Su labor al frente del MINEDUC en los últimos 24 meses, ha estado marcada por la complacencia con las políticas que empujan más el privatizar, el aniquilar el sistema nacional de educación. A menos de un semestre de haber asumido, del Águila dio vía libre, sin cumplir con los requerimientos de ley, a una seudo reforma educativa dirigida a destruir el sistema de escuelas normales. Ese andamiaje que constituía la base de la formación básica de maestras y maestros para los sistemas de preprimaria y primaria urbana y rural.
Con el pretexto de una supuesta modernización del sistema educativo, se inventó una nueva especialidad de bachillerato y un supuesto nivel universitario para la formación magisterial. En realidad, el as bajo la manga de la Ministra no era otro que el de forzar a jóvenes interesados en ser maestros, a conformarse con un bachillerato y a costearse si es que podían, la carrera técnica para ser maestros. El Instituto de Investigación para la Incidencia en Educación y la Formación Docente (EDUCA Guatemala), cuestiona esto al afirmar que: “Los principales argumentos presentados por el MINEDUC se centran en la resolución de problemáticas del mercado laboral; no así de la formación docente ni la calidad educativa. El sistema nacional del país no debiera estar al servicio de las necesidades de empleo de ciertos sectores”.
De esa cuenta, vendido como el súmmum de la calidad educativa, la reforma impuesta por del Águila en realidad sólo pretende elevar los niveles de “competitividad”, entendida ésta como la posibilidad de tener miles de jóvenes disponibles para trabajar amarrados a una butaca y un par de audífonos en los muy competitivos call centers.
En 2012, la mano dura del gobierno, representado en la cara de la Ministra, se dejó caer sobre las y los estudiantes que se opusieron al cierre del sistema de normales. Inflexible contra el estudiantado y los padres de familia, así como contra las y los pocos docentes que se manifestaron contra la maniobra, ahora en cambio se muestra tolerante con la paralización del año escolar, generada por su nuevo aliado, el cacique magisterial, Joviel Acevedo.
Contra los estudiantes de educación media, del Águila empujó un reglamento que vulnera de manera flagrante los derechos de las y los estudiantes, al extremo de incluir como sanciones −al mejor estilo medieval−, la cancelación del código educativo, es decir el registro para estar en el sistema. Contra los maestros que paralizaron el año escolar con el pretexto de exigir la ampliación presupuestaria requerida por el Ejecutivo, la Ministra de mano dura precisó que no podía hacer nada pues, “los maestros estaban en asamblea permanente”. Discrecional rasero el de la Ministra que ahora es laxa con Acevedo pero sigue intolerante con las y los estudiantes, la única razón de ser de la cartera con la que se le paga su sueldo.
El camino que ha seguido del Águila dista mucho de ser la ruta para superar las gigantescas fallas del sistema educativo nacional. Los números muestran estas grietas. De su propia boca salió el reconocimiento que en todo el 2013 apenas habían alcanzado un 60 por ciento de avance en la reconstrucción de los edificios escolares destruidos por el terremoto en San Marcos, en noviembre de 2012. Según cifras del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), en 2012, el 54 por ciento de los niños en primero primaria reprobó. El EDUCA también señala el retroceso en cobertura educativa la cual, mientras en 2003 llegaba limitadamente al 54.4 por ciento, en 2013 disminuyó más al estar apenas en 46.9 por ciento. Estas carencias al parecer no son las que motivan a la Ministra, quien empuja la eliminación de otras carreras semi especializadas como lo son las de Perito Contador y Secretariados. Del Águila va con mano de hierro anulando carreras del diversificado, pariendo bachilleratos por doquier y convirtiendo el sistema educativo nacional en un cascarón proclive a desmoronarse.
Total, sus motivos son tan retorcidos como los caminos emprendidos pues, lejos de nutrir los caudales para la construcción de la democracia, está calzando los cimientos de la exclusión social y tapiando con ladrillos en la pared, la posibilidad de pensamiento libre, elemento vital para la democracia.
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