Ir

Los pasos de la mujer maya k´iche´

“India fuera del Ministerio, incapaz”, esto apareció rotulado en la sede del Ministerio de Cultura en 2000 cuando iniciaba yo el compromiso público de servir a Guatemala.
¿Cómo el Estado guatemalteco fue capaz de cometer tan brutales asesinatos de mujeres y hombres, de niñas y niños, de ancianos, de jóvenes mayas y ladinos?
"Fui una niña descalza y soñadora. Tenía cinco años, cuando mi madre me dijo: “¡Llegó el momento de ir a la escuela¡” Sentí la alegría más grande de mi pequeña vida. Sentí que era el regalo más grande que me daban mis padres".
"Doy gracias a la vida, al Cielo y a la Tierra, y a mi familia por escribir este ensayo, por alzar mi voz a través de estas letras y ojalá logre permear y trascender a otras vidas".
Tipo de Nota: 
Información

Los pasos de la mujer maya k´iche´

Historia completa Temas clave

“… nos hemos acostumbrado a la libertad y tenemos el valor de escribir exactamente lo que pensamos…”, escribió Virginia Woolf, en 1929, en “Una habitación propia”, el ensayo en el que plantea la necesidad de que las mujeres tengan un espacio propio para crear, para hacer que se escuche su voz. En esta serie, Plaza Pública reanuda la pregunta: ¿Cómo construyen su habitación propia las mujeres guatemaltecas? Aquí responde la maestra, exdiputada, excomisionada de la Comisión de Esclarecimiento Histórico y política, Otilia Lux de Cotí.

Doy gracias a la vida, al Cielo y a la Tierra, y a mi familia por escribir este ensayo, por alzar mi voz a través de estas letras y ojalá logre permear y trascender a otras vidas. Santa Cruz del Quiché, se llama mi pueblo natal, esa tierra que me vio nacer y me bendijo como hija de la madre Tierra y con mi respectivo nawal que trazaría la ruta de mi vida, dicho por Victoria Esperanza García y Pedro Lux, mi madre y padre respectivamente.

K´iche´ milenario e indomable, la cuna del Popol Wuj, libro sagrado, donde se narra la historia del origen del pueblo maya K´iche´, su idioma es el mayoritario entre los idiomas nacionales y entendible en otros idiomas mayas. Es un pueblo invencible, luchador, trabajador y apegado a su historia, a su autonomía y a su cultura. Sus mujeres y sus hombres han sabido liderar los senderos de la vida con mucha sabiduría. Un pueblo que sufrió las peores atrocidades, brutalidades y masacres durante el conflicto armado interno. Pero ha renacido de las cenizas y está en vías de la autodeterminación. Cuando escribo acerca de esto se me conmueve el alma, y los ojos de mi espíritu se llenan de lágrimas, pero también me lleno de esperanza y regocijo.

Familia, infancia y adolescencia

Dos sucesos influyeron grandemente en mi vida: El primero tiene que ver con mi madre y mi padre. Ellos vienen de familias numerosas. Mi madre, únicamente tuvo hermanos, fue la única mujer, y por el hecho de ser mujer se le negó el acceso a la educación. Ella vivió sumergida en la ignorancia de saberes de otras culturas, por la falta de educación escolarizada, pero yo observé cómo sacó adelante a toda la familia, a mis hermanas y hermanos. También observé, con admiración, cómo ellos le dieron un gran significado a la posesión de la tierra, como fundamento de la riqueza y el patrimonio familiar.

Naturalmente mis padres vieron con agrado que sus hijas e hijos fueran a la escuela, y que dominaran el español, sin olvidar la lengua materna: el k’iche’, pues era la única manera de sobrevivir en aquellas condiciones adversas de marginación, racismo y oprobio.

Fui una niña descalza y soñadora. Tenía cinco años, cuando mi madre me dijo: “¡Llegó el momento de ir a la escuela¡” Sentí la alegría más grande de mi pequeña vida. Sentí que era el regalo más grande que me daban mis padres.

En mi barrio Sur de Santa Cruz del Quiche, jugué siempre con mis vecinos, ladinos e indígenas, entre ellos: Los Medrano, los Recinos, los Girón, los Natareno, los López y los Rivera. Las relaciones siempre fueron excelentes, el respeto fue uno de los valores cultivados, jamás observé algún gesto de discriminación ni de racismo. Los juegos de barrio y de cada época del año eran nuestro principal objetivo, entre ellos, recuerdo muy bien arranca-cebollas, ollitas de miel, ladrones y policías, la cuerda, tipachas, disconecta, barriletes, matracas y los yax. Nuestra meta era divertirnos con reglas claras. Tuve una niñez muy sana y llena de alegría.

