También han hecho a un lado a la derecha populista. En mi barrio y sectores aledaños, los Comités de Desarrollo Local hicieron caso omiso de los políticos marrulleros enraizados en partidos desde donde, atávicamente, han detentado un poder logrado a base de ofertas falsas.
Muy especialmente, en los países donde hubo conflicto armado interno, los pobres vieron como una esperanza el cese de las hostilidades entre las guerrillas, los ejércitos y sus gobiernos. Los acuerdos de paz como requisito casi indispensable para tener una vida mejor era su anhelo. Pero, el siglo XXI se abrió como un nuevo ciclo histórico donde, para ellos, la única paz posible es la de los cementerios. Un nuevo periodo en el cual, según el sociólogo Carlos Guzmán Böckler: “Se dio paso a la era postcafetalera y narcomplaciente”. Una novísima etapa donde los gobiernos civiles con su bandidaje están santificando a los gobiernos militares del siglo pasado y, junto a las hordas de sociedades fundamentalistas patrocinadas y financiadas desde Estados Unidos de América, irrumpieron los políticos de una nueva derecha populista. Los cuasi profetas ofreciendo salvación bajo el principio de mientras más diezmo más posibilidades y los políticos una mejoría socioeconómica a cambio de votos y sometimiento.
A estos desgarrados panoramas nativos, la izquierda tradicional no supo hacer frente.
A cuenta de ello, la rebelión de las y los jóvenes de clase media y pobre en Brasil se mantiene, los políticos izquierdistas y de la derecha populista están siendo desechados como papel higiénico en muchos países de América Latina y los neomarxistas, socialistas y todos aquellos partidos que en Europa aún cantan Arriba los pobres del mundo no tienen una respuesta coherente ante esos movimientos de dignificación. La única que me dio un activista de la vieja izquierda guatemalteca fue: “Se trata de una gentuza vulgar”.
Ah sí, muy culto él.
Sí, gentuza y chusma. Así dijo. Yo le repliqué entonces que la Revolución Francesa la hizo ese pueblo al que también llamaron chusma y gentuza. Me respondió que “de eso poco sabía”, dio la vuelta y se alejó. Ni siquiera se despidió. Así de culto el don.
¿Qué pasó entonces? Las organizaciones de izquierda están ante un levantamiento de los pobres y no saben cómo dar una forma política a ese justo enojo de las masas. Veamos: En los dos últimos siglos casi todas las revueltas se convirtieron en revoluciones. Ahora no. Por el contrario, se percibe que no hay una perspectiva política ni un esbozo de organización que puedan ofrecer.
Así las cosas, el meollo del asunto parece estar en la incapacidad para dirigir y en que los pobres, principalmente los pobres entre los más pobres, han descartado a la izquierda como su representación local, nacional e internacional.
Muchas razones hay para ello: Comunistas de Mercedes Benz en Europa, activistas sociales con vehículo tipo agrícola (último modelo y chofer incluido) recorriendo los barrios empobrecidos del Tercer y Cuarto Mundo, antiguos miembros de las insurgencias hoy abrazados con lo más rancio del militarismo sirviendo de alfombra a las oligarquías y gritones de estrado pidiendo a las masas empobrecidas: “Hagan lo que yo digo pero no lo que yo hago”.
Unos sin agua y los otros con sed porque, honestamente, parece ser que en las nuevas izquierdas europeas y latinoamericanas, los más pobres entre los pobres son muy molestos y en los partidos supuestamente socialistas de Guatemala, bienvenidos no son.
La rebelión de las masas hoy tiene otra connotación en América Latina: Es también contra la izquierda. Y deben entender las grandes dirigencias que ser pobre no significa ser tonto. Su caminar actual lo está demostrando. Deben comprender también que, o caminan con ellos o quedan fuera de esa historia, la cual, como en la Revolución Francesa y sus ramificaciones, la están bosquejando los excluidos y los abandonados.
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