En 1757, los campesinos de sur de Europa apenas sobrevivían por la gran pobreza. Sin dinero, solo sus productos agrícolas que les servía para hacer trueque y obtener lo que necesitaban para satisfacer «(…) las necesidades de su precisa conservación natural…» (Gómez Tabanera). Era el maíz, cuyo cultivo ya estaba extendido en todo el mundo, el que servía de principal sustento. La concentración de la tierra era causa de la pobreza campesina, que tenían que pagar onerosas rentas o transferir a los propietarios proporciones casi mayoritarias de su producción y trabajo. El maíz representaba hasta el 90 % del total de la alimentación.
Sin embargo, la enfermedad llamada pelagra (mal de la rosa) azotaba y se extendía en varios países europeos y los científicos de esa época culpaban al consumo del maíz la causa del mal. Ese prejuicio persistió hasta entrado el siglo XX. Modernos estudios de esa epidemia señalan que las causas eran varias: por comer el maíz descompuesto, generador de toxinas, sin preparación, molido crudo y el poco consumo de alimentos como carne fresca, huevos, lácteos y frutas. Es decir, la pelagra era producto de la pobreza, de la deficiente alimentación, no del consumo del maíz, el cual era satanizado. «El maíz no tenía buena fama como alimento por entonces. Los viejos prejuicios difundidos por los naturalistas y médicos del siglo XVI no habían desaparecido, sino que se habían multiplicado.»
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Los mayas, aplicaban un conocimiento técnico-científico avanzado para que algunos elementos del maíz no fueran dañinos al consumirlo: la nixtamalización, es decir utilizar cal para adecuar el maíz al consumo,razón por la cual en América la pelagra era desconocida. Los mayas, a través de investigaciones experimentales, lograron determinar las características positivas y negativas del maíz y lograron no solo crearlo sino domesticarlo para el consumo básico y convertirlo en eje toral de la identidad y de la cosmovisión de los pueblos originarios mesoamericanos.
La colonialidad, rechaza e incluye al mismo tiempo. El maíz, se decía, era para indios y animales, en tanto su producción para la exportación se fue concentrando en los usurpadores de grandes tierras y, actualmente, para procesos industriales de producción de combustibles, celulosas, miel, etc. De discriminado fue expropiado para sustentar la riqueza de los colonizadores.
Guatemala, cuna del maíz, tiene que importarlo para satisfacer la demanda alimentaria de la población. El añil, café, algodón, caña de azúcar, palma africana y hortalizas, casi todos para la exportación, han desplazado a los campesinos que, sin tierra, sin maíz y sin derechos, son la expresión viviente de la desnutrición, inseguridad alimentaria y hambrunas en ciertos períodos.
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Recuerdo que, en el tratado de libre comercio entre el triángulo norte y Estados Unidos, impulsado por Alvaro Arzú, nuestro país se comprometió a rebajar los aranceles de importación, hasta una tasa cero, del maíz norteamericano en perjuicio de la producción nacional. Alvaro Colom, derogó el acuerdo que obligaba a los finqueros a cultivar, en una porción insignificante de sus fincas, granos básicos para el mercado interno. A consecuencia de ello, en 2021 se importaron 399 millones de dólares en maíz amarillo y 75,000 toneladas métricas de maíz blanco con arancel 0 %, para suplir deficiencias en el mercado nacional.
Ningún gobierno ha hecho realidad la soberanía.Solo es discurso cuando, desde el exterior, se amenaza su status de privilegios nobiliarios, a costa del hambre de la población. La soberanía alimentaria es un sueño y necesidad en esta hora del mundo, donde la producción de alimentos se encarece y se monopoliza su producción y distribución en los países llamados desarrollados.
La desnutrición y el hambre se pueden erradicar cambiando las relaciones de poder para garantizar la seguridad y soberanía alimentaria en beneficio de los excluidos y pobres en precariedad permanente (que actualmente ya son indígenas y no indígenas). El maíz y sus inventores, los mayas, han sido discriminados y sometidos para explotación y enriquecimiento ajeno.
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