El comentario en relación a esta cinta lo hago en el contexto del evento noticioso que ocupa a todos los medios: la muerte (o asesinato, según se quiera interpretar) de Osama Bin Laden. Sobre este hecho, las opiniones no se han hecho esperar. Antanas Mockus ha declarado: “Por lo menos el ataque a las torres gemelas no quedó en la impunidad, también se demuestra que la inteligencia puede hacer lo que la guerra convencional no, yo sí creo que la baja de uno de los mayores terroristas de la historia deja un consuelo en las víctimas”. Ross Douthat , articulista del NYTimes, afirma que “después de 10 años, la muerte de Bin Laden es la fuente de un gran fracaso”. El especialista israelí del Instituto Internacional de Contra-Terrorismo ITC Boaz Ganor afirma que aunque “la cabeza de la Yihad internacional ha muerto, el movimiento internacional yihadista se mantiene vigente”.
La polémica tampoco se ha hecho esperar. Las teorías de la conspiración por parte de quienes reclaman las fotografías que corroboren la muerte de Bin Laden y de quienes aseguran, a ciencia cierta, que todo esto es un invento del gobierno del Imperio inundan ya las redes sociales. ¿Por qué razón fue lanzado su cadáver al mar si el ritual musulmán solamente autoriza enterrar en el mar cuando el fallecido se encuentra en una embarcación en altamar? ¿Por qué razón se asume que una supuesta tumba de Bin Laden se transformaría en un lugar de peregrinaje cuando la doctrina wahabí lo prohíbe? ¿Habría una reacción de indignación del mundo musulmán si las fotografías de Bin Laden muerto se hacen públicas? ¿Debía Bin Laden haber sido capturado y juzgado en tribunales internacionales? ¿Hubo una violación de la soberanía Pakistaní con este operativo? ¿Es la muerte de Bin Laden justicia, una muerte justa o asesinato? ¿Hay una posibilidad de futuros ataques en represalia por la muerte de Bin Laden? Sin el cuerpo presente de Bin Laden, ¿se construirá un culto como ha sucedido con la figura de Cristo o Elvis Presley? (pues tampoco hay cuerpecito). ¿Es moral alegrarse por la muerte de un ser humano a pesar de la maldad que haya cometido? ¿La muerte de Bin Laden, sumada a la “primavera democrática” en el Oriente Medio, augura un mejor futuro? ¿Se puede corroborar el ADN de un sujeto en cuestión de horas y no de días?
Son muchas preguntas. Pero he logrado simplificar el análisis.
No hace mucho tuve la experiencia de participar en una operación encubierta realizada en un país centroamericano para desarticular una pequeña banda relacionada con el crimen organizado mexicano. Si bien mi participación fue mínima, pude tener una probadita de lo que podemos llamar la guerra entre el bien y el mal. En el mundo real, donde no hay analistas ni ideologías, la dinámica se caracteriza por el interés desnudo por acumular poder a toda costa. En el mundo real, la batalla por el bien y el mal no se gana (por lo general) respetando la legalidad que todos, en circunstancias normales, deseamos. Entender la realidad nos pide reconocer que la misma tiene tonalidades de grises. La realidad es mucho más compleja y el actual mundo en que vivimos es un mundo de paranoia, patologías y violencia sin igual. Mil y un situaciones suceden en múltiples operaciones encubiertas alrededor del mundo en contra de la Camorra, la Cosa Nostra, las FARC, Hamás… (entre otras.) Y aunque podemos argumentar que el crimen organizado no es lo mismo que el terrorismo ( aunque puede llegar a expresar algún grado de acciones terroristas) la batalla por la supervivencia requerirá siempre hacer mucho más de lo que podemos suponer. No fue, en efecto, la mejor manera de derrotar directamente a Bin Laden. Lo ideal hubiese sido una condena internacional o, en su defecto, civil, al igual como el Maxiprocesso condenó al boss terrorista Salvatore Riina, en Palermo, Italia. Es cierto, también, que el mundo hoy no es más seguro que ayer.
Ganar la guerra requerirá muchas operaciones más de inteligencia, pero por sobre todo y cómo condición sine qua non, requiere ganar el corazón de todos los musulmanes moderados. En eso estamos de acuerdo. Y para lograr esto, Occidente siempre deberá poner atención al concepto de guerra justa. Pero la experiencia que tengo ya sobre mis hombros me dice que la muerte de Bin Laden hoy es un respiro. Los buenos han ganado una batalla más de las tantas pendientes. Un criminal, cuyo placer era destruir a toda costa nuestra forma de vida, duerme con los peces. Y eso, en el mundo en que hoy vivimos, hay que celebrarlo.
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