Ir

Los testimonios no mueren

Tipo de Nota: 
Información

Los testimonios no mueren

Palabras clave
Historia completa Temas clave

Clemente Vásquez, Pedro Chávez y Juan Matom murieron esperando justicia. Son tres hombres ixiles que se atrevieron a contar los horrores que vivieron durante la guerra. Hoy se cumplen cinco años desde que un tribunal condenó a Efraín Ríos Montt por el genocidio ixil, sin embargo, la sentencia fue anulada y los testigos fallecieron en la espera por un nuevo juicio. Hoy recuperamos sus testimonios, aquellos que ya no se escucharán en la corte.

Clemente Vásquez Mateo, Antonio Chen Raymundo, Pedro Chávez Brito, José Velasco Ramírez, Juan López Matom, Miguel Matom Ramírez y Jacinto de Paz son los testigos del juicio por genocidio que ya han muerto.

Los siete participaron con sus declaraciones ante el Tribunal A de Mayor Riesgo en 2013. En aquel año contaron de los sufrimientos que padecieron en la montaña, mientras huían del ataque del Ejército.

Aunque sus voces quedaron registradas en los anales de aquel proceso, sus declaraciones ya no pueden ser utilizadas, porque ese debate fue anulado y ellos no lograron ver el inicio del nuevo juicio. Murieron sin justicia, pero sus testimonios los sobreviven.

[relacionadapzp1]

 “Soy un señor grande, no vengo a mentir”

Clemente Vásquez Mateo tenía 87 años cuando declaró ante el Tribunal el 26 de marzo de 2013. Falleció cuatro años después, a los 91 años, en julio de 2014. Cuando le llegó la muerte, el juicio por genocidio estaba hecho un enredo jurídico.

En su declaración de 2013, Vásquez Mateo contó, con voz temblorosa, lo que vio cuando el Ejército atacó su comunidad Villa Hortensia Antigua, Cotzal, Quiché, el 22 de mayo de 1982.

“¿Me escucha bien?” le decía Yassmín Barrios, la presidenta del Tribunal. “Cómo no, yo vengo a ser testigo…” y la jueza lo interrumpía. Vásquez Mateo estaba ansioso de hablar, pero no comprendía que solo podía responder al interrogatorio preparado por el fiscal, los abogados y querellantes.

La jueza le explicó las consecuencias del falso testimonio. La pena de hasta seis años de prisión y multa de hasta Q10,000 para quienes hablaran falsedades y ocultaran la verdad.

Le tomaron juramento, prometió decir la verdad e insistió en señalar por qué había decidido dejar su pueblo para venir a la ciudad y hablar ante un Tribunal. “Vengo a ser testigo por mis familias que perdieron la vida en el 1982” aseguró.

Clemente Vásquez Mateo explicó que junto a su familia había huido a la montaña, porque el Ejército los había cercado. El fiscal preguntó a qué había llegado el Ejército y don Clemente Vásquez Mateo aprovechó que le dieron la palabra para contar su historia.

Simone Dalmasso

“Yo bajé a buscar unas cositas para mis nietos y mi esposa, y me fui a un lugar que se llama Guacamaya, (por) si consigo un poco de maíz. Cuando regresé al otro día ya estaba muerta mi esposa junto a una mi nieta. Ahí había unos patrulleros que (me) estaban velando. Usted estamos esperando, tu esposa ya murió. Ya está muerta y estamos cuidando, porque los chuchos se van a comer”, le dijeron.

Clemente Vásquez Mateo tuvo que esperar el amanecer para ir a ver a su esposa Elena Maldonado Lux. Cuando llegó a la casa descubrió que las habían “baleado”. La encontró junto a su nieta, Elena Cardona Maldonado, y contó que junto a los cuerpos había 14 casquillos. “Hecho pedazos estaba mi esposa y mi nieta. Empecé a llorar y mis hijos empezaron a llorar. Pero ¿qué vamos a hacer?, ya está hecho”.

“Unos mis vecinos me dijeron mejor enterramos aquí y me hicieron favor, llorando, con dolor así se quedó”.

Después de contar lo que ocurrió con su esposa y nieta, don Clemente Vásquez Mateo relató que el Ejército volvió 15 días después para matar a su hermano que estaba postrado en cama, enfermo, y a su cuñado.

“Antes como no había lámina, pura basura, solo la paja (usaban en el techo), mi hermano mayor y cuñado, todos se quedaron en el fuego (les quemaron junto a la casa). De ahí en 20 días llegaron otra vez, fueron a capturar una mi cuñada y una mi hermana mujer. Ya no miramos donde los fueron a matar. Todos perdieron sus vidas por los ejércitos. Y el robo, tenemos azadón, maíz, frijoles, un poquito de café, trastos, mesa, todo perdimos de una vez. Por eso yo vengo y tengo un dolor, yo pido justicia. ¿Hay justicia? Ojalá” se cuestionaba.  