La siguiente etapa, fue la de estudiante en el nivel primario, fue otra de las mejores épocas de mi vida. Durante los seis años de primaria tuve dos grandes maestras que supieron ver mis sueños, mi dedicación, mi inteligencia y mi responsabilidad. Mis cursos preferidos fueron siempre las matemáticas y los estudios sociales. Sobresalí en el basket ball y en volley ball. El traje maya que siempre utilicé, mis pies descalzos y el idioma k´iche´ jamás fueron un obstáculo para mí, tampoco fue un valladar para mis maestras y la escuela, ni mucho menos para mis compañeras de aula.

Los valores aprendidos en familia fueron el cimiento de mi carácter, de mi personalidad, la firmeza y la fuerza con que principié la vida, sin recursos, pero, con agallas para salir avante en cualquiera de las facetas de la construcción de una vida digna. Fuimos resolviendo en conjunto la pobreza que nos agobió por largos años. Teníamos una meta definida. Y lo logramos con éxito. La clave fue mi madre con su espíritu emprendedor y su formación de mujer autodidacta.

El primer choque cultural llegó en la secundaria. Las experiencias allí fueron muy distintas. Debíamos acudir uniformadas y no se me permitió ingresar con mi trabaje habitual. Un reto enorme para mí: la transformación cultural. Pero lo enfrenté por el gusto de estudiar, aunque lo consideré injusto, inapropiado e irrespetuoso. Sentí que aquellas reglas eran una aberración.

En la secundaria todo era distinto, era mixto, el pensum, los horarios, los catedráticos, la disciplina y las forma de actuar de los mismos estudiantes me causaba preocupación. Allí empiezo a vivir la discriminación, el machismo y el racismo, especialmente de mis compañeros varones. Éramos dos mujeres mayas, pero mi colega se retiró del establecimiento, no soportó la presión, los desprecios y los insultos.

[frasepzp1]

En ese entonces, carecíamos de políticas y programas de inclusión, no había herramientas para combatir la discriminación, el racismo, el patriarcado. Recibíamos una educación demasiado teórica, enajenada y ninguna educación juiciosa y crítica. Con un desconocimiento total de las realidades locales y nacionales. Había un total desconocimiento de herramientas para enfrentar situaciones como la discriminación y el racismo, para poder resolverlas..

Me hice maestra para hacerme creadora

Soñé ser ingeniera civil, pero las circunstancias no me permitieron salir de mi lugar de origen. No tuve el dinero para poder mantenerme y emprender esa carrera. Parecía que era un poco temprano, si a duras penas estaba obteniendo el tercer grado básico. Entonces puse los pies sobre la tierra y me propuse una carrera que la visualicé de mucha proyección social y de amor a la humanidad, sabía que me brindaría las herramientas para poder entender las realidades, especialmente la de mi pueblo, y la de Guatemala entera.

Estudié magisterio. Me hice maestra para hacerme creadora, como bien dijo José Martí. Me encantó el magisterio, trabajé como maestra 21 años en Quiché, en la normal de Occidente de Santa Lucía Utatlán y en la colonia Carolingia en la Ciudad de Guatemala. Disfruté con los niños, con la juventud y con los estudiantes que iban a ser maestros y maestras como yo lo era. Vivíamos la época de la guerra fría y la guerra interna de Guatemala. Me encantó formar liderazgos, hacer prácticas equitativas de participación entre las juventudes. Hacer análisis de realidades, conversar de la historia del país desde lo dicho en el Popol Wuj sobre el origen del Pueblo maya k´iche´, su historia, su civilización, sus hazañas, sus glorias y nuestras formas de vida; el colonialismo y sus consecuencias; desde el inicio de la República, hasta nuestros tiempos.

El despertar de mi conciencia y el inicio de mi lucha

Después de los duros momentos en el nivel medio, de los desprecios y los insultos, sólo me quedaba una alternativa: o seguía estudiando o seguía estudiando. Me posicioné en ese plan y me enfrenté al mal trato que se nos daba a los indígenas. Me ayudó mi carácter y firmeza, y me propuse vencer la lacerante práctica del racismo y de la discriminación contra las mujeres mayas y contra mi pueblo. Tuve la oportunidad de trabajar en la capital y logré estudiar en la Universidad de San Carlos y en la Universidad Rafael Landívar, hasta obtener el grado de licenciada en Administración Educativa.

