La sede del congreso fue la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), a través de su Facultad de Derecho y Criminología (Facdyc), y participaron en el evento muchos operadores de justicia de México, España y Centroamérica, así como profesionales de disciplinas tan diversas como derecho, criminología, psicología, ingeniería, sociología, trabajo social, economía y ciencia política.
El objetivo era analizar la efectividad, las bondades y las dificultades que se presentan cuando una socie...
La sede del congreso fue la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), a través de su Facultad de Derecho y Criminología (Facdyc), y participaron en el evento muchos operadores de justicia de México, España y Centroamérica, así como profesionales de disciplinas tan diversas como derecho, criminología, psicología, ingeniería, sociología, trabajo social, economía y ciencia política.
El objetivo era analizar la efectividad, las bondades y las dificultades que se presentan cuando una sociedad apuesta por vías alternas de resolución de conflictos, que incluyen una variedad muy grande de estrategias dentro de las cuales figuran la mediación, la negociación, el arbitraje y la conciliación, así como las juntas restaurativas, que parten del principio de la justicia restaurativa, la cual se opone a la concepción tradicional, basada en el principio retributivo, con excesivo énfasis en el castigo y en la exclusión social del transgresor.
Paradójicamente, el principal obstáculo de estos métodos y estas prácticas que promueven la prevención de la violencia es el escepticismo de una sociedad que está acostumbrada al despojo, a la lucha del todo por el todo, a la anulación y denigración del adversario, al aniquilamiento total del que piensa y vive de forma diferente: es más sencillo pensar de forma violenta que concederle a quien creemos que es nuestro enemigo el beneficio de la duda y la posibilidad de canalizar las diferencias por vías pacíficas.
Por supuesto, el principal enemigo de esta visión es visualizar el conflicto como algo negativo: los MASC no están diseñados para alcanzar la armonía ni para solucionar los conflictos. Están pensados para canalizar y transformar las diferencias en oportunidades para el desarrollo, la convivencia respetuosa, basada en reglas, y la restauración, en la medida de lo posible, del tejido roto por la violencia y la conflictividad mal encauzadas.
Para un país como Guatemala, que tiene un sistema de justicia colapsado, la alternativa de los MASC es ideal para fortalecer el papel de otros actores sociales, así como el de un tipo de operador de justicia que no siempre es abogado, de manera que la ciudadanía cuente con canales más ágiles, expeditos y menos costosos en costos humanos y materiales y se promuevan condiciones para la efectiva impartición de justicia y la canalización de los conflictos.
Más de este autor