Antes de cualquier otra pregunta, o que dudaran de la veracidad de su relato, se adelantó a decir: “Yo miré esas cosas grandes que hicieron los ejércitos, yo no vengo a mentir, yo soy un señor grande ya, miré las cosas que hicieron a mi comunidad, mi familia. Eso me duele todavía, me duele bastante, hasta (que) me voy al cementerio eso se queda, la tristeza”.

Y la muerte le llegó a don Clemente y quizá eso le dio paz.

Cuando declaró ante Tribunal, con su escaso español, explicó el dolor con el que vivió porque no lo dejaron velar a sus familiares, y nunca se les pudo hacer justicia. Y porque les robaron lo poco que tenían.

“Yo soy persona sufrida, aguantamos hambre, sin medicina, nada. Los chiquitos aguantando hambre, solo comimos aguacate, guineo, hierbitas; los patojos pobrecitos tienen jiote”.

Y los sufridos ixiles no tenían a quién acudir. Un sobrino de Clemente Vásquez Mateo que intentó salir del territorio, fue capturado y enviado a un destacamento militar. En esa prisión, un capitán les dio un pase de salida para reclutar a más jóvenes de su comunidad. Según contó Clemente ante el Tribunal, el militar les dio “unas libras de incaparina” para que los “patojos” aguantaran el trayecto.

Mientras hacía memoria de esos recuerdos, vino una nueva interrupción porque el fiscal quería reencauzar el interrogatorio. Le preguntaron la edad de su esposa.

“Yo creo que tiene su 50 años, pero ese tiempo le voy a decir claro, porque ese tiempo cuando nos juntaron con ella su papá no ha sacado cédula”.

Siga preguntando fiscal, decía la jueza.

Fiscal ¿Recuerda el nombre de su nieta?

Vásquez Mateo decía con claridad y celeridad: Elena Cardona Maldonado

Fiscal: Dijo usted que 15 días después llegó el Ejército y mataron a su hermano que estaba en cama, José Vásquez Mateo y Mría Canta, su esposa, ¿cómo murieron ellos?

Vásquez Mateo: Primero lo balearon y de ahí están tirados en la casa, salieron los ejércitos y estaba quemada la casa. Apenas gateando subimos a un cerro, todo el humo miramos, como a las cuatro de la tarde vinieron los ejércitos. Todo ya está silicio. Todo se encogió, los cuerpos.

Además de su esposa y nieta, don Clemente perdió a José Vásquez Mateo, María Canta, Teresa López, Fabian Pinula, Vicente y Juana Lux.

Aunque contó que su memoria ya no estaba tan bien, porque habían pasado 30 años desde que los hechos ocurrieron, aseguró que alrededor de 50 personas fallecieron en su comunidad. En el camino, mientras huían por las montañas, encontraban cuerpos tirados. Reconocían su procedencia por la vestimenta. “Son cotzales, conocemos su reboso, fue una desgracia en la población”, decía.

Cuando el fiscal le preguntó si en la montaña murió gente, don Clemente le respondió. “Sí, en la montaña estamos escondidos, hay balaceras y pasa helicóptero con ametralladora, abrazamos los palitos, el bala puro granizo. Yo no voy a mentir, sufrimos, los patojos llorando en la montaña”.

De nuevo el fiscal prgeunta: Don Clemente, dentro de esas personas que murieron en la montaña, ¿murieron niños?

“Sí murieron. Cuando fuimos, murieron en el camino, ya son grandecitos. Hay uno grande murió también, quedó enterrado en el camino”. Los enterraban, contó don Clemente, para que los perros no se los devoraran, “porque nos da lástima” decía.

Don Clemente también relató que escuchó de las historias de violaciones de soldados a mujeres que cortaban café en la Finca San Francisco. Él dijo que como los hombres tenían armas, las mujeres se habían dejado. “Yo no voy a mentir, es cierto” insistía.

El abogado Francisco Palomo, que entonces defendía a Efraín Ríos Montt, fue el único que se sumó al interrogatorio.

Abogado: Don clemente, usted nos relató cómo el Ejército llegó a su comunidad y aparentemente mataron a parientes y personas. La pregunta es si ¿usted vio con sus ojos cuando mataron a esa gente o se lo contaron?

Clemente Vásquez Mateo: Nosotros nos huimos, fuimos arriba sobre un cerro puro estrecho, así miramos todo.

Abogado Palomo: Entiendo que ustedes huyeron

Clemente Vásquez Mateo: Nos huimos pero dimos cuenta de todo, cuando bajamos allá vimos muerte.