Esto fue entre 1978 y 1983, la época más álgida de la guerra en Guatemala. Participé en muchísimos análisis de coyuntura, en reflexiones, buscábamos la praxis y los compromisos para cambiar Guatemala. Fueron muchos los esfuerzos desde distintos puntos de Guatemala, sembrando la semilla del despertar de nuestras conciencias. Siendo estudiante universitaria, nos reuníamos fuera de la universidad, hombres y mujeres mayas para iniciar procesos de reflexión y acción, sobre nuestra situación como pueblo maya. Nuestras primeras reflexiones se basaron en las preguntas clásicas: ¿quiénes somos? ¿de dónde venimos? ¿hacia dónde vamos? Y, ¿cómo vemos la situación de Guatemala?, y ¿cuáles son nuestros compromisos?

Las conclusiones eran dramáticas y retadoras. Continuamos los procesos en vías de una organización firme y autosostenible, para plantear soluciones; nos proponíamos asumir responsabilidades frente a grandes desafíos, entre éstos: la tenencia de la tierra, el trato a los indígenas, el acceso a la educación y a la salud, la economía, el agua potable, la participación política y la defensa de nuestra cultura milenaria. Estos eran los temas de mayor relevancia en nuestras discusiones. Afortunadamente íbamos logrando mayor conciencia y sumando más personas comprometidas, la causa fue permeando en los jóvenes y lo sigue haciendo hasta la fecha.

Hubo hombres y mujeres que nos antecedieron, dejaron enseñanzas y lecciones profundas, especialmente en Quetzaltenango, Chimaltenango, Quiché, Totonicapán y Alta Verapaz. Me refiero a la participación efectiva en el ámbito político, que para nosotros era un referente importante. Para las mujeres fue un gran desafío participar en estos ámbitos de participación y decisión. Espacios que han sido sólo para hombres, sin embargo, las mujeres mayas luchamos por esos espacios. Era difícil, pero no imposible.

La vida espiritual la aprendimos en privado, en familia, no era pública, como suele ser ahora. En familia aprendimos grandes valores y principios sobre la visión de la vida y del mundo. El punto de partida para la vida plena, respetuosa y digna.

Durante la década de los 70, iniciamos el movimiento maya, con un liderazgo profundo, no contaminado con la onegización. Éramos realmente un movimiento, íbamos de norte a sur, de occidente a oriente. Una experiencia exitosa, los avances se veían con las expresiones de las jóvenes mujeres y de los hombres, en lo rural y en lo urbano. Acentuamos la identidad y la lucha por la autodeterminación, con el planteamiento de nuestros derechos individuales y colectivos como sujetos y sujetas de derecho.

El activismo indígena tuvo un enorme impacto en los lugares donde se desarrollaba, ya que, en el fondo, cuestionaba ciertos aspectos de las relaciones de poder local profundamente arraigados en los municipios del Altiplano. A la par de los movimientos culturales, surgieron también iniciativas políticas con vistas a las elecciones municipales. La elección de alcaldes mayas se perfiló desde principios de los años 70 como una opción para promover el cambio. Lo importante era participar para tener aprendizajes e incidencia. con formas de vida de los mayas. Fue muy difícil, frente a un sistema político y económico con estructuras excluyentes y racistas. El reto era inevitable y es ahora irreversible.

La parálisis del movimiento maya se dio en los años más efervescentes de la guerra en Guatemala (1980-1984). Muchos de los líderes comunitarios, líderes del movimiento maya, campesinos, promotores sociales, estudiantes, profesionales, catequistas, mujeres, hombres, niños, ancianos y comunidades completas fueron desaparecidos y asesinados por el Estado-Ejército. Sin embargo, las mujeres continuamos con uno de los temas: “Las mujeres y el desarrollo”, era darle seguimiento a una parte de la agenda que ya se había diseñado en forma conjunta con los hombres. A partir del 85 volvimos como movimiento maya a redefinir y fortalecer nuestra agenda sobre los derechos de los Pueblos Indígenas.

Con alma y corazón, con responsabilidad, compromiso y conciencia

La dignificación del trabajo se nos enseñó desde pequeñas a través de mis padres, nos enseñaron a ser responsables y transparentes. Los múltiples trabajos ejercidos durante toda una vida han sido para mí una serie de experiencias exitosas y trascendentales, con visión de conjunto y de proyección hacia el futuro.

