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Los otros hombres que les susurran a los caballos

“Pocos conocen nuestro trabajo, pero todo mundo ve correr a estos potros en la pista”, afirma Carlos, hombre de baja estatura y uno de los más de 600 cuidadores que también viajó con los equinos hacia Florida.
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Los otros hombres que les susurran a los caballos

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Hay caballos en Kentucky, en el mero Derby de Kentucky, que no responden al inglés. Cuidados a diario por latinos, estos potros terminan familiarizándose con un idioma que no es el de su entorno ni el de sus dueños: el español.

El primer sábado de mayo, como ocurre desde 1874, se lleva a cabo la carrera hípica más famosa del mundo.

El primer sábado de mayo, como ocurre desde 1874, se lleva a cabo la carrera hípica más famosa del mundo. Conocida también como “los dos minutos de gloria”, genera en menos de dos semanas hasta US$220 millones en ganancias para las fuentes organizadoras.

Algunos caballos que se hospedan en los establos de Churchill Downs aguardan en esas instalaciones hasta la llegada del invierno. Después, con el fin del frío y de las lluvias, los pura sangre se trasladados a tierras calientes propicias para la crianza de ganado, como Florida. Con estos animales viajan también algunas personas que se encargan de cuidarlos, la mayoría latinas.

“Pocos conocen nuestro trabajo, pero todo mundo ve correr a estos potros en la pista”, afirma Carlos, hombre de baja estatura y uno de los más de 600 cuidadores que también viajó con los equinos hacia Florida.

En el trabajo se emplean hombres y mujeres. En los establos del Churchill Downs desde el amanecer se afanan en alimentar, bañar, trotar e incluso entrenar a algunos potros y potrancas que corren en las pistas profesionales.

Un día típico para potros y caballerangos empieza a las 5 de la mañana. La pista no se abre hasta 60 minutos más tarde y, por lo tanto, en las horas previas se dedican a preparar a los caballos para el día. A esa hora se levanta Francisco, un emigrado guatemalteco que nació en Santa Rosa. Francisco toma al pura sangre de la cuerda sujetada al cuello y ambos caminan por la pista; una, dos vueltas. El recorrido es de entre 20 y 30 minutos. Después lo baña y lo alimenta. Y por la noche, a la espera de la jornada de la carrera, repite la misma rutina.

Entre las 6 y 10 de la mañana, los equinos se van a la pista para su entrenamiento. Generalmente, galopan entre una milla y cuarto y una milla y media. Una vez a la semana corren algo más rápido. Después de una carrera, los caballos tienen dos o tres días de recuperación y solo se les camina en los establos para que descansen.

Pasadas las 10 de la mañana, los potros desayunan granos. Siempre tienen acceso a paja, pero las raciones “formales” son de granos dulces, como la avena. Su cena es la comida principal y se les sirve a las 5 de la tarde.

De las tareas del día, algunas de las más importante son revisar si los pura sangre comieron bien la noche anterior, cepillarlos, y quitar las vendas y revendarlos, pues las gasas son diferentes según los ejercicios que deben practicar los ejemplares.

Cientos de personas esperan En vísperas del Kentucky Derby. Foto de Michael Weerts

Mariana, una mujer de Tampico, México, se encarga de lavar las vendas que utilizan los caballos en sus patas. “Después de que mis compañeros sacan a galopar a los caballos, yo me encargo de lavar con agua y jabón las vendas blancas”. Antes de instalarse en los Estados Unidos Mariana laboraba en México. Su vida se desarrollaba en una fábrica de cosméticos.

Mariana tiene un par de años de trabajar en este país y confiesa que no sabe nada de inglés. Sin embargo, a esta mujer de tez morena y de una sonrisa encantadora eso parece no importarle. “Estos caballos entienden muy bien el español. Aquí, en los establos de Churchill Downs, no se habla mucho el inglés”. Cerca de 400 hombres y mujeres son de Guatemala, aproximadamente 150 son mexicanos y el resto, estadounidenses. Muy pocos son de Europa del Este.

“Los caballos no son nuestros, pero los cuidamos y, algunas veces, dormimos con ellos. Los bañamos, les damos de comer y casi siempre platicamos con estos caballitos… claro, en español, porque ese es nuestro idioma”, afirma Carlos, un caballerango que trabajó la temporada pasada en los establos de Churchill Downs, conocidos como la Casa del Derby de Kentucky.

Para los trabajadores la jornada es larga. Aunque no empieza de manera oficial hasta las 5 de la mañana, muchos la inician media hora antes. Quienes tienen asignado “caminar” a los caballos trabajan de 5 a 10 de la mañana, a menos que sea día de carrera. Los cuidadores “grooms” laboran los siete días de la semana, de las 5 a las 11 de la mañana, además de una tarde sí y otra no (de las 3 a las 5). Cuando hay competencia, todos trabajan juntos hasta la hora necesaria para cuidar a los animales.