Abogado Palomo: Don Clemente, usted en su relato, a preguntas de la otra parte, mencionó que en la montaña murieron niños, ¿de qué murieron?

Clemente Vásquez Mateo: Por el hambre, sus mamás también, patojitos también.

Abogado Palomo: Don Clemente, en su relato también nos contó que en algún momento el comandante de patrulleros lo mandó a usted al hospital, ¿a qué hospital?

Clemente Vásquez Mateo: A Santa Elena, Quiché. Cuando nos vinimos de Cotzal hay unos patojitos bien enfermos, hay unos no aguantan.

Abogado Palomo: ¿Cómo se explica usted que en una parte de su relato el ejército les hace daño y los mata y en otra parte el Ejército los cuida?

Una objeción impidió que esa pregunta fuera contestada.

Marco Antonio Cornejo, otro defensor de Ríos Montt, preguntó si había visto a algún guerrillero en la montaña. Don Clemente respondió con seguridad: “No, nosotros somos trabajadores, solo la violencia, por la guerra fuimos a esconder la montaña. Nos dicen que somos guerrilleros, el Ejército tiene misión, tienen que terminar la comunidad, nosotros tenemos que ir a cortar la caña”.

Cornejo insistía: ¿Nunca escuchó la palabra guerrillero?, y el testigo le respondió: “Siempre escucho pues. Por eso empezó la violencia”

Y la última pregunta del abogado: ¿Por qué vino a declarar?

“Vengo a declarar por el juicio que pasé, por la violencia que perdieron su vida mis familias, mi hija, mi esposa, mi hermano mayor, mi cuñado, por eso vengo a declarar. Me duele, me duele, me duele”.

Simone Dalmasso

Pedro Chávez Brito: (el Ejército) llegó como hormigas en la casa

Pedro Chávez Brito tenía 41 años cuando fue a declarar. Nació en 1971 y tenía 12 años cuando ocurrieron los ataques a su comunidad, en la aldea Sajsiban, Nebaj, Quiché.

Con ayuda de un traductor, declaró sobre los hechos que vio el 4 de noviembre de 1982, cuando fallecieron Jacinta Brito, Elena Chávez Brito, Juana Chávez Brito, Catarina Chávez Brito, Feliciana Chávez Brito, Felipe, Miguel, Francisco Sánchez Chávez y Miguel Sánchez.

El testigo fue propuesto por la querellante Centro de Acción Legal en Derechos Humanos (Caldh).

“A mi mamá fue la primera que mataron” dijo a través de un intérprete.

El representante de Caldh hacía las preguntas.

A parte de su mamá recuerda ¿a cuántas personas más mataron?

Pedro Chávez Brito: Ya no me acuerdo, porque estaba asustado. Disparó a la casa, y cercó a la casa. Nos encerramos con un mi hermano mayor en la casa. Nos escondimos en un temascal.

Mi hermana acababa de dar a luz y estaba en la cama o debajo del poncho. Nos escondimos en el temascal con ella y con un mi hermano menor y un hijo de ella.

Y encerramos la puerta del temascal y de ahí habían 60 pollos o gallinas de mi mamá.

El soldado los agarró pero había dos que no se dejaban.

De plano se cansó la gallina y se fue a meter en el temascal y él (el soldado) abrió la puerta del temascal y nos encontró y jaló a mi hermana del pelo conjuntamente con su bebé.

A mí también y al otro hijo de ella.

Y él (el soldado) le preguntó a mi hermana dónde estaba la guerrilla. Porque yo no miraba al guerrillero y ella le dijo que no miraba y discúlpenos le dijo. Solo llévenos, que no nos maten le dijo mi hermana. Y ya tenían fuego en la casa alrededor. Son babosadas, ustedes no quieren decir de la guerrillera, usted les dio de comer, le dijo a mi hermana. Y llevó a mí y jaló a mi hermana al fuego y me empujó atrás de mi hermana.

Y yo llevaba de la mano un hermano menor y los dos chiquitos, y él amarró a mi hermana en un palo como escalera. Y él (el soldado) amarró a mi hermana y me dejó ahí al lado, no sé qué hice logré salir y ya se había encendido el fuego de la casa y ellos estaban circulados.

Habían cercado la casa, había un llano atrás de la casa y me fui enrollándome. Escapé de ahí y me metí debajo de un tronco. Yo parecía como un animal, estando ocho días debajo de un palo.

Salía por ratos, escuchaba que caminaban. Yo pensé que me tenían vigilado. Salía por ratos al sol y me volví a meter en el palo como que fuera un animal que se mete una piedra o en un palo. Ocho días que no vi nada de comida ni chamarra, no tenía ropa ni zapatos, estaba desnudo. A los 8 días me fui a encontrar un señor en la montaña. El señor se puso contento cuando me vio y me dijo usted está vivo todavía, yo pensé que se había muerto.

