A veces me pruebo sus zapatos y aún me quedan muy grandes, pero espero que no se me pase la vida sin caminar con ellos. No seré filósofo, y menos estudioso del derecho de altos vuelos, pero la ciencia política tiene mucho que aportarles a la armonización de las administraciones públicas y a la agenda pública a efectos de ver a los niños sonreír.
Me atrevo a decir que él era filósofo porque entendía que la esencia de la existencia humana se encontraba en la niñez y porque el porvenir debería estar sujeto a la ronda que hacen los niños en el jardín. Estoy en Madrid y pienso en Guatemala. Imagino a los niños guatemaltecos y pienso que su mágica capacidad de hacer lo que uno cree que lo hará feliz es hoy en día una necesidad incuestionable para alcanzar el desarrollo.
Sonreír y luego existir debería ser una política de Estado. Ahora entiendo que la razón de que estudiara derecho se encuentra en la necesidad de darle una herramienta legal a la labor de proteger la esencia de la humanidad. No hay mejor manera de creer en la vida y de buscar vivir bien que garantizando los derechos de los niños y las niñas. Pero no hay que olvidar que estas garantías se traducen en felicidad, ya que ellos corren libres pero seguros porque, aunque se atraviesen piedras y caigan, tendrán cómo levantarse. La democracia del futuro se medirá con el número de ciudadanos que tengan la infancia como la base de la acumulación de años, ya que su buena orientación producirá la lucidez necesaria para vivir una vida estable y a plenitud.
Pero hay niños que sufren más que otros la ausencia de políticas públicas que procuren su libertad y su desarrollo. Son esos niños que se tambalean en la línea de la pobreza y la pobreza extrema, que juegan cuando trabajan y que trabajan para que algún día puedan jugar sin tener que trabajar. Esos niños sin oportunidades de desarrollo ni comiendo pan el día de Navidad salen de la pobreza. Sin embargo, a pesar de la ausencia de políticas transversales para los niños, no todos se han olvidado de ellos. El Instituto Centroamericano de Estudios Sociales y Desarrollo (Incedes) tiene un proyecto denominado Brighten the Barrio, que apoya a través de becas estudiantiles completas y acompañamiento médico y psicológico a niños de la comunidad indígena k’iche’ Chuatroj, Totonicapán, que se encuentran en condiciones altamente vulnerables.
Según los datos del Incedes, esta región tiene las tasas más altas de emigración, pobreza extrema y analfabetismo del país. El 75 % de sus habitantes vive con $2 diarios y el 25 % con $1. Muchos de estos niños son propensos a migrar y han perdido a sus padres por la migración, al punto de que ocho de cada diez niños solo tienen a uno de sus dos progenitores. En el marco de este proyecto, Brighten the Barrio ha lanzado la campaña Hogar, Dulce Hogar: Más Educación, Menos Migración, cuyo fin es recaudar fondos para seguir fortaleciendo y expandiendo su proyecto. Para ello estarán realizando diversas actividades, ya que el 29 de noviembre del año en curso la organización Hispanics in Philanthropy duplicará los fondos recaudados para proyectos que apoyan a los niños a través de su plataforma Hipgive.
Es urgente que este tipo de políticas sean impulsadas desde las instituciones públicas del Estado para que, una vez implementadas, garanticen mejores condiciones de vida y generen sistemáticamente oportunidades de desarrollo para los niños del país, especialmente para los más vulnerables. De lo contrario, los niños, el futuro de Guatemala, seguirán desprotegidos de cara a un mundo más competitivo (y posiblemente más despiadado) y desfavorecidos con la perpetuación del inmovilismo social.
Tío Fernando, algún día la niñez del país será el centro de la agenda de desarrollo, y el Código de la Niñez y de la Juventud que discutió, redactó e impulsó desde la Comisión Jurídica de la Coordinadora Institucional de Promoción por los Derechos del Niño (Ciprodeni) será el referente legal para profundizar y cumplir las garantías legales de las niñas y los niños. En Guatemala, tío, algún día se hará todo lo que sea necesario para que nunca falten las sonrisas y los juegos de los más pequeños, para que coman y aprendan y, sobre todo, para que crezcan.
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