pero no lo son. El asunto estriba en que tienen órdenes y punto, adobada la situación con un desconocimiento supino de las dinámicas agrarias de la región. Apostilla: Hay una problemática agraria que se pretende solucionar con un protocolo de desalojo. Eso es exactamente igual a querer quitarle la nariz a un paciente porque tiene gripe y demasiada rinorrea (flujo nasal). Quitándole la nariz ya no tendrá las molestias. Quiera Dios aumentarles a los responsables de las investigaciones y la impartición de justicia el don del discernimiento. Ojalá sepan reconocer y hacer a un lado a los Moe que creen proponer correctamente. Repito, no son malos, parecen serlo. Los diabólicos son los Larry.
Larry y los supuestos buenitos de la política actual.
Larry es el más peligroso de los tres. Es el más chistoso y genial pero Larry, el gracioso, utilizaba los cementerios como parque de diversiones y tenía en su casa cadáveres que habían desaparecido de los lugares donde habían sido sepultados. Su máscara era el chiste, su verdad la muerte. A Larry por su manera de actuar se le podía identificar con el intelectual del grupo. La variopinta colección de candidatos presidenciables nos muestra personajes con esas características: Hay quienes tienen una cauda de cadáveres atrás; otros, asumen de motu propio la representación de la academia y la intelectualidad de Guatemala (en las universidades no elegimos un representante para mandarlo de candidato); y para completar el segundo escenario de esta serie, hay algunos Larry que desde un rostro sonriente enarbolan la pena de muerte como bandera y se olvidan de que las disciplinas en que fueron formados la prohíben taxativamente: La moral y la filosofía del Derecho y las ciencias médicas. Diga usted si no.
Curly y la verborrea de los más, aunque sean los punteros.
Curly es el rey del retruécano. Esta figura literaria consiste en colocar una frase tras otra de tal manera que, la última, contraste con la primera o dé un sentido distinto a lo que se quiere decir. Por ejemplo: «Ni son todos los que están ni están todos los que son» o, «Voy a prenderme fuego sin llamas, ahora que no me llamas ni para pedirme fuego». El retruécano o paronomasia sirve para explotar la confusión entre palabras similares con un fin retórico. Y si se usa mal se puede caer en la verborrea y hasta en la estupidez. Curly era el inseguro y como tal utilizaba sus jerigonzas para investirse de seguridad y convencimiento. Candidatos con esas características son los que más abundan, los Curly, los dicharacheros y por tales, inseguros. Nos reímos, nos mofamos de ellos y olvidamos que en la práctica diaria no hay peligro más grande que un tonto con ideas. Más aún si tiene poder. En Guatemala, es muy fácil que un Curly llegue a ocupar cargos de elección popular.
O, ¿no le parecen conocidas estas frases?: «Usted papá, usted mamá, usted hijo, usted es el Estado, y siendo usted el Estado entonces el Estado también soy yo, porque siendo yo el Estado igualmente lo es usted…» Otra: «Exterminio de una población por razones de etnia o una religión no sucedió. Aquí lo que sucedió fue porque había gentes que estaban involucradas dentro de las acciones y dentro del campo de batalla. Pero aquí no se fue a decir “todos los kakchiqueles o los k’iche’s o los ixiles van a ser exterminados”». Una muy simpática: «Que los indígenas hablen español y mandarín, o inglés y francés, ¿por qué no? Y hagamos toblerone suizo». También: «Un bono 15 que se va a dar en enero» y «Un impuesto único del cinco por ciento». Estas dos últimas anuncian cuasi inconstitucionalidades. No se puede tomar decisiones de Estado unipersonalmente y encima de ello atentar contra el erario nacional. También: «Los buenos somos más y los más somos los buenos». Y así, podríamos seguir con los Curly porque son los que abundan. Si quiere oírlos, vaya usted a cualquier foro de candidatos a presidente, diputado y alcalde y los tendrá al alcance de su oído y de su mano.
Colofón: Guatemala se ha caracterizado por tener este tipo de personajes en los puestos de elección pública (recordemos a Miguel Ydígoras Fuentes). Situación que nos ha llevado a estar inmersos en una dialéctica nacional digna de Los tres chiflados. A estos personajes nunca los entendí. Cuando era niño no me gustaba verlos y ya mayor, menos. Siempre haciendo torpezas, insultándose, golpeándose, hablando idioteces y más que graciosos me parecían patéticos. En nosotros está seguir en la misma ruta o lograr que esto cambie.
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