Un 60 por ciento de guatemaltecos tiene menos de 20 años. El 90 por ciento de ellos consigue ya comenzar los estudios primarios, pero, por una u otra razón, casi todos terminan desertando a mitad de camino. En las clases, los profesores se desviven por encontrar motivaciones para mantener el interés por los estudios. Los adolescentes difícilmente se sienten atraídos por lo que se imparte en las aulas, estimulados por la infinidad de entretenimientos que existen en la actualidad.
El profesor compite con los amigos, las amigas, el deporte, los juegos, el celular, las ventanas e incluso la mosca que está volando en el aula. Son tantos los distractores y tan atractivos que la motivación por el estudio se desantoja. Es difícil hacer comprender a una persona de 17 años que lo que se está explicando en un aula le va a servir en el futuro. Se comprende en general, pero la clase en concreto se pierde en la monotonía de lo diario y el aburrimiento está a la vuelta de la esquina. Por eso es habitual que los profesores, aun con el mayor de los esfuerzos, se quejen de que no se puede lograr que el estudiante preste una atención madura y comprensiva sobre las enseñanzas que se le imparten.
No será el cien por cien, pero con que haya cinco, seis, alumnos mal portados por aula, las posibilidades de que el proceso de aprendizaje descienda de manera significativa son altísimas. Además, llegado un momento, el mal comportamiento no se identifica con alguien en particular, es el conjunto de la clase el que pronto pierde la concentración, deseoso de mantenerse en constante distracción. Son muchos los profesores que ante la relajación de la obediencia proponen patrones de conductismo educativo, donde el alumno es premiado o castigado de forma constante en virtud a su comportamiento. Este modelo educativo puede crear aulas silenciosas pero difícilmente incentivará el aprendizaje.
Içami Tiba, un excelente pedagogo, ha disertado sobre el tema de la indisciplina en las aulas en su obra, sirva como referencia su libro Enseñar aprendiendo. Tiba expone que la indisciplina no es motivada por la falta de interés del alumno por la educación, sino por la falta de una verdadera motivación que compita con las otras demandas que el estudiante pudiera tener. Que estudiar sea importante no es un aliciente por sí para que el alumno sea obediente. Además, el joven debe estar predispuesto al aprendizaje. Para eso, el pedagogo brasileño pretende cambiar el rol del educador para pasar a ser uno más del proceso del aprendizaje. De esa manera, el docente organiza una didáctica que requiere de la participación constante de todo el grupo de estudiantes.
En este modelo, el alumno no involucra las implicaciones del estudio con su futuro laboral, algo que puede ser un motivador muy lejano para alguien de 15 años, sino que los siente cercano. Relaciona el contenido de la clase con un proceso de evaluación continuo que depende directamente de su actitud, su trabajo y su desempeño con el grupo. La explicación didáctica está siempre implícita en el proceso de evaluación. Es decir, el estudiante tiene que atender a las explicaciones del docente para poder seguir las reglas de un juego (en este caso del proceso de evaluación) que se han establecido desde el inicio del curso. En tal diseño, el profesor solo es un entrenador que ayuda a los alumnos a alcanzar sus metas. Unas metas que siente el joven como propias.
Esa especie de desorden de atención grupal que padecen los estudiantes, no es por irresponsabilidad o por posibles secuelas de una sociedad violenta, lo que puede influir solo en una pequeña porción. Lo verdaderamente sustantivo de la falta de interés de los alumnos por el proceso didáctico es el mantenimiento de una educación estereotipada. Una enseñanza obsoleta que considera que la atención está condicionada por lo importante del contenido que se imparte. En un mundo donde se compite constantemente con multitud de mensajes atractivos, los alumnos tienen que apoderarse de los contenidos de la asignatura, hacerlos propios y compartir con el profesor todo ese aprendizaje.
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