Los trabajadores comienzan como “caminadores” y les pagan entre US$250 y US$300 por semana, en jornada de cinco horas. A quienes cuentan con más experiencia —los cuidadores, los “grooms”— se les paga hasta US$450 por semana. Cuando obtienen más práctica, pueden llegar a ser asistentes de los entrenadores oficiales.

Tanto Mariana como Francisco tratan de acostumbrarse a su nuevo trabajo en los dos años que llevan en Estados Unidos. Pero entre sus compañero hay uno al que no le resulta una labor fácil. Es un hombre de 45 años de edad, veracruzano, un tipo que cambió la corbata y los zapatos negros brillosos por ropa sucia y botas de plástico. Lleva 15 meses en Churchill Downs pero aún no logra acostumbrarse al olor del excremento de los equinos. No es un trabajo fácil el suyo. Antes, en casa, en México, se sentaba tras un cristal y atendía. Era pagador-receptor en un banco. Ahora limpia la bosta de los establos.

Come, horse. Caballito, vení para acá

Se dice que los entrenadores de los equinos piden a los cuidadores que a los caballos les hablen en inglés. Sin embargo, hay algo que es inevitable: el primer contacto que tiene la mayoría de estos potros es con los latinos, hombres y mujeres que no saben hablar el idioma o prefieren hablar su lengua natal. “Caballito, ven pa’cá”, se escucha con acento de México. Si los hombres son de Guatemala, el tono cambia: “Caballito, vení para acá”. Estas son algunas de las diferentes expresiones que obedecen los caballos. La rutina ya está determinada.

En Churchill Downs se ofrecen clases de inglés para los caballerangos, pero Artemio, encargado de uno de los equinos, no tiene tiempo para acudir. En su vida, es más importante trabajar duro que aprender inglés, y Artemio prefiere afanarse varias jornadas para enviar dinero a su familia que vive en Toluca, México. “Los entrenadores estadounidenses no están de acuerdo con que les hablemos en nuestro idioma, pero ni modo, no hay opción”, añade el hombre de tez morena. Los cuidadores no tienen ni tiempo ni dinero para gastar en aprender un idioma y los lugareños de Kentucky no quieren trabajar por US$1,100 ó US$1,600 al mes, los siete días de la semana.

Los caballos no siempre obedecen cuando los propios entrenadores y jockeys, los jinetes, les hablan en inglés. Los potros responden de inmediato cuando los caballerangos guatemaltecos y mexicanos les llaman. “Come, horse”, le dice infructuosamente Fabricio a uno de estos caballos que pueden llegar a costar hasta US$20 millones. Sin embargo, al pronunciar “vení, caballito, vas a comer”, los equinos corren como si se tratara de una orden. Es cierto que a la mayoría de los potros no se les dan órdenes con palabras, sino con gestos y sonidos universales con la boca para ordenarles una acción (clucking) y besitos (smooching), aunque el entrenador Paul McGee admite que se le pide a muchos caballos irse “atrás, atrás, atrás”.

Este entrenador profesional sostiene que a los caballerangos latinos les sugieren desde un principio que para regresar a un caballo no usen un sonido, sino palabras. Añade que es un poco exagerado decir que los caballos solamente responden al español, pues los sonidos son más usados. No obstante, reconoce que los pura sangre sí responden a lo que les dicen sus caballerangos latinos.

McGee explica que hay aproximadamente un caballerango por ejemplar en Churchill Downs y que hay quizás unos 1500 potros y sus respectivos cuidadores, sin contar a los vendedores y los herreros. Es toda una comunidad, subraya, la que trabaja con los caballos, pese a las barreras del idioma entre entrenadores, jockeys, los caballerangos y los “caminadores” (que son los que llevan de paseo a los caballos después de una carrera para enfriarles sus músculos).

El entrenador explica que es un gran equipo de gente para cuidar a los caballos y que las comunicaciones son en equipo: “Nos alimentamos uno al otro y nos apoyamos y, además, casi siempre tenemos alguien bilingüe para ayudarnos”. Churchill Downs, como muchos hipódromos actuales, no solo ofrece clases de inglés, sino también de español, para facilitar las comunicaciones entre todos los que trabajan con los caballos. McGee dice que él mismo está aprendiéndolo y ha proporcionado casetes en inglés a quienes quieren aprender más. Entonces, por ahora, las clases están en ambos idiomas. Tantos los entrenadores como los jinetes deben aprender algunas palabras básicas en español para que los caballos les obedezcan. Por ejemplo: “Arre, caballo; arre, caballo”.

Quizá esa frase fue una de las que más escuchó el sábado 7 de mayo Animal Kingdom, jineteado por el portorriqueño John Velásquez, en su carrera hacia la victoria en el Derby de Kentucky.

*Luis de León es un periodista mexicano guatemalteco que reside en Estados Unidos y escribió este artículo para Plaza Pública.

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