Este intríngulis, el de la Cofradía y el Sindicato, es una sintomatología típica de un país de cuarto mundo, nombre original de este artículo que hube de cambiar ante el impacto de la captura de casi una veintena de militares, algunos relacionados con la famosa Cofradía, el mero Día de Reyes.
Así que, quienes se creían reyes en Guatemala —sin ser santos— se quedaron sin cofradía.
Desde algunas semanas atrás he venido convenciéndome de que Guatemala ya no es un país de t...
Este intríngulis, el de la Cofradía y el Sindicato, es una sintomatología típica de un país de cuarto mundo, nombre original de este artículo que hube de cambiar ante el impacto de la captura de casi una veintena de militares, algunos relacionados con la famosa Cofradía, el mero Día de Reyes.
Así que, quienes se creían reyes en Guatemala —sin ser santos— se quedaron sin cofradía.
Desde algunas semanas atrás he venido convenciéndome de que Guatemala ya no es un país de tercer mundo. Creo que somos de cuarto mundo. Codificación esta que implica marginalidad, precariedad, inviabilidad económica estatal, incapacidad de tener modelos educativos que respondan a las ingentes necesidades de la población, absoluta inseguridad social y los tragicómicos sucesos que se generan desde una clase gobernante que se cree todopoderosa. Tampoco puede soslayarse la actitud de ciertos sectores de la población que en menos de tres meses se contradicen a lo mayúsculo.
Veamos algunos ejemplos de tal sintomatología:
- La pachotada de pretender ascender de coronel a general a la imagen del Señor de la Merced. ¡Habrase visto! Suficiente vergüenza histórica hemos sufrido con las idioteces de Rafael Carrera y Carlos Castillo Armas. Del primero, por otorgarle a dicha imagen el grado de coronel; del segundo, por nombrar capitán y comandante del ejército de la liberación a la imagen del Señor de Esquipulas. Estupideces que quisieron traer al mismísimo siglo XXI personajes que a ciencia cierta no sabemos quiénes son, pero que allí han de estar esperando el momento de realizar otra pendejada.
- El tres en uno más bonificación de Alejandro Maldonado Aguirre: su imposición del salario mínimo diferenciado, la conminación de «aceptan o se quedan sin sueldo» y la adjetivación de leninistas o comunistas a quienes protestaron por semejante violación al ordenamiento jurídico nacional. Su ridícula bonificación: llamar «vagos» a los comentaristas y politólogos. ¡Vaya clase de presidente el que tenemos! Afortunadamente, la Corte de Constitucionalidad hizo lo debido.
- Los rostros del presidente. Desapareció aquella imagen de viejito bonachón, de maestro de distinguida escuela, para ceder lugar a esos semblantes que bien supo captar la prensa gráfica: de odio, enojo, inestabilidad emocional y amenaza. ¡Bien llegado sea el 14 a las 14 horas! Gracias a Dios ya se va. Y algo debe quedarle claro: su lugar en la historia ya se lo ganó. Méritos hizo en tan poco tiempo.
- Dando una ojeada a las redes sociales, muchas personas que felicitaron, aplaudieron y alabaron a la Señora Fiscal (con mayúsculas), Thelma Aldana, por la captura y el encarcelamiento de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti vilipendiaron a tan valiente dama por la captura de los militares que presuntamente cometieron delitos de lesa humanidad durante el conflicto armado interno. ¿Quién diablos los entiende? La Señora Fiscal fue clara: a nadie se está sentenciando. Y por supuesto, los militares imputados tendrán derecho a legítima defensa.
También llama la atención que se despotrique contra el Ministerio Público porque no hay exguerrilleros enjuiciados. ¡Carajo! Ciento dieciocho procesos en busca de exguerrilleros que presuntamente cometieron crímenes de lesa humanidad no es poca cosa. Desafortunadamente —según dijo la fiscal—, no hay colaboración de los denunciantes.
Ante semejantes escenarios, nuestra adjetivación de tercermundistas ya no me la trago. Somos de cuarto mundo. Y de esa infeliz categoría solo se puede salir unidos. Así que, como decimos en cierto movimiento eclesiástico: «O nos salvamos en racimo o nos condenamos en racimo».
En el entretanto, es preciso llamar a la sensatez y a la cordura. No peleemos entre nosotros y dejemos que la majestad de la ley haga lo suyo.
Éxitos a todos en el 2016.
Más de este autor