En los distintos contextos de mis trabajos, hice propuestas basadas en los principios de la equidad, de la paridad con enfoques y procesos participativos. El principio universal de la diversidad fue otro de los retos que puse en práctica, a fin de sentirnos todos y todas incluidas.

Entre 1991 y 1996, trabajé en la educación de las niñas indígenas rurales, fue una excelente iniciativa, logrando posicionar la política dentro del Ministerio de Educación y de promover la educación de las niñas que jamás habían tenido esa oportunidad. La experiencia fue muy exitosa, afortunadamente fue muy bien recibida por parte del Ministerio.

Fui una de los tres comisionados de la Comisión del Esclarecimiento Histórico y Hechos de Violencia en Guatemala (CEH). La propuesta provino de la Secretaria de la Paz en su primer período, en 1996, y en consulta con las organizaciones de víctimas; el visto bueno lo dio el Comisionado nominado por las Naciones Unidas, el profesor Christian Tomuschat, y el tercer comisionado fue el licenciado Alfredo Balsells Tojo (QPD). Nuestro mandato fue esclarecer, con imparcialidad y objetividad, lo ocurrido en Guatemala durante los 36 años de guerra. Su objetivo fue contribuir a fomentar una cultura de respeto mutuo y observancia de los Derechos Humanos en la sociedad guatemalteca. Las investigaciones se realizaron a nivel nacional, pero no fue suficiente el tiempo. Sin embargo, los resultados revelaron la tragedia nacional, los actos ilegales, crueles e inhumanos, revelamos que lo sucedido en Guatemala fue una tragedia incomparable con lo sucedido en otros países como El Salvador, Argentina, Chile y Sudáfrica, por ejemplo. Logramos dimensionar lo que aquí había sucedido.

Ante tantas atrocidades , me siguen surgiendo las preguntas y sigo manteniendo las mismas preocupaciones: ¿Cómo el Estado guatemalteco fue capaz de cometer tan brutales asesinatos de de mujeres y hombres, de niñas y niños, de ancianos, de jóvenes mayas y ladinos? Eliminaron liderazgos, y personas comprometidas con los cambios del país. ¿Cómo fue posible cometer esa barbarie ultrajante contra guatemaltecas y guatemaltecos?, y ¿cómo fue posible cometer genocidio contra el pueblo maya? ¿Hasta qué punto se invirtió en armamentos de guerra, en vez de invertir en lo social, especialmente en educación, salud y producción? Con base a este análisis, aún me pregunto: ¿Es posible lograr una paz verdadera, si no hay justicia ni castigo a crímenes de guerra y de lesa humanidad? Por otra parte, se sigue reproduciendo la pobreza, la discriminación y la violencia. Se sigue viviendo y observando las nuevas formas de colonialismo, de esclavitud y despojo de tierras ancestrales.

El genocidio se demostró con las masacres cometidas en nuestros territorios, los cementerios clandestinos hablan por sí solos. Las lesiones violaciones a las mujeres mayas. La agresión física y mental cometida contra mujeres y hombres, jóvenes y niños. El sometimiento brutal cometido contra k'iche´s, q´anjobales, ixiles y achíes. El asesinato de mujeres embarazadas y el asesinato de niños y niñas.  Por otra parte, el traslado de niños a lugares de los que no eran originarios e incluso dados en adopción. El desplazamiento forzoso y el traslado a “aldeas modelo”.  Otro de los patrones comunes fue la tierra arrasada. Todo esto demuestra los actos criminales y el racismo como la expresión máxima del Ejército guatemalteco cometido contra el pueblo maya que lo visualizó como el enemigo a vencer.

Continúa la ingobernabilidad y se mantiene la conflictividad en nuestras tierras y territorios; y el rompimiento del tejido social. A esto le sumamos las secuelas de la guerra, la desnutrición, el hambre, el analfabetismo, la situación de la salud especialmente en los hospitales públicos. Ahora con la influencia del Ejército en las escuelas públicas, hablando de valores: ¿De qué tipo valores habla esa institución, cuando tiene una deuda histórica con el Pueblo Maya, el haber cometido genocidio como la máxima expresión del racismo durante la guerra?  