Pensamos que ya se había quemado con su hermana y él contento me dio una tortilla tostada. Estuve dos días con el señor en el monte y de ahí me fui a encontrar con mi tío y me encontré con un mi hermano y se puso contento al verme, pensé que ya se había muerto me dijo mi hermano. Nos asustamos ahí porque estábamos perseguidos. No estuve mucho tiempo con mi hermano en la casa de mi tío. El soldado fue a matar a mi tío. De ahí nos fuimos a la montaña.

Hay tiempo que comíamos y tiempo que solo hierba comíamos. Semanas que solo comíamos raíces de una planta que le dicen San Juan, también raíces de zacate. Solamente (eso) voy a decir, porque se me fue toda la idea y pensamiento en ese momento, ya no pensaba nada.

El representante de Caldeh añadió otra pregunta. ¿Recuerda cuántos familiares mataron en su casa?

Pedro Chávez Brito: Cuatro personas que murieron en el fuego.

Pedro Chávez Brito dictó los nombres de sus muertos: Mi mamá, María Chávez, Elena Chávez, Feliciana Chávez, Juana Chávez, Catarina Chávez, Miguel Chávez, los otros dos hermanos pequeños ya se me olvida. Miguel, mi cuñado. Ya no mucho me acuerdo porque yo era pequeño.

Otra pregunta. Don Pedro, esa vez que llegaron los soldados ¿se acuerdan como cuántos eran?

Pedro Chávez Brito: No me acuerdo cuántos eran, lo que sí es cierto es que se parecían como hormigas en la casa o alrededor de la casa.

Cuando le preguntaron si en su familia había algún guerrillero, dijo que no recordaba si alguno de sus tíos, porque él era muy joven. Lo que no olvidó es que estaba asustado mientras lo perseguían. “Nos disparaban. Pasaba en el aire unos, no sabemos cómo se llamaba, pero ahora escuchamos que se llama helicóptero”.

Pedro Chávez Brito estuvo en la montaña un año, en plena huida, en pleno inicio de su adolescencia. Sin familia, sin ayuda.

Simone Dalmasso

Otro abogado querellante le preguntó ¿cómo había sido su vida después de lo que vivió con la muerte de sus familiares y su vida en la montaña?

Pedro Chávez Brito recordó que junto a su hermano pasaron pidiendo posada con otras personas. “Nos daban un poquito de comida cada día, porque no teníamos papá ni mamá. Todos nuestros hermanos mayores se murieron”.

¿Qué le pide al Estado e de Guatemala? Las últimas palabras que dijo fueron: “Justicia, para que no vean mis hijos todo eso”. Pedro Chávez Brito murió en 2015 a los 43 años.

Juan López Matom: la muerte de su esposa y sus dos hijos menores de cinco años

Residente de Nebaj, Juan López Matom presentó declaración del ataque de soldados del Ejército contra población civil el 2 de septiembre de 1982, en una comunidad de la aldea Parramos Grande, Santa María Nebaj, Quiché.

En ese lugar murieron Jacinta Raymundo Ceto, y  sus hijos Tomás López Raymundo y Miguel López Raymundo con arma de fuego.

Juan López Matom explicó que cuando los soldados llegaron a otra aldea, llamada Saljil, hicieron una parada en la aldea Parramos Grande. Los soldados habían llegado con un guía del pueblo. Cuando escucharon llorar a unos niños, les dispararon. López Matom no estaba junto a su familia, pero asegura que escuchó los disparos.

Cuando llegó a verlos, a las 3:00 de la tarde, vio que sus hijos estaban muertos. Tomás tenía cinco años y su hermanito Miguel, dos años y dos meses.

Los abogados querían más datos. ¿En dónde estaban las heridas de bala? López Matom lo recordaba y dijo: “En la cabeza de mi esposa pasó el tiro. En cambio, mi hijo Tomás lo ahorcó con laso y tal vez no se murió y cortó su cara con machete. En cambio, mi hijo Miguel su cabeza estaba  deshecho”.

El abogado querellante le preguntó ¿cómo le habían afectado esos hechos a su vida?

“Sí me dolió, me dio mucha tristeza, lo que hice es llorar”. Así terminó el interrogatorio.

Aunque estos testimonios sirvieron para condenar a Efraín Ríos Montt hace cinco años, ahora que él también ha muerto, ya nada puede inculparlo. A las víctimas que sobreviven les queda seguir el proceso contra José Mauricio Rodríguez Sánchez, un subalterno de Ríos Montt  que fue absuelto en 2013. El debate en su contra está en desarrollo y va a cuentagotas.

 

 

Autor
Edición
Autor
Edición