En pocas cosas resulta este refrán tan acertado como en el caso de la agricultura. A los grandes productores los mueve a tomar medidas precautorias. En la agricultura familiar, normalmente se usa para desligarse del tema.
Las medidas para reducir los riesgos de daño y las pérdidas inevitables son diferentes en ambos sectores. Enfoquémonos en algo común para grandes y pequeños: el seguro agropecuario.
Este no es un tema nuevo, y en la última década se convirtió en un componente de las medidas de mitigación y de adaptación al cambio climático. Hoy iniciamos una corta serie de artículos sobre el tema. Para que hablemos un mismo lenguaje, pongamos en común algunos conceptos.
Un seguro es un contrato entre un asegurado (usted, un grupo de personas, una institución) y una empresa legalmente autorizada (la aseguradora). A través del pago de pólizas (cuotas del asegurado) se adquiere el derecho a recibir determinadas cantidades de dinero que nos ayudarían a solucionar asuntos personales (como en los seguros de salud y en los de vida) y patrimoniales (como en los seguros de accidentes, contra incendios y otros que protegen inversiones).
No conseguí recordar quién fue el multimillonario mago de las finanzas a quien un joven le preguntó: «¿Qué consejo le daría a alguien que quiera iniciarse en el mundo de la bolsa, de las finanzas o de los negocios?». La respuesta me dejó boquiabierto: «Invierta en seguros. Debe transferir parte del riesgo para no quedarse en la calle de la noche a la mañana».
Transferir riesgos es muy importante. Al pagar una póliza de seguro de salud no dejaremos de enfermarnos, pero la aseguradora correrá con buena parte de los gastos si ello ocurre. De otra manera, podríamos terminar en la ruina. O si nos destrozan o destrozamos nuestro vehículo, la aseguradora nos repondrá una parte de las pérdidas. Ese es el significado de repartir el riesgo. Si nos pagaran incondicionalmente todas las pérdidas, entonces sería transferencia de riesgo (pasárselo a otro).
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Las personas que trabajan en la industria aseguradora estarán contentas con las anteriores explicaciones. Y quizá también deseosas de ampliarlas. Pero por ser analista independiente puedo hablar de lo que a ellas quizá les incomodaría un poco.
No todo es miel sobre hojuelas. Dejemos claro que los seguros son un negocio. Nadie invierte su dinero sabiendo que lo va a perder. Tan solo en la región de América Latina y el Caribe el valor de las primas para 2017 fue de 158.5 millardos de dólares (158.8 miles de millones). Aunque se quejen de no ser un gran negocio, no habría tanto dinero en él si no fuera rentable. De lo contrario, hay otros lugares donde poner el capital.
¿Cómo puede hacerse grande el negocio? Administrando inteligentemente la aceptación y repartición de riesgos. Si una mujer que está embarazada busca comprar un seguro de salud, el riesgo de que la aseguradora tenga que desembolsar cantidades superiores al valor de la prima pagada es muy alto. Y nadie invierte para perder. Así que la prima podría ser alta o quizá no pueda asegurarse. No he vivido ese caso. A los adultos mayores se les dificulta comprar seguros por primera vez porque pueden tener muchos padecimientos crónicos además de los que están por aparecer. En otras palabras, es muy difícil entrar en esquemas de seguros si representamos riesgos altos (que se traducen en pagos altos por parte de las aseguradoras).
Así pues, vamos comprendiendo el juego: a como es el riesgo (y su equivalente en pagos al asegurado) es la póliza. ¿Por qué los seguros siguen siendo beneficiosos? Porque los clientes de mayor riesgo o los riesgos más inminentes son excluidos. Choque usted un carro cada año y cuéntenos hasta cuándo le venden pólizas. Si es dueño de un autobús de transporte público, quizá logre asegurarse contra accidentes, pero haga el intento de comprar un seguro contra extorsiones. Ahí nos cuenta.
Recuerde: queremos discutir los seguros agropecuarios, pero primero debemos comprender el juego. Nos vemos en el siguiente artículo. Estamos aquí cada dos sábados.
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