Ante la situación de los Pueblos Indígenas de Guatemala se deja ver la indiferencia, el racismo, la negación del Estado guatemalteco para avanzar hacia una vida digna llena de respeto, prueba de esto son las consecuencias del “desarrollo”. ¿Cuál es el tipo de desarrollo planteado por el Estado? Cuando se despoja la tierra a los Pueblos Indígenas a nombre del desarrollo desde la visión capitalista. Cuando se violan los derechos de las mujeres y de los Pueblos Indígenas, se persigue a los líderes, se les sentencia judicialmente, se instauran estados de sitio, se masacra. Este es el “desarrollo” planteado e implementado por el Estado guatemalteco.

Para nuestros pueblos, la justicia no existe, los procesos legales están siempre manipulados, permanece la represión militar y policíaca en contra de quienes alzan la voz, de quienes defienden derechos individuales y colectivos. El Estado justifica las acciones ilegítimas bajo la fachada del Estado de Derecho. ¿Cómo es posible que solamente haya Estado de Derecho y para unos sí y para otros no? Así no podemos seguir la ruta de una verdadera paz, de la construcción de una Nación, ni mucho menos lograr la democracia participativa.

La tarea es de todos. Debemos repensar las estrategias para la construcción de nuevos procesos civilizatorios de armonía, paz y justicia, respetando los Derechos Humanos, los derechos de las mujeres y los derechos de los Pueblos Indígenas. El desafío profundo radica en la reconstrucción del Estado y en establecer un nuevo orden, a esto hay que agregar un nuevo modelo económico basado en la solidaridad, la confianza y la gobernabilidad para todo el país, para todos y todas.

El haber sido Ministra de Cultura y Deportes durante los cuatro años de gobierno del presidente Alfonso Portillo, fue una oportunidad para la reestructuración y recomposición de ese Ministerio, una oportunidad para una mujer maya y una oportunidad para Guatemala. Convoqué al sector cultura a un Congreso Nacional para diseñar y elaborar las Políticas Culturales Nacionales y Deportivas. Así mismo, lideré el diseño del Plan Estratégico de cara al desarrollo de la cultura guatemalteca con sus distintas expresiones culturales.

[frasepzp2]

Fue una excelente experiencia el haber dirigido esta cartera, con un presupuesto ejecutado a la luz de la transparencia como el eje central. El trabajo lo realicé con equipos muy cualificados, conformado siempre por mujeres y hombres, multidisciplinario y multicultural, tomé decisiones colegiadas y no arbitrarias, siempre en consulta con la ley y bajo el principio de los impactos políticos, económicos y jurídicos.

El Ministerio fue para mí una gran escuela en el ámbito público administrativo-financiero, corregí irregularidades muy acostumbradas en el aparato estatal. Me encantó conocer los programas y proyectos, para estar cerca de las personas, conocer el terreno, la dinámica, la metodología, los enfoques, el gasto, la inversión, el manejo de los recursos, los compromisos de los trabajadores, el trato entre ellos y ellas.

Semanalmente me reunía con los viceministros para revisar las tareas de la semana, revisar las pendientes, tomar decisiones y acciones, y llegar a acuerdos. Me encantó darle seguimiento a mis recomendaciones para observar el cumplimiento y la implementación de lo acordado, los resultados siempre estuvieron a la vista. Fue un éxito total, sembré semillas de respeto, de armonía, de solidaridad, de transparencia, de relaciones interculturales, amor al trabajo y el amor a una Guatemala bajo el principio de la diversidad.

A pesar de las muchas satisfacciones, tampoco voy a negar las expresiones colonialistas, patriarcales y racistas contra mi persona, mientras fui Ministra de Estado. Algunos columnistas de los diarios escritos con sus prejuicios, estereotipos y desprecios hacia nosotras las mujeres mayas y nuestros pueblos, escribieron textos como éstos: “Cómo una india está al frente del Ministerio de Cultura, si estas son incapaces, solamente pueden hacer tortillas y cargar canastos y tinajas…”, “Desde ahora ya no escucharemos a Bethoven sino, solamente sones”. En otra columna decía que mi nombramiento era “una vergüenza nacional”.

“India fuera del Ministerio, incapaz”, esto apareció rotulado en la sede del Ministerio de Cultura en 2000 cuando iniciaba yo el compromiso público de servir a Guatemala.

El trabajo realizado en el Congreso de la República (2008-2012) como diputada de Winaq, fue una gran experiencia para el ejercicio político. Yo representaba una voz de mujer maya y hacia propuestas para la promoción de los derechos de las mujeres y de los Pueblos Indígenas. Allí estuve cerca del verdadero poder, donde persisten los intereses particulares más que los de carácter social, pude observar a expertos en cabildeo moverse por iniciativas de ley de interés corporativo y esforzarse por obstaculizar procesos de avances a iniciativas de ley de carácter social. Aquello era un gran desafío, el reto de participar políticamente y romper esos esquemas que anulan el desarrollo de Guatemala.

