Llegaron unos ocho, diez hombres en un camión de la Municipalidad, pusieron sus luces de emergencia, descendieron de la parte de atrás cual película gringa, agarraron a un vendedor de frutas, forcejearon con él, le decían cosas, y le arrebataron las frutas, las metieron en el camión con todo y carreta de madera, se volvieron a meter y se fueron. Lo único que escuché decir al vendedor fue un “no me chinguen”. Yo reaccioné hasta que la señora que estaba junto a mí me dijo que tomara una foto, una reacción tardía que me he reprochado.
Así que me dije que lo mínimo que podía hacer era saber si existía alguna ordenanza municipal que reglamentara la prohibición de estas ventas y sus desalojos. Busqué en el portal de la Municipalidad, y no encontré. Llamé al call center, me re-direccionaron a otra extensión, donde me re-direccionaron a otra más donde por fin debía encontrar las respuestas, pero nunca logré comunicarme porque nunca dejó de sonar ocupado. Tuve que limitarme a ciertos artículos menos actuales que estaban en la sección de “noticias”.
Al parecer hay una intención de mantener el orden y garantizar la seguridad de los transeúntes que caminan por la sexta avenida. Por lo que entiendo, el orden y la seguridad es sacar de una vía peatonal a todos los vendedores ambulantes –chicleros, fruteros, limpiabotas…- y alejarlos. El orden y la seguridad tienen qué ver con hacer desaparecer las muestras de pobreza, la urgencia del trabajo, los niños trabajadores por necesidad, para que el Paseo La Sexta se vea como tiene que ser: un proyecto higiénico, pulcro de todo lo que se cree que es lacra, del paisaje vergonzoso de la realidad de nuestra comunidad capitalina. Al contrario, complementamos el paisaje perfecto con una pista de hielo en pleno trópico, y a su alrededor llenamos de publicidad de la magnánima y siempre cercana Municipalidad de Guatemala.
Encontré sin embargo, una propuesta de hace algunos años, era sobre modernizar el comercio popular, crear mercados como El Amate donde los microemprendedores por necesidad y no por opción, como los vendedores de frutas, tuvieran un lugar para sus ventas, supongo. Los mercados como éstos, o las zonas de comercio popular fueron enviados a la periferia, y en el corazón del renovado Centro Histórico encontramos los restaurantes menos populares, más caros y con un pretendido y supuesto estatus más elevado. Y ahora si quiero comer fruta, puedo ir a Saúl E. Méndez, si quiero un taco, puedo ir a Tacontento, y así. Pero no tendré un vendedor que me recuerde la verdad de muchos en Guatemala, o el precio súper inflado de un plato de frutas en un edificio remodelado. No hablemos de libre mercado y competencia legítima, porque cuando se tiene una Municipalidad que busca guardar el orden y la seguridad y crear espacios para lo popular, mientras se resguarda el proyecto del corredor Cañas-Aurora, se nos olvidan hasta los argumentos ideológicos, que luego se vuelven contradicciones incómodas.
De los mecanismos de desalojos no encontré nada. Nada que lo regulara, que lo normara, nada que dijera que debía ser con prepotencia absoluta, con indiferencia a los valores de los que se enorgullece ser vanguardia el ex-presidente de la Paz y de la nueva era democrática del país, y que se jacta de ser uno de los mejores alcaldes del mundo. Se dirá que los vendedores no entienden, que son necios, que son abusivos, que se les ha hablado muchas veces y qué pasa cuando se agota el diálogo… y así llegamos a la criminalización del trabajo para subsistir.
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