Se escribe días después de un artículo crítico de Roberto Cabrera, en respuesta a lo que escribiera José Luis Vivero. Lo que buscaba ser un sano intercambio de opiniones entre especialistas, mudó a gruñidos del dinosaurio de Augusto Monterroso. Las voces independientes y críticas molestan, y se confirma que en Guatemala sigue siendo un peligro decir en voz alta lo que se piensa.
Así que corriendo riesgos, vamos con buena fe (¿o ingenuidad?) a analizar desde distintos ángulos el Pacto Hambre Cero (PHC). Me acojo a las garantías ofrecidas en Facebook por Luis Enrique Monterroso, Secretario de la SESAN.
Lo bueno
A algunos sorprenderá que el PHC tenga sus raíces en de la década de los noventa y estén tan lejanas como Brasil, donde el arzobispo Hélder Câmara, lanzó en 1990 la campaña “Año 2000 sin miseria”. Esto surgió como un movimiento social, desde las bases. Pronto dio inicio el movimiento “Acción Ciudadana Contra el Hambre, la Miseria y por la Vida”, coordinado por el sociólogo Herbert de Souza, “Betinho”. La sociedad civil brasileña abrazó con fuerza el movimiento y presionó al gobierno para que lo convirtiera en programa oficial. Punto aparte, este es un buen ejemplo de lo que llaman políticas públicas, pues las iniciativas no nacen en escritorios de gobierno sino vienen de los ciudadanos.
El Movimiento alcanzó un punto crítico cuando el gobierno aceptó que el coordinador del Movimiento fuera un miembro elegido por la sociedad civil, ocupando una oficina en el Palacio de Gobierno y con poderes de Ministro. En 1994, se instaló oficialmente el Consejo Nacional Contra el Hambre. Posteriormente, el gobierno adoptó completamente las políticas y durante el primer período de Lula da Silva, nació el Plan Hambre Cero.
De vuelta a 1990, el Movimiento captó la atención de donantes y organizaciones internacionales de lucha contra la inseguridad alimentaria, y con fondos de la FAO se iniciaron intercambios para que la experiencia brasileña fuera conocida en Latinoamérica. Esto se asoció a la Cumbre Mundial de la Alimentación (1996). Brasil, como potencia emergente, vio una buena oportunidad de estrechar vínculos con la región y contribuyó para que su experiencia de extendiera. En buena parte, ello dio origen a la iniciativa “América Latina y el Caribe sin Hambre” (2006), año en que un exfuncionario de la iniciativa brasileña era Director Regional de la FAO. Hoy es su Director General.
Varios países tuvieron buena respuesta. En Guatemala, SEGEPLAN, no sin momentos de resistencia pasiva y retrocesos, fue adoptando elementos importantes. Se iniciaron reuniones de la CONASAN de la época, que intentaba reunir a ministerios clave, instituciones internacionales de combate a la inseguridad alimentaria y sociedad civil. Con avances y retrocesos, fue poco a poco constituyéndose una masa crítica de elementos que cada gobierno fue encontrando sobre la mesa, hasta culminar con el del Partido Patriota. Esto incluye: la ley del Sistema Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional, los instrumentos normativos del Sistema Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional, la Comisión Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional y una funcional Secretaría de Seguridad Alimentaria y Nutricional (SESAN), todo configurado en la Ley.
El andamiaje sobre el que se encumbra el PHC es parte de lo bueno, y los méritos se reparten a individuos e instituciones en un plazo de más de 30 años. Mencionarlos llevaría un par de tomos. Guatemala tiene, hoy, una estructura legal y un esquema operacional al que no han llegado aún muchos países.
El gobierno de la UNE apostó fuerte a los programas sociales, base del PHC. Entre lo bueno, se recibió un legado de buenos y malos ejemplos, y un modelo de gestión del cual partir para mejorar las cosas.
En gobiernos anteriores, las primeras damas tuvieron una intervención no muy feliz en apoyo a la coherencia de acciones y liderazgo político necesario para que los planes contra el hambre tengan éxito. Muchas acciones de los programas sociales los consideraban SU territorio y se implementaban a capela, divorciados del Sistema. El gobierno del PP no tiene ese problema, otra cosa buena.
El gobierno del PP tiene la figura vicepresidencial con más poder de la era democrática. Y la Vicepresidenta preside el CONASAN. Nunca como ahora, la vicepresidencia tuvo tantas oportunidades, recursos y poder para que el sistema funcione tan bien como funcionan otros negocios de gobierno manejados desde ese mismo puesto.
Los recursos humanos son algo más de lo bueno. La SESAN siempre ha contado con personal técnico de calidad. Por ella han pasado expertos con trayectoria nacional e internacional, técnicos de calidad, personas enamoradas de la SAN. Lo malo es que a pesar de su naturaleza técnica, lo político siempre termina pasándole por encima y no se ha dado continuidad al trabajo de ningún equipo técnico. Siempre ha sido borrón y cuenta nueva. ¿Se imagina usted a toda la gente del Banco de Guatemala despedida con cada cambio de Presidente?
El entusiasmo, la esperanza, el apoyo de la población y organizaciones de base con tal de que las promesas del PHC se cumplan también han sido elementos de lo bueno.
Otro punto positivo es el apoyo internacional, tanto político como financiero. No han faltado las palmaditas públicas y reprimendas privadas, el extender una y otra vez el beneficio de la duda, con la esperanza de que las recomendaciones sean escuchadas y el sueño de todos se cumpla. El mismísimo sector privado fue muy vocal al inicio de gobierno, reconociendo el costo de la desnutrición y ofreciéndose en alianza público-privada para la implementación del Pacto.
Para terminar, el PHC es un programa bien formulado, tanto en lo técnico como lo político (sus instrumentos de seguimiento y evaluación no entran en esta categoría).
Hasta aquí lo bueno del PHC. Éste es el brillante escenario con el que arrancó el actual gobierno. Nos vemos en dos semanas.
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