El mapa de poder en el Congreso se basa en las alianzas políticas y en redes de interés, es un reflejo del poder en el país. Prueba de esto es la aprobación de leyes de intereses económicos para mantener el status quo de las corporaciones. La agenda legislativa de las mujeres en la sexta legislatura en la cual participé, tuvo a bien promover la aprobación de leyes a favor de la promoción de los derechos de las mujeres: Participación plena y efectiva en la toma de decisiones, la salud sexual y reproductiva y derechos reproductivos, maternidad saludable, erradicación de todas las formas de la violencia contra las mujeres. Ahora bien, en relación a la agenda legislativa de los Pueblos Indígenas no fue nada próspera, por intereses particulares, y por el racismo, no se logró el apoyo por parte de los diputados. Cuando llegué al Congreso tuve la expectativa de un alto organismo de poder que funcionaría como un foro de debate político y no de negocios particulares, pero, fue todo lo contrario, es notorio el conservadurismo y la inconsistencia o ausencia ideológica en los representantes.

Además se evidenciaba el comportamiento patriarcal y racista de varios representantes en el Congreso de la Republica, esto se manifestaba en los momentos en que proponíamos iniciativas de ley pro derechos de los Pueblos Indígenas y de mujeres. Las ignoraban.

* * *

Ahora, mi compromiso trasciende a nivel internacional como representante de Guatemala ante el Consejo Ejecutivo de la UNESCO, y como experta de Pueblos Indígenas en las Naciones Unidas. Las propuestas, los análisis, los debates y las negociaciones fueron los elementos claves de los procesos en los cuales intervine como mujer maya guatemalteca ante los Estados Miembros de las Naciones Unidas. Afortunadamente, las propuestas y el trabajo en equipo se han traducido en resoluciones para Pueblos Indígenas y especialmente para mujeres indígenas. Me tocó colocar sal y pimienta a los distintos trabajos realizados. Me siento complacida y he cumplido con mis compromisos como guatemalteca, como mujer maya, como parte de los Pueblos Indígenas que luchamos por la Tierra, el Territorio, los Recursos Naturales, el consentimiento libre previo e informado, por la libre determinación y por una vida digna, éste es el espíritu de la vida de nuestros pueblos y es nuestra razón de lucha por el respeto a nuestros derechos individuales y colectivos como pueblos porque son Derechos Humanos.

Como parte de las lecciones aprendidas a lo largo de mi vida desde que empecé como una niña descalza que fue venciendo dificultades y opresiones. Como mujer maya me impuse estos retos, rompí esquemas patriarcales, racistas y colonialistas que oprimen, subordinan, silencian e imponen obediencia y sumisión. Todo esto gracias a las oportunidades que me brindó la vida, las relaciones con mis vecinos, con mis maestros y la excelente educación que recibí de mi madre, mi padre y mis abuelos.

Los valores y principios que cimentó mi familia, mi pueblo y mis maestras y maestros fueron los pilares que sustentaron el recorrido de una vida digna, llena de satisfacciones y de servicio a Guatemala. Estuviese por donde estuviese, mi inteligencia y mis sentimientos los he puesto en los análisis, debates, propuestas y trabajo, por Quiché y por este país, denominado por los originarios Quauhtlemallan, tierra de árboles, hoy Guatemala.

Mi trabajo continuará, mi lucha seguirá siendo por la dignidad de vernos como seres humanos, de sentirnos como hermanos y hermanas que son parte de una país donde el Estado de Derecho es de y para todos y todas, por el respeto por la diversidad lingüística, cultural, de género, religiosa. Sigo poniendo la energía por la justicia y por una verdadera paz.

Finalizo expresando mi agradecimiento a la vida, al Cielo y a la Tierra por ser una mujer de temple y que no tengo miedos de ninguna clase. He logrado metas consistentes como el ser feliz con mis hijas Nicté y Jazmín, mi hijo Rolando y mi esposo Jaime. Lo más importante es fomentar y tener una familia integra, cuyo indicador demuestra confianza, respeto, consistencia, comprensión y cooperación. Esto me ha permitido hacer trabajos fuertes, combinando la vida familiar y política, (eso sí: consagre los fines de semana para dedicarme a mi familia).

Muchas gracias.

Autor
Autor